Cuba actualiza su Constitución, expandiendo derechos pero posponiendo cambios radicales
Cuba no legaliza el matrimonio gay en su nueva Constitución, un paso percibido como un retroceso por algunos activistas LGBTQ en la isla.
Cuba no legaliza el matrimonio gay en su nueva Constitución, un paso percibido como un retroceso por algunos activistas LGBTQ en la isla.
Un artículo que redefinía al matrimonio como la unión “entre dos personas” – y no como “entre hombre y mujer” – fue eliminado de la Constitución modificada por la Asamblea Nacional en 2018, debatida por el pueblo en más de cientos de reuniones a lo largo de la isla, y aprobada en referéndum popular el 24 de febrero.
Pero la puerta no está cerrada del todo para el matrimonio igualitario en Cuba.
La nueva Constitución amplía el concepto del matrimonio, quedando redefinido éste como “una institución social y jurídica” y como “una de las formas de organización de las familias.” Es decir, si bien no se reconoció la posibilidad del matrimonio gay, tampoco se prohíbe.
Así pasan los cambios sociales en la Cuba moderna, mi país de origen y objeto de mi investigación académica. La Revolución continúa, pero revestida de moderación.
Cambios a paso lento, pero seguro
Cuba ha pasado por una gradual transformación en los años recientes bajo los gobiernos de Raúl Castro y su sucesor, Miguel Díaz-Canel.
Gracias al restablecimiento de relaciones con Estados Unidos auspiciado por el presidente Barack Obama, los turistas norteamericanos comenzaron a visitar la isla por primera vez de manera masiva, desde que en 1962 John F. Kennedy impusiera un bloqueo económico a la isla caribeña.
Desde diciembre del año pasado, el gobierno anunció que los cubanos podrían por primera vez tener acceso a internet desde sus teléfonos celulares.
Y en los últimos años, la economía se ha abierto a la inversión y los cubanos pueden desarrollar pequeños negocios.
La reforma constitucional actual –la cuarta revisión de la constitución cubana resultante de la revolución de Fidel Castro– da amparo a estas reformas económicas, introducidas por Raúl Castro entre 2008 y 2018. Muchas de aquellas habían quedado en un limbo legal, al no tenerse una constitución que reconociera la propiedad privada y el derecho al trabajo por cuenta propia.
Pero muchos se quedaron esperando que se concertaran también marcos legales específicos que acompañaran las nuevas dinámicas sociales.
Grupos por los derechos LGBTQ, en particular, impulsaron campañas de concienciación y tolerancia sobre la diversidad sexual y para finales de 2018, pero cuando parecía que se había logrado allanar el camino para la legalización del matrimonio gay, experimentaron una fuerte oposición por parte de las iglesias. El artículo fue eliminado.
Avances en derechos
Sin embargo, el nuevo documento trae cambios políticos, económicos y sociales sustanciales para Cuba.
La Constitución limita ahora a dos períodos consecutivos de cinco años la función del presidente –sin límites anteriormente–. También crea la nueva posición de primer ministro, reestructura el gobierno local, e introduce la presunción de inocencia en el sistema judicial.
Se expande también la protección a grupos vulnerables. En la Constitución anterior, la discriminación se definía sólo en virtud de raza, color de piel, sexo, origen nacional y creencias religiosas. Ahora, el artículo 42 prohíbe que se discrimine, además, por género, orientación sexual, identidad de género, edad, origen étnico, discapacidad y origen nacional o territorial.
La inclusión de políticas de acción afirmativa hubiera constituido un paso más radical hacia la igualdad, pero el nuevo lenguaje es indicio de que Cuba marcha a tono con los tiempos.
La constitución ofrece nuevas protecciones a la mujer al reconocerle sus derechos reproductivos. Hasta ahora el aborto en Cuba ha sido institucionalizado y de fácil acceso, pero no técnicamente legalizado, a diferencia de como sucede en la mayoría de los países en América Latina y el Caribe.
