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Cultura

Ismael Serrano: «La izquierda debe cuestionarse por qué la clase trabajadora siente que depositando su voto su vida no cambia»

Después de siete años, el catautor vuelve con un disco inédito, ‘Seremos’, un viaje de autodescubrimiento e introspección que representa un hito en su carrera

Escuchar a Ismael Serrano es remover los recuerdos de mi infancia. Es viajar a esa época en la que las cabinas de teléfono aún tenían espacio en nuestras calles. Cuando los coches se echaban las luces para avisar de que en la próxima rotonda había un control policial y en la parrilla de la radio aún había hueco para la música de cantautor. Ismael Serrano es ese artista que encuentra la palabra precisa para gritar lo que el resto queremos decir, sin ñoñerías, haciendo crónica social con su guitarra y cantando a la verdad.

Ahora, después de siete años, el madrileño vuelve con un disco inédito, Seremos, donde hace un ejercicio de introspección tratando de levantar la mirada y avizorar el futuro. «En este nuevo trabajo hago un repaso de lo vivido pero no desde la nostalgia, sino como herramienta para mirar hacia delante a pesar de los pesares», nos confiesa Serrano en las coloridas instalaciones de Sony Music, donde nos cita después de un largo y duro día de promoción. Así, Seremos es esa forma verbal que nos invita a entender que nuestros planes se concretarán y que ha llegado el momento de poner fin a ese cansancio que nos incapacita para ver la luz al final del túnel.

 

Hacer canciones, cuando ya has hecho muchas, ¿en lugar de ser más fácil es más difícil porque no crees que debas decir cosas que ya has dicho?

Es difícil. Es más fácil porque tienes oficio y de alguna manera has creado un universo propio, te reconoces, tienes menos pudor, pero es más difícil porque eres más exigente y porque puedes caer en la tentación de repetirte, de autoversionarte, y no dudo que me ocurra en algunas canciones, pero ahí tienes el ejemplo de muchos cineastas, autores, escritores que hacen siempre la misma película, pero la hacen siempre de puta madre, la misma pero cada vez mejor. Pero claro que es difícil, porque esa exigencia de hablar de algo diferente, de explorar nuevos territorios está ahí. Aunque tampoco tengo grandes pretensiones, yo no estoy en la vanguardia de la experimentación musical ni pretendo estarlo. Yo quiero escribir canciones amables, bonitas, que nos acompañen, que hablen de la realidad que nos toca vivir, no se trata de escribir canciones que cambien el mundo, sino que contribuyan a sentirte mejor. Soy un trovador, un contador de historias, y es lo que trato de hacer, encontrar nuevos relatos.

En este momento tendrás muchos relatos que contar por todo lo que estamos viviendo.

Pues no te creas, me cuesta porque no quiero enrocarme en esta situación. La poesía consiste en otorgar a lo cotidiano el misterio de lo desconocido. Todo es desconocido en una realidad novedosa, pero es tan novedosa como terrorífica, y no quiero enrocarme en esa oscuridad en la que vivimos o en ese pesimismo en el que nos instalamos. Yo creo que la sensación que más nos angustia es la pérdida de control de nuestras vidas, y esa sensación de pérdida de control sí te puede inspirar mucho, pero instalarse en ella desde el punto musical no. Por eso ese empeño en levantar la mirada, hablar del seremos, en la consciencia de que esto pasará, la necesidad de apostar por los vínculos. Incluso cuando escribes una canción que habla de una ruptura, como Soltar, puedes escribir sin que todo sea rencor. Deconstruirse y reírse de uno mismo, como trato de hacer en Cállate y baila. Ese es el propósito, no practicar el escapismo de la realidad, sino mirar hacia otro lugar. Porque lo que nos ha pasado con esto es que hemos perdido visión periférica, nuestros problemas se vuelven muy grandes porque no tenemos capacidad para mirar alrededor, y la música nos ayuda a ampliar, a ver otros horizontes, otras realidades y una perspectiva de futuro posible que puede ser esperanzadora.

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Imagen: Eva Cubas | The Objective

La época actual, ¿es un buen momento para los cantautores?

