Susana Díaz: el 'susanismo' como bandera
Nacida en Sevilla, Susana Díaz es desde 2013 presidenta de la Junta de Andalucía y aunque llegó al cargo de rebote, después de que José Antonio Griñán la designara su sucesora, dicen que motivado por lo que se le venía encima – el escándalo de los ERE – lo cierto es que en 2015 el PSOE liderado por Díaz fue el partido más votado y ahora, de nuevo, en 2018, eso sí, cada vez con menos votos en las urnas y escaños en el Parlamento andaluz.
Nacida en Sevilla, Susana Díaz es desde 2013 presidenta de la Junta de Andalucía y aunque llegó al cargo de rebote, después de que José Antonio Griñán la designara su sucesora, dicen que motivado por lo que se le venía encima – el escándalo de los ERE – lo cierto es que en 2015 el PSOE liderado por Díaz fue el partido más votado y ahora, en 2018, también; eso sí, con los peores resultados de la historia del PSOE-A, al perder 14 escaños, y quién sabe si también la Presidencia, si la derecha acaba aliándose en su contra.
Socialista hasta la médula, esta trianera de sonrisa fácil, es la mayor de las cuatro hijas del matrimonio formado por José Díaz y Rosa Pacheco. Fontanero él, como también lo fue el abuelo de Susana, ama de casa ella.
Su compromiso con los valores que representan el partido del puño y la rosa le llevaron a ingresar en las Juventudes Socialistas a los 17 años. Ahí comenzó su vertiginosa carrera política, siempre de la mano de los suyos, su familia, su barrio de Triana, donde ha vivido siempre.
Sus detractores la acusan de haber llegado a la Junta sin apenas experiencia, pero eso no es del todo cierto. Susana Díaz, que se licenció en Derecho por la Universidad de Sevilla con gran esfuerzo – ella ha contado que tuvo que dar clases particulares para poder pagarse los estudios – fue concejala en el Ayuntamiento de la capital andaluza entre 1999 y 2004. Dio entonces el salto a Madrid como diputada por Sevilla en el Congreso, acta que logró en las elecciones generales en las que, para sorpresa de todos, el PSOE ganó las elecciones a un PP cuyas mentiras en torno al 11M le llevaron a la perdición.
Susana Díaz tenía 30 años cuando conoció los entresijos de la política nacional. Cuatro años fueron suficientes para que decidiera – ella o el PSOE – regresar a Andalucía. Allí obtuvo en 2011 su acta de diputada autonómica que mantiene desde entonces y que, entre diciembre de 2011 y mayo de 2012 compaginó con su escaño de senadora por designación autonómica.
Casada con José María Moriche – al que muchos medios no afines se refieren como el «mileurista», como si eso fuera un delito – el matrimonio tiene un hijo, que nació en 2015.
En el PSOE, Susana Díaz pertenece a esa parte de la militancia socialista que admira los logros alcanzados por el partido de Felipe González y Alfonso Guerra e incluso Zapatero entre los años 80 y 90, es una más del «aparato». De hecho, es el ojito derecho de Griñán. Si hubiera que establecer un momento especialmente triste para la secretaria general del PSOE-A a lo largo de su trayectoria política ese fue, sin duda, el día en el que Griñán y Chaves fueron imputados, primero, y procesados, después, por el escándalo de los ERE.
Mantiene una estrecha relación con ellos y con el resto de las viejas glorias del PSOE andaluz. Su lealtad ha quedado más que demostrada. Nunca ha renegado de ninguno. El PP ha intentado infructuosamente implicarla en los ERE pero sin pruebas. Ella asegura que nunca supo nada de las subvenciones millonarias de la Junta que han acabado en los tribunales.
Si es de sobra conocido que Díaz mantiene una buena relación con la vieja guardia del PSOE, también lo es su mala relación con el actual inquilino de la calle Ferraz, la sede nacional del PSOE, y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. El mal rollo es mutuo. No es ningún secreto que no se tragan y la prueba de ello son esas sonrisas forzadas en la escasas ocasiones en las que se les ha visto juntos. Pero la política es lo que tiene. Priman los votos, el poder y la imagen de unidad del partido, aunque el PSOE nunca haya sido un ejemplo de esto último.
Y es a partir de la entrada en escena de Sánchez cuando empieza la batalla de la presidenta andaluza para enarbolar la bandera del ‘susanismo’, de hacer una política basada en el personalismo más que en el partido. Alejada de las directrices de Ferraz, Susana Díaz ya dejó claro que ese era el camino que iba a seguir cuando perdió las primarias ante su archienemigo.
