La CIA, la NFL, la CNN, Londres y siete países musulmanes: 5 tuits de Trump que traspasaron la pantalla
Regalar argumentos a un juez federal o confirmar sin pretenderlo una operación de la CIA son algunas de las consecuencias que han tenido las performances tuiteras de Trump.
Donald J. Trump lleva en Twitter cerca de diez años. Aterrizó en su red social favorita el 4 de mayo de 2009. Entonces el actual presidente de los Estados Unidos era un multimillonario más. Uno un tanto farandulero, quizás, debido a su afición por dirigir y aparecer en reality shows, concursos de belleza y veladas de lucha libre, pero qué mal puede hacer un poco de extravagancia. Es más: en una sociedad tan amiga del espectáculo como la norteamericana ese toque excéntrico ayudó a engordar la cuenta corriente. Ahí están ‘sus’ libros: Trump: The Art of the Deal lideró la lista de best-sellers que publica el New York Times durante trece semanas consecutivas; Trump: Surviving at the Top lideró esa misma lista durante un par de semanas; The Way to the Top: The Best Business Advice I Ever Received consiguió colarse entre los libros más vendidos según el índice del The Wall Street Journal y Why We Want You to Be Rich volvió a liderar el ranking del Times durante cuatro semanas consecutivas.
Precisamente, fue uno de ‘sus’ libros, Think Like a Champion, el culpable de que Trump decidiera registrarse en Twitter. Según cuenta el periodista Adam Harris, la idea fue de Peter Costanzo, uno de sus publicistas. Costanzo recomendó al entonces multimillonario hacerse una cuenta para darle un empujón al tema y Trump hizo caso. Como el nombre @DonaldTrump ya estaba registrado –como cuenta parodia– el magnate escogió el de @realDonaldTrump que tan bien conocemos. Su primer tuit fue para avisar de que esa misma noche aparecería en el programa de David Letterman (el hombre que inspiró a Buenafuente) para hablar, entre otras cosas, de ‘su’ obra literaria.
Durante sus primeros dos años en Twitter el actual presidente de los Estados Unidos escribió poco; menos de 300 tuits en total. Y cuando lo hacía era para promocionar alguna aparición pública o para poner algo sobre sus reality shows. No opinaba sobre política.
Pero a mediados del año 2011 la cosa cambió. Trump empezó a escribir bastante a menudo para cargar contra el entramado político estadounidense (daba palos a diestro y siniestro) y contra potencias extranjeras. “China es nuestro enemigo. Quiere destruirnos”, tuiteó el 20 de julio del 2011. Podría decirse que el origen del presidente tuitero que conocemos se remonta hasta ese verano. Sin embargo, muchos estadounidenses se tomaron lo que escribía Trump como la enésima extravagancia del magnate neoyorquino. Ya no aparecía dando la nota en un cuadrilátero poco antes de un combate de wrestling; ahora se asomaba a una red social para atacar a todo hijo de vecino. Pues vale. Otra forma de pasar el rato.
Hasta el 16 de junio de 2015. Ese fue el día escogido por Trump para anunciar su candidatura. A efectos de Twitter las consecuencias del anuncio fueron tres: empezar a recibir decenas de miles de visitas, experimentar un escrutinio tremendo por parte de los medios de comunicación y ser objeto de unos cuantos troleos. Como este –bastante épico– de Gawker.
No obstante, pese al escrutinio y los troleos, Trump continuó en la red social. De hecho, se podría argumentar que parte de su éxito en la campaña electoral se debe a sus performances en Internet; muchos analistas pasaron por alto la admiración y los aplausos que despertaban sus tuits en millones de estadounidenses. Además, el actual presidente de los Estados Unidos contó con la ayuda ‘desinteresada’ de unos cuantos simpatizantes tremendamente influyentes, tal y como contó el periodista Andrew Marantz en este reportaje de la revista The New Yorker.