No sonamos en la radio, este disco sé que no va a sonar en las radios musicales, pero existe un público que sí demanda este tipo de música. Existen jóvenes cantautores que demuestran la vigencia de esta tradición, desde Rozalén, Andrés Suárez o Marwan. No sé si es buen tiempo, pero siempre va a haber cantautores, siempre va a haber un chico o una chica que agarre la guitarra y haga la crónica social y sentimental del mundo que le ha tocado vivir desde la poesía, con una mirada crítica y exigente.

Cada vez quedan menos bares para tocar, teatros que son tiendas de ropa… Y no solo ahora por pandemia, sino que es un paradigma que ya se palpaba antes. ¿Cuál es la raíz del problema, es algo educacional? 

Creo que tiene que ver con una cuestión del poco cuidado y del desprestigio de la cultura en términos generales. No entender que la cultura y los artistas son un patrimonio a cuidar, no solo porque son embajadores de nuestra realidad e idiosincrasia, sino porque también hacen una aportación al PIB y crean puestos de trabajo que son tan necesarios como cualquier otros. No tratamos demasiado bien a nuestros artistas. En Buenos Aires existe una ley que protege al teatro, no puede tener un uso diferente a cuando tú lo compras, tiene que tener el mismo uso, que es el de la cultura, un espacio cultural para espectáculos, conciertos… y aquí no, no hay ningún tipo de protección. Los garitos han estado desamparados durante toda esta crisis desde todas las administraciones y no somos conscientes de la pérdida que suponen, porque recuperar todo eso cuesta mucho. En el caso de los garitos y cafés, donde además me he criado yo musicalmente, son lugares cuya fidelidad se ha ido construyendo con mucho mucho tiempo. A Café Libertad la gente va porque va a ver un artista, pero a veces vas porque sabes que ahí se hace canción de autor, es un lugar emblemático. Este país no cuida esas cosas, hay un descrédito y un desprestigio del que ha participado la política. Somos utilizados muy a menudo políticamente en busca de adhesiones, como cuando hay que firmar un manifiesto, y eso tiene una doble cara. Es un país muy sectario en muchos aspectos y eso es terrible.

Y haciendo autocrítica desde dentro, ¿no crees que vosotros, los músicos, no habéis sido capaces de juntaros cuando la ocasión lo exigía y reivindicar y defender lo vuestro ?

Totalmente, estoy totalmente de acuerdo. Yo he estado en varios procesos en los que se ha tratado de formar colectivos, de sumar vínculos, y es sumamente difícil porque cada uno vamos a nuestra bola. Nosotros tenemos el concepto de autónomo grabado hasta la médula, esa sensación de que tenemos que ser supervivientes. Alguien decía que hay muchas cosas que han afectado a la pérdida de vínculos entre músicos, hasta en el tipo de colaboraciones. Por ejemplo, la desaparición del estudio convencional, era un lugar de encuentro donde los músicos hacíamos una vida en común que ha desaparecido. Antes estabas grabando un disco y a tu lado estaba el de los Chunguitos y te pasabas por el estudio, saludabas, grababas, hay una pérdida de comunidad, de lazos.

Vivimos en una sociedad que se ha atomizado en muchos aspectos y la música también. Envidio a la gente del teatro y el cine que tiene un sentido de comunidad mucho más fuerte, no hemos sido capaces de dar la cara comunidad. De hecho se han visibilizado mucho más los técnicos, la gente de iluminación y sonido que han salido a la calle mucho más que nosotros que hemos sido incapaces de juntarnos y mostrar solidaridad.

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Imagen: Eva Cubas | The Objective

Te has implicado y significado políticamente en muchos temas. ¿Crees que esto te aleja o te acerca al público?