En el debate previo a las primarias en el que Patxi López se encontró en medio del fuego cruzado, Susana y Pedro se dijeron de todo, eso sí, con mucha educación. Susana fue con la artillería pesada preguntando si al PSOE le convenía un persona como Pedro Sánchez «que ha perdido dos veces» – elecciones de diciembre de 2015 y las de junio de 2016 -, alguien al que el partido había echado de la Secretaría General – en el Comité General del 1 de octubre de 2016 -, alguien que tiene «17 visiones distintas de España». Y la traca final tras acusar a su contrincante de mentir fue esa frase lapidaria que le soltó: «Ya nadie trabaja contigo. Ni Zapatero ni Felipe se fían de ti. Pedro, tú problema no soy yo, eres tú».
Puede que tuviera razón la dirigente andaluza, pero lo cierto es que a Sánchez le votó la militancia devolviéndolo a la Secretaría General de un PSOE en descomposición, más dividido que nunca. Y Susana tuvo claro que si quería sobrevivir políticamente, si quería seguir liderando el socialismo andaluz tendría que hacerlo con su equipo más estrecho, los ‘susanistas‘ del PSOE-A, haciendo del ‘susanismo’ la vuelta a la socialdemocracia que llevó al PSOE de González a gobernar durante casi 15 años seguidos desde Moncloa; el mismo que ha llevado al partido a ganar elección tras elección en Andalucía desde 1982, salvo en 2012 cuando el PP fue el partido más votado, pero que el apoyo de Izquierda Unida permitió a los socialistas seguir en el poder.
Susana Díaz es, en lo personal, defensora de su intimidad, de los suyos, a los que defiende con uñas y dientes. Sobre todo a su marido, del que se han dicho muchas cosas. José María Moriche, dos años menor que Susana, es también del barrio de Triana. Allí se conocieron, allí se casaron. Béticos hasta la médula – ella solía ir al campo de fútbol con su padre – él estudió formación profesional y trabajó como administrativo. La oposición lo buscó para meterse con Díaz y con el PSOE-A pero no lo encontró. Se aireó que había sido contratado en las librerías Beta, del grupo ZZJ que produjo los informativos para Canal Sur, por sus relaciones con el PSOE. Cuando se supo que Moriche cobraba 970 euros de sueldo, se acabaron las especulaciones y pasó a ser el «milieurista». Con él tuvo su primero y único hijo, que nació después de las elecciones de 2015.
En esto de los dineros, llama la atención que la presienta de la Junta asegurara tener en el banco 80,69 euros de saldo en sus cuentas bancarias, según la declaración de actividades, bienes e intereses de los candidatos presentada con motivo de la celebración de las elecciones del 2 de diciembre de 2018 y publicada en el Boletín Oficial del Parlamento a mediados de noviembre. Una de dos, o es una mala gestora – en cuyo caso, habría que preocuparse por cómo gestiona el presupuesto de los andaluces – o hay gato encerrado. Díaz declara también una vivienda y un depósito bancario de 14.212 euros.
Susana se convirtió en la primera presidenta de la Junta de Andalucía el 5 de septiembre de 2013, tras superar la sesión de investidura con los votos del PSOE e IULV-CA, cuando Griñán le cedió el testigo. Se encontró con un gobierno de coalición que mantuvo hasta 2015 cuando se celebraron la siguientes elecciones autonómicas. El ‘susanismo‘, ya en estado puro, ganó los comicios manteniendo los 47 escaños que tenía. Esta vez, Díaz optó por buscar en Ciudadanos el apoyo necesario para seguir en el palacio de San Telmo. Su rechazo a Podemos – al que considera populista – es similar al que siente por Pedro Sánchez, y por eso aceptó firmar un acuerdo con el partido naranja que le ha permitido gobernar con más o menos fortuna hasta 2018.
La inestabilidad e incertidumbre en la política nacional fue el detonante para que el acuerdo se rompiera y Díaz disolvió el Parlamento andaluz.
Sabía que tenía un doble reto. Por un lado, revalidar la victoria para hacer historia y conseguir que el PSOE llegara a los 40 años al frente del Gobierno en Andalucía. Algo que no está claro que ocurra a tenor de los malos resultados obtenidos el 2D. Por otro lado, dejarle claro a Pedro Sánchez que ella seguía siendo la que mandaba en el socialismo andaluz. Tampoco eso ha sido posible. Ahora dependerá de Ferraz, más que de Susana, determinar si el ‘susanismo’ tiene o no recorrido en Andalucía.