Cuando ganó las elecciones todo el mundo dio por hecho que Trump iba a seguir dándole a Twitter. Entre otras cosas porque ya había dicho en alguna ocasión estar muy contento con la red social. Ésta –explicó– le permitía hacer declaraciones públicas sin necesidad de recurrir a unos medios de comunicación que, en su opinión, no hacían más que tergiversar sus palabras.
Con todo, hay quien esperaba que Trump moderase el tono una vez instalado en la Casa Blanca. Dejando de lado su cuenta personal y abrazando la cuenta presidencial –@POTUS– creada por Barack Obama, por ejemplo. También hubo quien temió que el multimillonario extendiese sus performances cibernéticas a la cuenta de @POTUS, dañando así la reputación de una cuenta a medio camino entre lo institucional y lo personal pero creada con la idea de ser utilizada con prudencia. No sucedió ni una cosa ni la otra. Desde que llegó al poder, Trump ha seguido compartiendo pensamientos, ideas y reflexiones a través de su perfil personal mientras que @POTUS ha quedado como mera cuenta promocional; un buen porcentaje de los tuits que aparecen en el timeline de @POTUS son retuits de la cuenta personal. Esto también se refleja en el número de lectores que arrastra cada una: @realDonaldTrump tiene 55,6 millones de seguidores mientras que los de @POTUS no llegan ni a la mitad (24,4 millones).
Lógicamente, aunque no se escriban desde @POTUS, los tuits que publica @realDonaldTrump se leen como las palabras del presidente de los Estados Unidos. El multimillonario estadounidense ya no es (sólo) un multimillonario estadounidense. Sus opiniones siguen siendo opiniones, pero también son mucho más que eso. No es de extrañar, pues, que algunos de sus mensajes hayan tenido consecuencias más allá de ocupar titulares en la prensa. Es más: no es descartable que las performances cibernéticas que tanto le ayudaron antes de las presidenciales del 2016 hayan aportado su granito de arena a la hora de lograr una participación récord en las elecciones legislativas que se han celebrado este martes; unas elecciones locales que los estadounidenses llevaban décadas ignorando y que en esta ocasión se han planteado como un referéndum sobre su figura. Es cierto que el Partido Republicano ha logrado afianzar su presencia en el Senado y mantener por los pelos el control de Florida, Ohio e Iowa (Texas también ha generado sudores en la Casa Blanca). Pero quizás los mensajes que antes del 2016 se leían con el asombro relajado –la carcajada, incluso– del que asiste a un espectáculo sin secuelas han ayudado al Partido Demócrata a recuperar la Cámara de Representantes así como los estados de Illinois, Wisconsin y Kansas.
A continuación, algunos ejemplos de tuits presidenciales que se salieron de madre.
That’s right, we need a TRAVEL BAN for certain DANGEROUS countries, not some politically correct term that won’t help us protect our people!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) June 6, 2017
Una de las primeras medidas que tomó Trump al tocar poder fue la de suspender indefinidamente el reasentamiento de los refugiados sirios en suelo estadounidense y prohibir el ingreso al país a personas procedentes de siete países de mayoría musulmana. La iniciativa se topó con una fuerte resistencia liderada por varios jueces federales que citaron este tuit a la hora de anular la suspensión. ¿El argumento? En su mensaje Trump reconoce que la medida pretende castigar a ciertos “países”, no a determinados individuos.
Marshawn Lynch of the NFL’s Oakland Raiders stands for the Mexican Anthem and sits down to boos for our National Anthem. Great disrespect! Next time NFL should suspend him for remainder of season. Attendance and ratings way down.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) November 20, 2017
Shawn Lynch, jugador de fútbol americano, desató una polémica tremenda cuando poco antes de un partido decidió ponerse de rodillas al sonar el himno de los Estados Unidos. Era su forma de protestar contra los abusos policiales sufridos por ciudadanos negros. Trump reaccionó en Twitter sugiriendo a los responsables de la NFL su suspensión temporal y deseándole daño al negocio mientras no lo hiciesen. El tuit recibió cerca de 150.000 likes, apareció en medios nacionales e internacionales y algunos periodistas deportivos comentaron después que su aportación había afectado a los números de la competición. De hecho, los dueños de algunos equipos acusaron posteriormente a Trump de haber utilizado una situación harto sensible –también en lo económico– para sacar rédito político.
