Miguel Bonnefoy rinde homenaje a su padre, torturado por la dictadura chilena
‘Herencia’ (Armaenia, 2021) es la tercera novela del escritor Miguel Bonnefoy, una saga familiar compuesta por cuatro generaciones que se mueven entre Francia y Chile en un movimiento pendular de ida y vuelta
El escritor Miguel Bonnefoy (París, 1986) es de padre chileno y madre venezolana y ha vivido a caballo entre Francia, Caracas y Portugal. En la actualidad vive en Berlín, con su mujer danesa y sus hijas. Nos cuenta Bonnefoy, al teléfono, que hay toda una vieja historia de migraciones y exilios en su familia. Que, de otro lado, se pasó la vida viajando, pues su madre es diplomática. Y que, además, «es una especie de evidencia de que hay un atavismo sobre los viajes en mi corazón y en su familia». De ahí que no sea extraño que su tercera novela, Herencia, traducida al español por Amelia Hernández Muiño, y editada por Armaenia Editores, sea una novela que peregrina por diferentes paisajes y continentes, donde se pierden (y se ganan) países; una narrativa que cruza todo un siglo (abre en 1873 y cierra en 1973), y en la que se nos presenta la historia de cuatro generaciones de una misma familia, los Lonsonier. Entretanto, cientos de aventuras; aventuras en el sentido puramente etimológico, como precisa Bonnefoy, entendiendo que una aventura «significa que lo que ha de pasar tiene que pasar porque no puede pasar otra cosa». Por ello, la mayoría de sus personajes son obstinados, con una determinación inquebrantable, pareciera como si de alguna forma estuvieran predestinados a su muerte; así, cada personaje, en la novela, tiene una especie de fatalidad, de destino. Bonnefoy lo resume en términos poéticos, al decir que «sé que era importante darle a cada personaje un fuego interno que camina hacia su destino».
«Era importante darle a cada personaje un fuego interno que camina hacia su destino»
Herencia se dibuja así en tanto que «bonita metáfora que me sirve para poder hablar del viaje geográfico, pero también del interno que puede haber adentro de una misma familia». Y es que, como nos confirma el autor, en Herencia hay viajes, exilios políticos y migraciones de movimientos humanos que siguen la secuencia vivida por su propia familia, que huye de Francia por la plaga de la filoxera a finales del s.XIX y retorna al país galo en los albores del s. XXI. «Me permití algunos elementos de ficción para poder equilibrar el conjunto», nos dice, Bonnefoy, quien, no obstante, nos confirma que, en esencia, se trata de una novela enraizada en la mitología de su propia estirpe.
A este respecto es importante destacar el germen del libro: otro libro, escrito por su propio padre (Michel Bonnefoy), aunque publicado bajo el pseudónimo de Ilario Da, y editado en Barcelona en 1977 por la editorial Blume (y reeditado en Chile por Lom Ediciones en 2003), Relato en el frente chileno, donde se testimonia el secuestro que sufrió este por parte de la DINA y el tiempo de torturas pasado en Villa Grimaldi. Bonnefoy hijo nos confiesa que «el libro es tan fuerte y profundo que pensé que podría darle una segunda vida, un renacimiento, traduciéndolo al francés y publicándolo en editoriales francesas». Sin, embargo, pronto se dio cuenta de que sería mucho más efectivo si lo incluía adentro de una estructura narrativa mayor y que era mejor idea no quedarse solo en la dictadura chilena, sino «digamos cruzar todo el siglo y hacer ese puente entre las dos culturas, la francesa y la chilena». Ello le permitía, además, explorar «los mestizajes, el juego de los diferentes tejidos que puede haber entre las culturas y las tradiciones».
Dejar solo lo esencial
Se sincera Bonnefoy diciéndonos que la primera versión del manuscrito de Herencia tenía casi 500 páginas, pues sentía la necesidad de ponerlo todo, de realizar profusas, concienzudas explicaciones sobre todo lo que les acontecía a los protagonistas; y no solo en el contexto histórico, sino también en el de sus obsesiones. Leyó mucho para preparar esta novela, en la que trabajó dos años, mientras vivía en Roma, y para la que dedicó un tercer año de poda, de recortes, «de quitar esa grasa, las malas hierbas, gracias a lo que me pude dar cuenta de que una elipsis, a veces, un salto de 20 o 30 años en una frase, paradójicamente, te da una impresión mejor de tiempo que largas páginas diciendo que pasaba el tiempo». Este aprendizaje le viene a Bonnefoy de Flaubert, de quien menciona su Un corazón solitario (incluido en su libro clásico Tres cuentos). Nos dice el escritor: «Fíjate, Flaubert caracteriza al personaje de Felicité con una sola frase. El primer párrafo del cuento dice lo siguiente: ‘Ella también había tenido su historia de amor’. Y con esa sola frase ya nos queda claro el personaje, con eso solo ya lo tiene inmortalizado para todos los siglos. Y es que, con una sola pincelada, uno puede dar mejor cuenta de un rostro, un paisaje, una personalidad». Gracias a este sistema de elipsis, Bonnefoy acabó dejando su novela en apenas 200 páginas.
