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Cultura

Diálogos imaginarios o el arte de hablar con muertos ilustres

Dan Crowe reúne en ‘Entrevistas de ultratumba’ (Libros del Kultrum) a una serie de escritores -Cynthia Ozick, David Mitchell, Geoff Dyer o Joyce Carol Oates- para que entrevisten a figuras de la cultura, la sociedad y la política que para ellos fueron relevantes y que ya están muertos

Diálogos imaginarios o el arte de hablar con muertos ilustres

Veit Hammer | Unsplash

Mark Twain detestaba las entrevistas. Creía que concederlas era un enorme error que, sin embargo, la mayoría de los escritores cometía, quizás dejándose seducir por las amables palabras del entrevistador, quizás por un cierto narcisismo al saberse objeto de interés o quizás por el miedo al qué dirán ante su posible rechazo. Lo cierto es que para Twain conceder una entrevista equivalía a pasar un mal rato debido al miedo suscitado por las imprevisibles preguntas a las que contestar, un miedo causado, además, por la inevitable desconfianza hacia el entrevistador.

«El entrevistador lo disemina a uno, hecho picadillo, por toda la redondez del mundo», escribía en 1890 Twain en un artículo titulado Concerning the Interview, en el que, además, añadía: «Hay un montón de razones por las que toda entrevista es un error. Una de ellas es que el entrevistador, luego de abrir grifos aquí, allá y acullá, haciendo multitud de preguntas hasta dar con el que fluye libremente y con interés, nunca parece pensar que lo sabio sería concentrarse en este último y tratar de sacarle el mejor provecho, desentendiéndose de todo lo que ha dejado ya correr. Pero él no lo ve así: se asegura de cerrar ese manantial con otra pregunta sobre alguna otra cuestión, y con ello su única pobre oportunidad de llevar a casa algo de valor escapa de inmediato y para siempre». El resultado no podía ser más nefasto para el entrevistado, para cualquiera, incluso para el más brillante. Y es que, como alertaba Twain al final del artículo, en una entrevista «solo atinamos a decir lo suficiente para perjudicarnos y nunca llegamos adonde hubiéramos querido para explicar y justificar nuestra posición».

No sabemos qué hubiera pensado Twain de Entrevistas de ultratumba (Libros del Kultrum), un libro donde Dan Crowe reúne a una serie de escritores -de Cynthia Ozick a David Mitchell, de Geoff Dyer a Joyce Carol Oates, de Rick Moody a Rebecca Miller– para que entrevisten a figuras de la cultura, la sociedad y la política que para ellos fueron relevantes y que ya están muertos.

«Todos hablamos con fantasmas, que nosotros mismos elegimos: nuestro yo pasado o miembros de nuestra familia que ya no están aquí» —Dan Crowe

Junto a todos ellos, los editores de Libros del Kultrum han añadido nuevas conversaciones y, de esta manera, nos encontramos a Andreu Jaume conversando con Jaime Gil de Biedma y a Iván de la Nuez, con Leandro Feal; a Jordi Soler hablando con Antonin Artaud; a Esther García Llovet preguntando a Kirk Douglas o a Wendy Guerra, a Anaïs Nin. Puede que a Twain le hiciera gracia este ejercicio de fabulación, pues escapa de ese periodismo hacia el que se mostraba tan crítico y desconfiado para adentrarse en el terreno de la ficción. Sin embargo, también puede ser que se llevara las manos a la cabeza y exclamara: «¡Ni estando muerto me libro de las entrevistas!». De lo que no debería sorprenderse, al menos si atendemos a lo que comenta Dan Crowe, es del hecho de que se converse con los muertos, pues, dejando de lado el género de la entrevista y sin entrar en el mundo del espiritismo y los médium, «todos» −apunta Crowe− «hablamos con fantasmas, que nosotros mismos elegimos: nuestro yo pasado o miembros de nuestra familia que ya no están aquí». Y, evidentemente, entre nuestras elecciones también pueden estar artistas, cuyas ideas y trabajo, sin embargo, perduran porque seguir interpelándonos, siguen despertando nuestro interés y nuestra admiración. Los artistas, como diría Italo Calvino de los clásicos, perduran en la medida que sigan llamando nuestra atención, es decir, sigan siendo actuales a pesar del tiempo transcurrido. 

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Imagen vía Libros del Kultrum.

Todo libro, desde el clásico hasta la última novedad, se vuelve nuestro contemporáneo a través de nuestra lectura, que no solo lo actualiza, sino que lo hace nuestro coetáneo. Y es precisamente esta idea de con-temporaneidad la que está a la base de las entrevistas aquí reunidas, en las que el tiempo que separa al entrevistador del entrevistado se disuelve en la inmediatez de la conversación, que no es sino una forma de lectura. Y es que, si leer es establecer un diálogo con los textos, las entrevistas aquí reunidas pueden interpretarse como ejercicios de lectura crítica por parte de unos entrevistadores que se acercan a sus «héroes finados» interpelándolos. Como un lector que interroga al texto que está leyendo, los entrevistadores interrogan a través de cada una de sus preguntas a sus héroes y, consecuentemente, a la obra de estos. En este sentido, las entrevistas son un acercamiento global, tanto al autor como a sus textos; ambas dimensiones −la autorial y la textual− se superponen en las respuestas que, inventadas por el entrevistador, no dejan más que reflejar la interpretación que este hace del cuerpo – físico y textual− al que interpela.  De ahí que, en realidad, los diálogos que aquí se reúnen nos dicen más de quien pregunta que de quien responde. Y no importa, recuerda Crowe, si algunos de los entrevistadores, como es el caso de Joyce Carol Oates al conversar con Robert Frost, utilicen para las respuestas solamente textos escritos por el entrevistado o que recurran a frases sacadas de otras entrevistas o declaraciones; la clave no está tanto en el material utilizado, sino en la selección de este. De hecho, el entrevistador dibuja su retrato como lector y también como crítico precisamente con la selección de los textos, con la manera en que los modifica o inventa las respuestas. 

