¿Qué es lo que no funciona con la globalización?
La globalización nos afecta a todos, se percibe en los productos que compramos en el súper, en el número de turistas e inmigrantes que pasean por las calles, en las tendencias sociales, las empresas para las que trabajamos, los idiomas que hablamos e incluso en las series que vemos. Sin embargo, la opinión de que la apertura a otros países y mercados solo traería prosperidad y riqueza ha quedado eclipsada por la desigualdad salarial, el desempleo, el daño medioambiental de una sociedad consumista y la deslocalización de la mano de obra, como demostraron las manifestaciones durante el G20. La globalización, al igual que el desarrollo, es inevitable, por eso, cabe preguntarse si el equilibrio entre las demandas del mercado y el Estado de bienestar es posible, si realmente la globalización puede deshacerse de su cara más oscura.
La globalización nos afecta a todos, se percibe en los productos que compramos en el súper, en el número de turistas e inmigrantes que pasean por las calles, en las tendencias sociales, las empresas para las que trabajamos, los idiomas que hablamos e incluso en las series que vemos. Sin embargo, la opinión de que la apertura a otros países y mercados solo traería prosperidad y riqueza ha quedado eclipsada por la desigualdad salarial, el desempleo, el daño medioambiental de una sociedad consumista y la deslocalización de la mano de obra, como manifestaron los alemanes durante el G20. La globalización, al igual que el desarrollo, es inevitable, por eso, cabe preguntarse: ¿ Es posible el equilibrio entre las demandas del mercado y el Estado de bienestar, puede realmente la globalización deshacerse de su cara más oscura?
¿Qué es lo que no funciona con la globalización?
“Un mundo más conectado trae consigo nuevas oportunidades. La gente viaja, trabaja, aprende y vive en diferentes lugares del mundo. Interactúan entre sí a través de Internet, comparten sus ideas, culturas y experiencias. La capacidad de colaborar en causas contra el cambio climático es más amplia, la cooperación científica y el intercambio de ideas estimulan la creatividad y aceleran la innovación a nivel internacional. Todo ello sería imposible sin el fenómeno de la globalización”, escriben los dos vicepresidentes de la Comisión Europea, Frans Timmermans y Jyrki Katainen, en su reflexión sobre este movimiento.
Sin embargo, la crisis económica global demostró que no solo estamos interconectados para bien. Como dijo el expresidente estadounidense Barack Obama durante la cumbre del G8 de 2012, “si una compañía quiebra en París o en Madrid, eso significa menos negocio en Pittsburgh o en Milwaukee”. Por eso, la globalización está más que nunca en el punto de mira.
– Competencia interna
En la calle principal del municipio madrileño de Getafe los comercios locales han desaparecido. Ahora, exceptuando un Pull & Bear y algún restaurante, todo parece sacado de una fábrica Made In China. Las tiendas de ropa, de reparación electrónica y sastrerías e incluso bares, en donde te sirven unas bravas, son ahora propiedad de familias chinas. Aunque esto ya no es impactante para la mayoría de los residentes, que aceptan el cambio, algunos vecinos tienen la sensación de estar perdiendo algo.
Performance artists dress as zombies in a call for more humanity at the #G20 summit in Hamburg, Germany (Christof Stache/AFP) pic.twitter.com/m8SGHUUY0d
— Ellen (@punzikstan) 7 de julio de 2017
La protección de los negocios locales está a la orden del día, como defiende Donald Trump en EEUU con su America First. “El proteccionismo, en general, nunca ha llevado a riqueza y prosperidad. Muchas nuevas tendencias y movimientos políticos abogan por ello, como Macron. Sin embargo, si se protege a los locales porque no pueden competir, pero siguen manteniendo sus mismos precios y la gente no compra porque al final compran por Amazon o en las tiendas con precios más bajos, pues todo eso no sirve de nada“, cuenta Miguel Otero, investigación principal para la Economía Política Internacional en el Real Instituto Elcano.
– Deslocalización
Cada vez son más empresas las que se apuntan a producir en países en vías de desarrollo porque la manufacturación es más barata. “Los obreros de poca cualificación, que en su momento tenían buenos salarios y contaban con ciertos derechos, pues ahora mismo, por la competencia de muchos otros países y por la deslocalización de las empresas, han perdido sus puestos de trabajo. Y además ven que sus hijos que han estudiado más, ganan mucho menos proporcionalmente que ellos en los años 70 y 80”, explica Otero.
«El proteccionismo, en general, nunca ha llevado a riqueza y prosperidad»
“Desde la política y el empresariado nos hemos dedicado durante 30 años en cuerpo y alma a desmantelar toda la industria nacional. Todo empezó desde que cayó el muro de Berlín y comenzó la globalización. Las grandes industrias se marcharon fuera para encontrar mano de obra con salarios más bajos“, aseguraba Ramón Muñoz, autor de España, Destino Tercer Mundo, al periodista Jordi Évole en una entrevista para Salvados, el programa de La Sexta.
En este punto, Ecologistas en Acción se hace eco del fomento del consumismo exacerbado y la producción sin límite en países de desarrollo en los que las normas medioambientales no son tan estrictas. “Vivimos inmersos en un mundo de crecientes desigualdades que se encamina hacia una crisis ecológica sin precedentes. La causa es la actual fase del capitalismo: la globalización, en la cual el principal valor por el que se rigen el mundo es el del beneficio económico a corto plazo”, explican en su plataforma.
– Desigualdad
Existe un consenso en la teoría económica sobre el resultado de la globalización y ese es la desigualdad. “La apertura y el libre comercio suele beneficiar a las sociedades en su conjunto, pero crea perdedores y ganadores. Se entiende que el 1% de la población mundial se ha beneficiado enormemente, al igual que muchas clases medias bajas de países emergentes, sobre todo China, que ha sacado de la pobreza a 600 millones de personas en los últimos 30 años. Los perdedores se han quedado en Europa y EEUU«, aclara Miguel Otero.
Entonces, ¿dónde está el equilibrio?
“La historia demuestra que encontrar un equilibrio entre el mercado y el Estado no es fácil. Si se le da demasiado poder al Estado impera el proteccionismo y el autoritarismo, y si se le da demasiada cancha al mercado hay inestabilidad económica y contestación social», cuenta Otero en un artículo de El País. «La evolución, la tecnología y el desarrollo son imparables, por eso necesitamos empoderar más que proteger, los países nórdicos lo han demostrado. Es necesario empezar por la educación, un sistema que llegue a gran parte de la sociedad y que sea más práctico y menos teórico, que eleve las competencias que se necesitan hoy en día”, agrega.
«La clave para el empoderamiento es el aprendizaje permanente»
La Comisión Europea, consciente de los problemas de la globalización, publicó el pasado mes de mayo algunas medidas a tomar en los próximos años para impedir el avance de las consecuencias de este movimiento. Entre las propuestas destaca la conciliación de los objetivos, es decir, la apertura de los mercados con la proyección de derechos y el aumento del bienestar humano a través de normas más estrictas, la creación de un plan de desarrollo sostenible y en especial, en la necesidad de un sistema social y educativo robusto, pues tal y como Timmermans y Katainen dicen, “la clave para el empoderamiento es el aprendizaje permanente. El igual acceso a una educación y a una formación de alta calidad es la más poderosa herramienta de redistribución de la riqueza en una sociedad”.