También protege a las mujeres ante las violencias de género[contexto id=»381727″], no sólo en un contexto doméstico, sino de acoso callejero y laboral.
Otro paso importante es el reconocimiento de la propiedad privada.
El actual documento acompaña, desde lo legal, las transformaciones que ha experimentado el modelo económico socialista de acuerdo con el cual ha aumentado el número de cubanos que trabajan en el sector privado, así como la proliferación de empresas mixtas donde el capital foráneo es clave.
Sin embargo, no se especifica cómo el Estado lidiará con los problemas de pobreza y estratificación que los nuevos tipos de propiedad generan.
La Revolución cubana intentó acabar con las diferencias raciales y económicas, logrando índices de igualdad considerables con respecto a países vecinos. Pero con la adopción de un nuevo modelo económico que favorece la iniciativa privada, ciertos sectores poblacionales vulnerables –como los afro-cubanos y los ancianos– han ido quedando a la zaga en el lento proceso de empoderamiento económico.
Sí al asociacionismo espontáneo
El derecho a la asociación se fortalece en la Constitución actual.
La anterior reconocía “los derechos de reunión, manifestación y asociación, con fines lícitos y pacíficos”. Pero éstos se podían ejercer sólo a través de “organizaciones de masa” –es decir, grupos sociales controlados por el Estado–. La nueva constitución elimina este término, despolitizando el sentido de la asociatividad.
Queda por ver si el Estado realmente protegerá los derechos de asociación de organizaciones independientes de la sociedad civil cubana – especialmente si estos tienen una meta política diferente a la del discurso oficial–.
“Las formas de asociacionismo espontáneo no son bien vistas y se le juzga siempre como el resultado de la acción de una potencia extranjera”, observa José Gabriel Barrenechea en La Trinchera, un blog de jóvenes marxistas.
Ausencias
Otros derechos importantes quedaron fuera de la nueva Constitución.
Los medios de comunicación independientes siguen sin garantías explícitas, lo cual es un desafío para los blogs y espacios digitales alternativos que vienen a llenar el vacío de información en una isla donde todos los medios son controlados por el Estado.
Sin embargo, como en el caso del matrimonio igualitario y los derechos de asociación, la nueva Constitución introduce un nuevo lenguaje para definir el papel de los medios, lo cual ha sido percibido como indicador de un futuro reconocimiento a un periodismo más independiente.
Dada la situación geopolítica actual, me parece poco probable.
Por seis décadas, Estados Unidos ha tenido una expresa política de intentar desestabilizar la sociedad cubana usando radio y televisión para difundir propaganda anticomunista.
Ahora, la Oficina Estadounidense de Transmisiones a Cuba se enfoca también en las redes sociales. El gobierno de Trump[contexto id=»381723″] ha intentado crear cuentas falsas de Facebook para fomentar el descontento en la isla, aunque se reporta que el proyecto no tuvo consecución.
Esta revelación sólo da razones a la postura oficial cubana para limitar acceso al espacio digital.
Retrocesos para la mujer
La nueva Constitución también elimina otras garantías.
Desde el principio de la Revolución, se buscó facilitar “a la familia trabajadora el desempeño de sus responsabilidades”. En la práctica, estas provisiones aseguraron la profesionalización de la mujer y su incorporación a la fuerza laboral.
Se erradica ahora parte del lenguaje que hace referencia a la provisión de guarderías infantiles para niños y de casas para cuidados de ancianos. En una sociedad tan patriarcal como la cubana, veo casi como inevitable que sean las mujeres quienes acaben asumiendo tales funciones.
Otros derechos importantes estuvieron en juego también.
En las asambleas populares que informaron el proceso de revisión constitucional, se pidió la reinserción del lenguaje que asegure la continuidad de provisión de derechos a la salud universal y educación gratuita hasta posgrado.
Al final, esto fue mantenido en el nuevo documento.
La reforma constitucional en Cuba queda así marcada por un zigzagueo cauteloso entre retrocesos y avances.
El progresismo radical tendrá que esperar. Pero los cambios siguen llegando.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.