Pues no lo sé, me alejará de unos y me acercará a otros. ¿Qué si tiene un coste? Sí. ¿Me preocupa? También. ¿Me cuestiono muchas veces si debo expresarme políticamente? Sí, pero ante ese cuestionamiento pienso que no puedo dejar de decir lo que pienso, lo he hecho toda la vida y soy así, es mi esencia. Le puedo dejar de gustar a la gente y es una pena. Ojalá fuésemos capaces de superar ese sectarismo que nos aleja del que piensa diferente. A mí me gustan artistas que piensan diferente a mí, y me siguen pareciendo apasionantes y los sigo escuchando. No voy a dejar de leer a Vargas Llosa porque esté en las antípodas ideológicamente. Intentar gustarle a todo el mundo es un empeño estéril. Yo lo veo en algunos artistas, y entiendo que no se quieran definir ideológicamente porque no les interese, porque no tengan una opinión formada, pero otros es un empeño desesperado de gustarle a todo el mundo y a mí eso me parece que desdibuja a la propia identidad del artista. Y no le puedes gustar a todo el mundo.

Has recibido muchas críticas por apoyar a Podemos en redes sociales, ¿Cree que las redes sociales han alentado cierto clima de crispación y polémica constante?

Sí, porque se nutren de ello. Hay estudios psicológicos que dicen que las pulsiones que más nos provocan el involucrarnos y accionar son las sexuales y otras que tienen que ver con la indignación. Yo de hecho cometo ese error, soy más activo contestando a los que me insultan que a los que me dicen cosas bonitas. Por eso las redes sociales no desarticulan lo que tiene que ver con la crispación y las fake news, ellos lo que necesitan son el tráfico de datos, y lo que más genera datos es la indignación. Además, en contra de lo que pueden parecer, que es que generan vínculos y lazos, realmente lo que están creando son cada vez comunidades más cerradas, porque nosotros lo que hacemos son comunidades con gustos afines, donde nuestro sesgo de confirmación nos lleva a juntarnos con gente que nos dice lo que queremos oír, porque bloqueamos al que no queremos oír o dejamos de seguirle. Y se genera un diálogo que no conduce a ningún lado, es la política de trincheras, yo en mi lado y tú en el tuyo. Además proyectamos una personalidad que no trasladamos a la vida real. La vida real va por otro lado, la gente no maneja ese grado de crispación, ni siquiera lo que es trending topic está en su discurso diario, en su pensamiento diario. Hay que saber alejarse y entender lo que son las redes sociales.

Muchas voces dicen que la izquierda se ha alejado de la clase obrera, ¿como votante y simpatizante de la izquierda cuál es tu opinión?

Lo que ha ocurrido lo dijo Lula cuando llegó al poder y también lo dijo Mujica,  y es que una cosa es estar en el poder y otra estar en el Gobierno. Cambiar el rumbo de las derivas políticas es muy difícil de hacer cuando se está en el Gobierno y más en minoría. Yo creo que los cambios de tendencia se dan por circunstancias globales que están ocurriendo. España llega tarde a todo, a la democracia, a Europa, hasta los grupos de ultraderecha llegaron tarde, y creo que llegaremos también tarde a ese cambio de paradigma. Desde EEUU hasta el Fondo Monetario Internacional dicen que hay que dejar la austeridad al lado, que hay que hacer impuestos progresivos, políticas sociales, políticas de empleo, todo ese tipo de cosas que aquí está llegando tarde. Biden no es un tipo socialcomunista y está diciendo que hay que subir el impuesto de sucesiones, por ejemplo, que es algo que aquí la derecha no quiere ni mirar. Es verdad que los cambios desde el Gobierno, desde la acción política desde el partido tradicional de izquierda son difíciles, pero sí creo que hay un cambio de tendencia generalizado. Lo que ha puesto en evidencia esta pandemia son las contradicciones del sistema y sus debilidades. La realidad es que el sistema le ha dado la espalda a la clase trabajadora, y la izquierda debería cuestionarse en términos generales por qué la clase trabajadora siente que depositando su voto su vida no cambia, y es lo que se debería cuestionar cierta izquierda que no ha sido capaz de cuando ha gobernado mucho tiempo cambiar esa realidad.

¿El cambio es posible o, como dice el periodista y escritor colombiano Enrique Santos, «el mundo fue y será una porquería»?

El cambio es posible. Me niego a instalarme en la melancolía y el pesimismo. Otro mundo mejor es posible y no creo que sea algo lejano.

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