Es importante en Herencia, además, la estructura elegida. «Me parecía importante que fuera circular», nos dice Bonnefoy. Y añade: «Tenía claro que cada capítulo tenía que cerrarse como una especie de pequeño círculo, con lo que conseguía mil pequeños círculos adentro de un gran círculo». Pues, además, la novela termina como empieza: y no solo por la secuencia de las fechas, que componen un siglo exacto, sino porque termina y comienza en una aduana, con un exilio y en un cambio de nombre (y, consecuentemente, de identidad). La fatalidad de los personajes, a la que nos referimos antes, ahonda en ese aspecto circular, «pues en el momento de su nacimiento, cada personaje ya sabe cómo va a ser su muerte, al estilo de los relatos de los héroes míticos. Pasa con Aquiles, Teseo, etc y también con mis personajes», concluye Bonnefoy.
Vivir con un pie en cada continente (y en cada tradición)
Para entender la narrativa de Miguel Bonnefoy hay que entender el contexto de su vida. Y de sus estudios. Las lecturas de literatura chilena fueron importantísimas para él (Vicente Huidobro, Pablo Neruda, Gabriela Mistral, Roberto Bolaño), pero también la poesía, que le leía su madre, poemas de Eugenio Montejo, Gustavo Pereira, Luis Alberto Crespo, Gioconda Belli o Mario Benedetti. De otro lado, la literatura venezolana (se confiesa gran lector de Rómulo Gallegos o de Miguel Otero Silva). Y es decisivo, de la literatura argentina, más allá de Borges y Cortázar, la influencia de Roberto Arlt, «quien me dejó una huella inmensa». Pero también fueron determinantes Juan Rulfo, César Vallejo o Ruben Darío. Y luego la Sorbona, donde Bonnefoy estudio Letras Modernas, especializándose en la literatura comprometida del siglo XX.
Así, su primera novela, El viaje de Octavio (Armaenia, 2017), que estuvo nominada para el Premio Goncourt a primera novela, fue escrita cuando vivía entre Caracas y París, y estaba marcada «por mis años en Venezuela, donde había trabajado con el proceso de la revolución bolivariana, y era muy importante para mí hablar de ese viaje un poco a la vez político, pero maquillado con poesía». En el momento de la escritura de su segunda novela, Azúcar negro (Armaenia, 2018), Bonnefoy ya vivía en Francia totalmente, «pero tenía mucha nostalgia de Venezuela y del Caribe y por eso en el libro se habla tanto del ron y los cañaverales». Ya con Herencia, llevaba seis años el escritor viviendo en Europa «y en mi corazón poco a poco se iba alejando Venezuela y Francia ya estaba mucho más presente. Así que, seguramente, esta novela sea un puente lanzado entre las dos culturas porque ya estaba más metido aquí». Nos cuenta Bonnefoy que su próximo libro está totalmente ambientado en Francia, y que tendrá en su centro la biografía del pionero de la energía solar, Augustin Mouchot. «Poco a poco me voy acercando a Francia; y diría que Herencia es como una suerte de introducción al país», dice.
«Sé que voy a volver al imaginario colectivo caribeño que es lo que de verdad me gusta escribir»
En los libros de Miguel Bonnefoy siempre se producen ecos y unos responden a otros, en un juego de concordancias subterráneas, estableciéndose un diálogo que tiene algo de boomerang. De ahí que no es descabellado pensar que sus próximas obras vuelvan a principio, pues nos confiesa el escritor que «sé que voy a volver al imaginario colectivo caribeño que es lo que de verdad me gusta escribir».
Fiel a su deseo, nos confiesa Bonnefoy un viejo sueño que espera poder realizar en algún momento. El caso es que, de momento, todavía siente que tiene que decir algunas cosas en francés durante unos años. Pero, una vez «me haya quedado digamos satisfecho de lo que quería decir en francés, me gustaría poder permitirme el lujo de una segunda vida de escritor. Empezar de nuevo y ponerme a escribir directamente en castellano y publicar en editoriales hispanohablantes y ver si efectivamente puedo o no empezar una segunda carrera, pero en otro idioma». Le encantaría ser traducido al francés y ser presentado como un escritor extranjero. «Sería muy coherente con la vida que llevo y con lo importante que me parece el mestizaje». Y cita a Facundo Cabral, cuando dice: «No soy de aquí ni soy de allá». Para sentenciar: «Capaz que igual hasta me agarro un pseudónimo».