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Cultura

Pasión y una disciplina férrea: así viven los bailarines del ballet de San Petersburgo

Pasamos una tarde con los bailarines del ballet de San Petersburgo, que se encuentran en Madrid para representar ‘El lago de los cisnes’ en el teatro EDP Gran Vía

Belleza y delicadeza. Son dos de las palabras que más escuchamos cuando hablamos de ballet clásico. Movimientos ligeros pero certeros, perfectamente coordinados, que fluyen con la música. Detrás de todo eso, también se recuerda a menudo, hay años y años de esfuerzo, piernas de acero y pies de hierro.

Lo comprobamos al pasar una tarde con los bailarines del ballet de San Petersburgo, que se encuentran en Madrid para representar El lago de los cisnes en el teatro EDP Gran Vía.

Nos recibe en los apartamentos donde se alojan Tatiana Solovieva, la productora del espectáculo. Una mujer con energía y las ideas bien claras que defiende a capa y espada que la escuela rusa es mejor que cualquier otra. Por eso, la compañía no acepta bailarines que no tengan una educación rusa. La enseñanza de interpretación, maquillaje y peluquería son puntos a favor de esta escuela, pero más tarde los bailarines confesarán que es la disciplina la que realmente marca la diferencia.

Mientras nos cuenta todo esto, sale de su habitación Mariana Rusu, que interpreta a la reina en el espectáculo y a la que más tarde veremos dirigir los ensayos previos a la puesta en escena. La acompañan Vladislav Kozlov y Ekaterina Bortiakova, dos de los solistas de la compañía.

«Nosotros siempre estamos agradecidos a nuestro público, a nuestros espectadores, pero ahora, después de todo lo que ha pasado, estamos muchísimo más agradecidos», dice la bailarina, a quien nos tiene que traducir la productora. «Hay que aprovechar este momento, porque no sabemos lo que va a pasar después, así que vamos a disfrutar al máximo la posibilidad de estar con el público en Madrid», añade Vladislav Kozlov.

Y con eso en mente se dirigen cada tarde al teatro, cuatro horas y media antes de que comience el espectáculo, para prepararse y que salga todo perfecto.

Por la puerta de atrás y como quien se pasea por su casa, el primer grupo de bailarinas se sube al escenario para comenzar su rutina. Las chicas, que hace minutos llevaban vestidos, sandalias y ropa de verano, aparecen con gruesos chalecos, pantalones largos y zapatillas térmicas para mantener los músculos calientes hasta que de verdad activen el cuerpo. Poco a poco se va sumando el resto del elenco, que encuentra su hueco sobre las tablas para comenzar a calentar y estirar los músculos.

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Foto: Eva Cubas | The Objective
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Foto: Eva Cubas | The Objective

Pies, tobillos, rodillas, caderas, brazos… cada parte del cuerpo empieza a entrar en acción con movimientos que al común de los mortales le parecen imposibles, pero que ellos realizan con toda naturalidad mientras charlan distraídos.

Cada día, estiran y calientan durante una media hora para después dar una clase de ballet de dos horas en el propio escenario, nos explica la bailarina Valeri Ferrazimo, que se baja de las tablas para atendernos antes de empezar la formación diaria. Con barras que cuelgan del techo y entre frases en ruso y palabras sueltas en inglés, los bailarines siguen a una de sus compañeras, que imparte la clase del día.

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Foto: Eva Cubas | The Objective

También enfundada en una ropa que choca con el veraniego exterior, llega Radamaria Nazarenco Duminica, una bailarina afincada en Madrid desde hace ocho años que tiene su propia escuela, pero que se une al ballet de San Petersburgo durante los días que actúan en la capital. Habla español perfectamente, así que se convierte en nuestra guía improvisada y nos permite adentrarnos en la parte que no se ve, donde los bailarines que ahora llevan ropa cómoda y moños hechos en el momento se convertirán en cisnes, príncipes y princesas y todo tipo de personajes fantásticos para trasladar al público a épocas pasadas y mundos fantásticos.

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Los trajes del espectáculo, en los camerinos de los bailarines. | Foto: Eva Cubas | The Objective

Con tantos años de experiencia, no necesitan peluqueros ni maquilladores, ellos mismos se preparan para el espectáculo. Sí que los acompaña una costurera, nos explica Radamaria, por si tienen cualquier problema con los trajes que necesite arreglo en el momento.

Todo esto lo aprenden también en las escuelas rusas, como nos ha explicado antes Tatiana Solovieva y nos confirma Radamaria, también firme defensora de ese tipo de enseñanza. «En Europa es todo muy light, en Rusia te gritan, si tú quieres ser bailarina es mucho más duro, hay más disciplina», explica. «Aquí no puedes obligar, allí si vas a ballet te obligan, ¿para qué vienes si no? Es todo mucho más duro».

Ante nuestras dudas sobre este tipo de disciplina, la bailarina asegura que no es perjudicial forzar el cuerpo de esa manera. «Estamos sanas y no tenemos enfermedades, es sano, si tienes la mente normal, no pasa nada».

Mientras, arriba han empezado ya con el ensayo. Un grupo de bailarinas repasan escenas del espectáculo y Mariana Rusu, desde las butacas, dirige cada movimiento. «I see your hand, up, up (veo tu mano, arriba, arriba)», se escucha desde el fondo. Hasta el más mínimo detalle lo ve Mariana, en la que ya no queda rastro de la dulzura y timidez que mostraba ante la cámara. Aquí se siente segura y sabe que es ella quien manda.

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Foto: Eva Cubas | The Objective

A nosotras todo esto nos parece un poco locura mientras lo vemos, para qué vamos a mentir, pero ellos están convencidos, y así nos lo transmiten, de que merece la pena por vivir lo que viven cada noche en el teatro.

«Todo lo que hacemos, después en el escenario, la emoción y ver al público que disfruta del espectáculo, merece la pena todo lo que tenemos que hacer antes», dice Valeri con una sonrisa en la cara. Horas antes, Ekaterina afirmaba que «es una felicidad total, enorme, os costará imaginarlo, cuando estás al final del espectáculo que te iluminan los focos, que toda la sala está aplaudiendo, sientes esta cantidad de emociones y merece la pena».

Vladislav y Mariana también lo tienen claro: «si te gusta, no es un sacrificio».

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