«Tú te esforzaste en construir una identidad poética y, cuando lo conseguiste, te dedicaste a vilipendiarla», le dice Andreu Jaume a Gil de Biedma

De ahí que el mayor interés de las entrevistas aquí reunidas reside en que nos permiten adentrarnos desde una nueva perspectiva en la obra de los entrevistados, pero sobre todo profundizar en la concepción literaria de los entrevistadores: Cuando Cynthia Ozick interpela a Henry James lo hace para reflexionar, entre otras cuestiones, sobre «el influjo foráneo» que hace irreconocible «nuestra lengua inglesa, cuya sagrada pureza tanto resplandor desprendió un día» o sobre el conflicto entre alta literatura y literatura comercial –«Lo acabaron despidiendo [del New York Tribune] por ser demasiado bueno», le recuerda Ozick a James-. Cuando Andreu Jaume conversa con Gil de Biedma se abordan cuestiones como la intimidad en la literatura –«De alguna manera, el diario está escrito con ese propósito, encontrar un lenguaje que fuera capaz de hablar de la intimidad, pero no solo en cuestiones sexuales, sino con respecto al encuentro con uno mismo y con los demás», dice el entrevistado− o sobre la construcción de una identidad a través de la poesía –«Tú te esforzaste en construir una identidad poética y, cuando lo conseguiste, te dedicaste a vilipendiarla», le dice Jaume a Gil de Biedma-. Y cuando Carme Riera entrevista a George Sand se pone el acento en la marginalidad a la que estaban condenadas las escritoras a finales del XIX e, incluso, en los inicios del XX -«Por el hecho de escribir y publicar, había entrado en un terreno vedado, la escritura, y no podía hacerlo como mujer sino solo si me revestía de atributos varoniles», recuerda Sand- así como en el carácter pionero de la autora que Riera le reconoce en más de una ocasión –«Usted trató de llevar a los mallorquines la buena nueva de que el mundo, tras la Revolución Francesa, había cambiado y de que, siguiendo su ejemplo de mujer liberada, los atrasados isleños podían emanciparse»−. 

Instalado en la isla de Jersey, quizás movido por la soledad de ese exilio forzado el escritor francés Victor Hugo se refugió en los espíritus de Shakespeare, Galileo o Platón, a quien convirtió en sus interlocutores. Con ellos entabló conversación en varias sesiones de espiritismo de las que el escritor dejó testimonio en cuatro cuadernos publicados hace algunos años por la editorial Wunderkammer bajo el título Lo que dicen las mesas. Aquellos cuadernos no solo describen cómo se procedía en cada una de las sesiones, ni tampoco se limitan a transcribir las conversaciones con aquellos ilustres espíritus. Los cuadernos contienen reflexiones sobre la literatura y el lenguaje –«La lengua celeste no existe. No hay alfabeto de lo increado; no hay gramática del cielo», le dice Galileo−, así como sobre el sentimiento del amor, de la piedad y la justicia. Como el autor de Los miserables y como el escritor catalán Lluis Maria Todó en Un diàleg imaginari (Club Editor), los entrevistadores reunidos en Entrevistas de Ultratumba también invocan a sus espíritus más ilustres y, quizás, lo hagan también en un intento de combatir la soledad o, quizás, para poder abordar esas cuestiones latentes que, como era en el caso de Hugo, le atormentaban el alma. De hecho, en su conversación con tres de los más grandes autores de la literatura francesa, Flaubert, Stendhal y Proust, Todó reflexiona sobre la relación entre vida y escritura, sobre lo que impulsa a cada a crear y ser y sentirse escritor. A través de tres maneras distintas −la de Flaubert, Stendhal y Proust− de concebir la literatura y la creación literaria, Todó convierte esas conversaciones en una forma de ensayo sobre sí mismo y su relación, en tanto que lector, escritor y traductor, con estos tres autores. 

«El otro mundo me llama. Se trata de un mundo que no todas las personas tienen el privilegio de conocer», le dice Arthur Conan Doyle a Ian Rankin, su entrevistador, a modo de despedida. Conan Doyle se va como se van todos los espíritus, sin embargo, la conversación sigue. Y es que, como señala a modo de introducción Andreu Jaume, si bien las entrevistas son ficción, ellas reproducen «retazos de las conversaciones póstumas» que él tuvo y sigue teniendo con Gil de Biedma y que los otros entrevistadores tuvieron y siguen teniendo con esos espíritus, nuestros contemporáneos. 

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