At least 7 dead and 48 wounded in terror attack and Mayor of London says there is «no reason to be alarmed!»
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) June 4, 2017
Horas después de que tres terroristas islámicos cometiesen un atentado en Londres –el atentado en el que murió el español Ignacio Echeverría– el alcalde de la ciudad, Sadiq Khan, pidió a los londinenses calma y coraje, y explicó que si veían más policía de lo normal en los días siguientes no se alarmasen. Trump no tardó mucho en escribir un tuit escandalizado porque Khan hubiese dicho que no había motivos para alarmarse. No fue el único tuit que dedicó al alcalde de Londres; en otro tildaba su actitud de “patética”. Esto generó una crisis diplomática encubierta entre dos aliados que, en el contexto del Brexit, han acercado más si cabe sus posturas. La primera ministra británica, Theresa May, salió en defensa de Khan. También lo hicieron políticos estadounidenses como Al Gore o John McCain. Incluso la embajada estadounidense en el Reino Unido se vio en la obligación de lanzar varios tuits apoyando a Khan.
The Amazon Washington Post fabricated the facts on my ending massive, dangerous, and wasteful payments to Syrian rebels fighting Assad…..
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) July 25, 2017
Este tuit es, en apariencia, uno más de los que suele escribir Trump en contra de algunos medios de comunicación. En esta ocasión la colleja va para el Washington Post por un artículo sobre las actividades militares estadounidenses en Siria. No obstante, si se lee con un poco de cuidado el tuit lo que hace es confirmar la existencia de una operación secreta de la CIA (armar y entrenar a rebeldes sirios) y, también, la intención de la Casa Blanca de aflojar la presión sobre Bashar al-Assad. Es verdad que la operación era un secreto a voces para cualquiera mínimamente pendiente del escenario sirio. Pero una cosa es que fuese un secreto a voces y otra muy diferente confirmar su existencia. Vía Twitter, además. Por tanto, la auténtica consecuencia del tuit fue contribuir a empeorar las malas relaciones existentes entre Trump y algunos altos cargos de la inteligencia norteamericana.
#FraudNewsCNN #FNN pic.twitter.com/WYUnHjjUjg
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) July 2, 2017
Trump no puede soportar a según qué medios de comunicación. Sus ataques contra el New York Times, el Washington Post, la BBC o la CNN – un grupo al que suele referirse como el grupo de las fake news (noticias falsas)– han sido constantes desde mucho antes de llegar a la Casa Blanca. Y si hay que señalar uno de esos medios como el paladín a batir, ese sería el canal CNN. Por tuits como este, y por referirse a estos medios como “los enemigos de Estados Unidos”, algunos han señalado a Trump como el instigador involuntario de la carta bomba que la cadena de televisión recibió hace unos días, coincidiendo con la recta final de la campaña electoral de las legislativas. El presidente primero condenó el envío de la carta bomba y después contraatacó señalando la irresponsabilidad de la prensa a la hora de dar las noticias. Vino a decir que el tono que emplean algunos medios al informar sobre su propia persona y la gestión de su gobierno está contribuyendo a sembrar la discordia.
Pese a todo lo anterior hay que decir, también, que el Trump tuitero tiene sus límites. Bob Woodward, uno de los periodistas que destapó el archiconocido ‘caso Watergate’, explica en su último libro –Fear: Trump in the White House– que en plena enganchada con el dictador norcoreano Kim Jong-Un el presidente se contuvo y no envió un tuit que Corea del Norte hubiese interpretado casi con total seguridad como la señal de un ataque inminente.