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Un puñado de ancianos italianos y sus perros guardan el secreto del manjar más preciado del mundo

El documental ‘Los cazadores de trufas’, producido por Luca Guadagnino, se adentra en el rastreo de la trufa alba en los bosques del Piamonte

Un puñado de ancianos italianos y sus perros guardan el secreto del manjar más preciado del mundo

'Los cazadores de trufas' | Sony Pictures Classics

Después de rodar su documental The Last Race (2018), sobre la supervivencia de un circuito de carreras en Long Island, los directores Michael Dweck y Gregory Kershaw necesitaban darle un respiro a sus oídos. El bálsamo lo encontraron en los recónditos bosques de la región italiana de Piamonte. 

«El sitio es mágico. No parece real. Es una zona que se masifica en noviembre, porque es la época de la producción de la trufa blanca, pero en agosto, que es el mes que nos instalamos allí, estábamos solos con los lugareños», explica Dweck.

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Imagen vía Sony Pictures Classics.

A ambos realizadores les atraen los relatos de comunidades apegadas a las tradiciones, y en aquellas vacaciones encontraron la materia prima para su siguiente largometraje. Su título es Los cazadores de trufas y después de participar en las secciones oficiales de Toronto, San Sebastián, Cannes y Sundance, estuvo preseleccionado para los premios Óscar.

Sus cámaras acompañan a tres ancianos especialistas y a sus perros truferos en la detección del preciado manjar, mientras se enfrentan a los cazadores furtivos de la zona y ponen en práctica sus rituales cotidianos. Ya sea el desayuno, el trabajo en el campo, la producción de vinos, conservas o salchichas.

«No creo que se dediquen a buscar trufas por dinero, sino por deporte. Todos cobran pensiones, pero les gusta estar en el exterior con sus perros», señala Kershaw.

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Imagen vía Sony Pictures Classics.

Un manjar asilvestrado

Como describe el programador de documentales del Festival de Toronto, Thom Powers, «la trufa se ha convertido en una obsesión culinaria. Los hongos comestibles que crecen cerca de las raíces de los árboles pueden variar en tamaño desde el de una fresa hasta el de una manzana. Son atesorados por los sibaritas por sus aromas y sabores, que provocan descripciones similares a las utilizadas por los conocedores de vinos. Las más codiciadas pueden alcanzar precios astronómicos en una subasta. Rastrearlas en el bosque es tanto un arte como una ciencia practicada en asociaciones entre humanos y perros».

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Imagen vía Sony Pictures Classics.

La demanda de la trufa Alba ha crecido de manera exponencial, en relación inversamente proporcional a su escasez. La deforestación, la contaminación agrícola y el cambio climático están disminuyendo la producción de una delicia gastronómica que no puede cultivarse. Tampoco hay jóvenes que quieran tomar el relevo de un puñado de hombres que ya superan los 70 años, así que la competencia es feroz y sus secretos son ahora más codiciados que nunca.

Una secuencia recoge el momento de negociación de los recolectores de trufas con los comerciantes. Es de noche, la única iluminación procede de los coches de los allí citados. El pago se hace en dinero en efectivo, entre susurros. La estampa es idéntica a la de un intercambio de drogas, «pero los traficantes superan los 90 años», se ríe Dweck.

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Imagen vía Sony Pictures Classics

Confianza en los huevos fritos

Los directores han dedicado tres años a sacar adelante el documental. Gran parte del tiempo lo invirtieron en ganarse la confianza de sus protagonistas.

«En este rodaje había un sentimiento de urgencia por capturar a una generación irreemplazable. La caza de la trufa continuará, pero hay algo muy único en estos señores: su manera de interactuar con la naturaleza y con su comunidad. Han decidido no disponer de móviles. A pesar de lo mucho que les facilitaría ubicarse. Y eso transforma inmediatamente su relación con el mundo. Experimentan la naturaleza en el presente. Hay una fisicidad y una proximidad en sus relaciones de las que nos han ido alejando la modernidad y la tecnología. Es un mundo que está desapareciendo», argumenta Dweck, apenado.

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Imagen vía Sony Pictures Classics.

El director italiano Luca Guadagnino se enroló en la producción del filme porque él mismo tiene una casa en la región y un perro trufero. 

A lo largo de estos años, el tándem de cineastas ha probado gran variedad de platos tocados con esta exquisitez de los bosques, pero su favorito fue el más sencillo. Así describe la experiencia Kershaw: «El primer año hubo sequía, así que había poca trufa. Cuando finalmente llovió, acompañamos a uno de los ancianos al bosque. Allí encontró una preciosa trufa blanca. Fuimos a su casa y dimos por sentado que iba a llamar a su distribuidor, pero no fue así. Encendió un fuego, frió ocho huevos y les rayó la trufa por encima. Fue magnífico, porque no sólo participamos del descubrimiento de aquel ejemplar, sino que aquella fue la señal de que habíamos ganado su confianza y ya habíamos entrado en la comunidad. Solo entonces pusimos en marcha nuestras cámaras».

La película está disponible en alquiler y compra digital a través de Apple TV, Prime Video Store y Google Play.

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