Remedios Zafra: «El entramado sobre el que construimos nuestras vidas requiere de una compleja articulación social que no podemos dar por sentada»
Conversamos con la autora a raíz de su recién publicado ensayo epistolar ‘Frágiles: cartas sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura’ (Anagrama, 2021)
El éxito de un libro de ensayo radica en el hecho de que genere un debate. Y eso es precisamente lo que sucedió con El entusiasmo: precariedad y trabajo creativo en la era digital (Anagrama, 2017), libro que no solo alentó la conversación pública sobre la autoexplotación de aquellos que viven, gozan (pero también padecen) su vocación creativa en un opresivo, competitivo y despiadado entorno neoliberal, sino que también estimuló la conversación privada de los lectores (de las lectoras, sobre todo) con la propia autora del libro, Remedios Zafra, que le confiaron durante años la intimidad de sus situaciones laborales precarias, a través de mensajes de correo, conversaciones telefónicas o encuentros en conferencias. Frágiles: cartas sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura (Anagrama, 2021) es el resultado de esa conversación.
Dar respuesta al malestar
Escribía Remedios Zafra en (h)adas: mujeres que crean, programan, prosumen, teclean (Páginas de espuma, 2012) que en el territorio de la creación «nos encontramos ante la paradoja de ser símbolo y ser sujeto simultáneamente». Por ello no es raro que Frágiles se fundamente justo en la fraternidad de dos metáforas: la de los cientos de sábanas (500, en concreto) y la de un pequeño caracol imaginario llamado Newton. Preguntada sobre el particular, nos responde la autora vía email diciéndonos que llegó a la metáfora de las quinientas sábanas mientras dormía. Procede la imagen «de un perturbador sueño que seguía a un día saturada de trabajo, pero de un tipo de trabajo hecho de multitud de actividades dispersas y fragmentadas que me dejaban la sensación de estar agotada, pero sin haber hecho nada que mereciera la pena. La ansiedad que me producían esos leves por separado era mínima, pero en conjunto parecían una losa». Este símbolo le sirve a Zafra para abrir su libro con un cuento y para evidenciar la realidad del artista contemporáneo: aquel que vive a la intemperie y sobre el que van cayendo sábanas durante la noche que, primero le protegen y le dan calor, pero que, finalmente, le sepultan y mortifican. Son las sábanas una analogía del trabajo que esconde «un tesoro de sentido».
La imagen del caracol Newton, por contra, «es fruto de un proceso creativo más lento. La imagen de un caracol comenzó a acompañarme en los trayectos con mi rehabilitadora de la ONCE cuando aprendía a usar el bastón poco antes de la pandemia -nos cuenta Zafra-. No era consciente de lo rápido que solía caminar en los trayectos interiorizados, y lo difícil que resultaba ralentizar el ritmo, no ya para ver sino para poder ser vista».
Dos metáforas sobre las que Frágiles bascula todo el rato: de la ansiedad a la reivindicación de «los tiempos de concentración frente a la saturación de celeridad y exceso de la vida contemporánea». Por ello es, en el fondo, un alegato contra la impulsividad, a favor del goce emocional pausado, de las contradicciones y de los sujetos apasionados.
Cuando lo anacrónico resulta subversivo
Atendiendo a lo antedicho, tiene toda la lógica del mundo que este libro esté escrito en forma de un ramillete de cartas. Que dialogan entre sí (y con el lector/a). Un conversar a dos que esconde, sin embargo, una multiplicidad. Nos dice Zafra sobre el particular: «A muchos la carta hoy puede parecerles anacrónica, a mí me parece subversiva, en tanto se construye de muchas de las respuestas desechadas por la época: lentitud, escucha, profundidad, conflicto… Las cartas además no esconden su deuda con textos inspiradores para este libro: Tres Guineas de Virginia Woolf, la correspondencia de Kafka y La condición obrera de Simone Weil, entre otros».
Las cartas le permiten a la autora ir tomando consciencia de su propia vulnerabilidad mientras escribe y de reconocerla abiertamente (de hecho, nos confiesa que nunca antes había llegado «al estado de profundidad íntima» que alcanza en este libro, donde nos habla de su pérdida auditiva, así como de sus problemas de visión, por lo que podemos considerarla su obra más personal hasta la fecha). Asimismo, también la escritura de estas cartas le permite a Zafra hablarnos de la contingencia de esta sobrevenida situación pandémica en la que todavía nos encontramos y que obliga a quien lee a entender que, en tanto seres sociales, necesitamos la ayuda de los otros para sobrevivir.
«Es fácil olvidar que el entramado sobre el que construimos nuestras vidas requiere de una compleja articulación social (sanidad, investigación, educación, dependencia) que no podemos dar por sentada. No todo depende de nosotros como dice el mantra capitalista si tú quieres, puedes», afirma Zafra. Y concluye: «La pandemia ha mostrado las costuras de nuestro sistema, su fragilidad, la nuestra, la necesidad de su conciencia como costura comunitaria. Compartir la fragilidad de las enfermedades y de los momentos de falta de esperanza permite llegar a las capas de realidad que están en la base de nuestros miedos y motivaciones y desde ellas reconocer la vulnerabilidad compartida como renovado vínculo social».
La esperanza es contagiosa
Una de las paradojas sobre las que pivota Frágiles es el hecho de que la creación, las obras de arte, no alimentan, pero salvan, de una forma extremadamente personal. Ya saben aquello de que «quien lo probó lo sabe». Y, en el fondo, es un modo de los cuidados que muchos compartimos. Lo que se dice (y también lo que se lee) tiene efectos en los demás. Decía Ernst Bloch, a quien cita la autora, que los afectos de la esperanza son activos. Y añade Zafra que, cuando nacen de un malestar común pueden ser contagiosos. Esto es lo que pretende reflejar Frágiles, la posibilidad de pensar contra el miedo y la angustia, y a favor de la esperanza; contra el aislamiento y el individualismo radical y las apariencias (que descuidan siempre el interior del ser humano).
«Distanciarnos de la celeridad como forma de vida, proteger tiempos propios, tolerar el malestar que supone abordar una vida compleja sin caer en el positivismo capitalista que nos ofrece consignas rápidas y sonrisa impostada para esconder lo que nos daña.»
Sin ingenuidad, en un ejercicio extremo de libertad, fomentando la imaginación colectiva. Una imaginación, no obstante, que no quede solo en lo pensable y lo posible, sino que se haga práctica. Así Zafra aboga por formas de la movilización «no incentivadas por el triunfo económico», sino más bien por «un deseo de justicia social, de autonomía y saber, de investigación y cultura». Nos confiesa la autora cordobesa que piensa que «la reflexión pausada (pero apasionada) y la calma son necesarias para afrontar la complejidad de nuestro tiempo. Forman parte de un aprendizaje como sujetos y como especie, distanciarnos de la celeridad como forma de vida, proteger tiempos propios, tolerar el malestar que supone abordar una vida compleja sin caer en el positivismo capitalista que nos ofrece consignas rápidas y sonrisa impostada para esconder lo que nos daña. Sí, yo creo que este escenario de crisis necesita más que nunca estas respuestas para evitar caer rendidos en lo de antes como si aquella normalidad ansiosa e hipercompetitiva fuera vivible».
El feminismo es la gran revolución de la humanidad
Toda la obra de Remedios Zafra ha mirado siempre al mundo desde la práctica feminista, y Frágiles no es una excepción. Para la autora, la diversidad de opiniones que se comparten hoy día en el feminismo es menos una crisis peligrosa que «un rasgo de su madurez y capacidad para abordar el conflicto y la diferencia dentro de la lucha común y compartida por la igualdad. Para mí el feminismo es la gran revolución de la humanidad, justa y necesaria para la especie, sin guerras, una revolución que llevará tiempo porque nace de la asimetría estructural y está expuesta a constantes retrocesos e inercias. Además, cada crisis lo pone a prueba», nos dice la escritora y científica.
Así, y por resumir, podríamos decir que Frágiles busca en la autonarración el modo privilegiado de dar cuenta de la intimidad del sujeto, con voluntad de gesto político; Frágiles es un reconocimiento del malestar, en tanto que conciencia incómoda, pensado como respuesta (y no como estado); un malestar que nos permita sobreponernos a las limitaciones y sufrimientos que nos oprimen. Un malestar que se convierta en afecto activo e insatisfecho que nos obligue a movernos, a actuar.