Arabia Saudí: coronavirus, tronos y guerra petrolera
Desde la segunda mitad de febrero, tras la aparición del Covid-19, el precio del petróleo no ha parado de bajar
Desde la segunda mitad de febrero el precio del petróleo no ha parado de bajar. Sin embargo, la mayor caída se produjo a partir del 6 de marzo, de los 50 dólares por barril a los 32,52 dólares de este jueves.
Por supuesto que la ralentización de la economía, tras la aparición del SARS-CoV-2, ha sido una de las razones de este descenso, pero no la única. Detrás está también el conflicto entre dos grandes productores de hidrocarburos que hasta ahora se habían coordinado relativamente bien: Arabia Saudí y Rusia. Pero, ¿para qué ha lanzado el mayor productor mundial de crudo una guerra de precios en medio de un mercado ya bajista y en un contexto económico adverso?
La peligrosa estrategia de MBS y Putin
El rey Salmán bin Abdulaziz, con 84 años y una frágil salud, es desde 2015 el jefe de Estado de Arabia Saudí. Pero el gobernador de facto es su séptimo hijo, el príncipe heredero y actual ministro de Defensa Mohamed bin Salmán (o MBS), de 34 años y nacido de su tercer matrimonio.
Durante tres años pareció existir una buena sintonía entre MBS y Putin en cuanto a la coordinación de la oferta petrolera. Con esa alianza querían evitar una caída brusca del precio del oro negro porque, aunque Rusia no pertenece a la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), es su principal aliado como productor no-OPEP.
El romance acabó el pasado 6 de marzo en Viena, durante la última reunión de la OPEP, cuando Alexander Novak, ministro ruso de energía, no aceptó los recortes adicionales en la producción propuestos por el país árabe.
Con esta estrategia, los saudíes buscaban reactivar los precios en el contexto de una demanda deprimida por la expansión global del coronavirus –en enero los precios rozaban los 70 dólares por barril–. La respuesta de Riad al desplante ruso fue un sorpresivo aumento de la producción, pasando de los 9,7 millones de barriles diarios a 12,3 millones. Arabia Saudita tiene capacidad ociosa de sobra para tomar una medida tan drástica.
Esta guerra de precios es peligrosa para dos países cuyas economías dependen en gran medida de los ingresos petroleros: si para Rusia han supuesto entre el 50 % y el 70 % del total de sus exportaciones, para Arabia Saudí los porcentajes son de entre el 77% y el 90 % desde 2010 a 2018.
Los recortes de producción ya pasaban factura a la inversión en nuevos proyectos petroleros rusos y fueron criticados por Igor Sechin, director de la petrolera pública rusa Rosneft y amigo de Putin. El gobierno contaba con una mayor entrada de capitales saudíes en su economía a cambio de trabajar juntos en el mercado petrolero internacional. Ahora, una caída tan brusca del precio del crudo puede comprometer las promesas de mayor gasto social con las que Putin buscaba mejorar su mermada popularidad.
Aumentando la producción petrolera, Arabia Saudí ha castigado la traición de su socio eslavo, pero también ha mostrado su poderío y ha ganado cuota de mercado. Ayudan sus menores costes de extracción de crudo frente a los generados en el adverso clima de las estepas rusas. Pero la caída de precios va a tener un fuerte impacto en las finanzas del reino y en la aplicación de Vision 2030, el programa estrella de MBS para diversificar la economía saudí.
EEUU, enemigo común
Pese a todo, la ruptura del idilio entre Rusia y Arabia Saudí puede favorecer a ambos, pues la caída del precio del petróleo tendría consecuencias muy negativas en las empresas que han florecido con la revolución del fracking en Estados Unidos.
Dichas compañías no pueden reducir más los costes de extracción, presentan altos niveles de endeudamiento y tienen altas posibilidades de declararse en quiebra y despedir a empleados con precios por debajo de los 54-48 dólares por barril.
La desaparición de esos competidores sería favorable tanto para el gigante eslavo como para la monarquía absoluta árabe, sobre todo en los mercados asiáticos, con más potencial de crecimiento en comparación con Europa o América.
Para contrarrestar este riesgo, el presidente Trump ha anunciado que proporcionará créditos con bajos tipos de interés a las petroleras estadounidenses en dificultades.
Dicho anuncio fue recibido por las empresas afectadas con frialdad: las petroleras más potentes de Texas son defensoras del libre mercado y no quieren rescates condicionados por el gobierno.
Además, el presidente había hecho varias declaraciones en twitter manifestando su deseo de que los precios de la gasolina bajasen para aumentar así sus posibilidades de reelección, tuits que no sentaron nada bien a la industria petrolera americana.
Intrigas palaciegas
Los giros dramáticos son la estrategia de MBS para incrementar su poder y se han convertido ya en una norma no escrita.
El príncipe que parecía impulsar la modernización del país promoviendo los derechos humanos y la diversificación económica, se volvió rana tras el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, crimen que la CIA atribuye a una orden de MBS, algo que él niega.
En la última semana el heredero saudí no sólo ha empezado una peligrosa guerra de precios, sino que también ha mandado a detener a dos príncipes acusados de estar preparando un golpe de Estado. Los acusados son tío y primo de MBS y ambos permanecen retenidos en sus palacios.
Algunos analistas creen que estos arrestos se deben al deterioro de la salud del rey saudí y a que ambos príncipes podrían aspirar al trono.
Algunos medios estadounidenses aseguran que MBS ha puesto bajo arresto domiciliario a su propia madre, contraria a sus planes de seguir acumulando poder.
Estas purgas hacen de MBS el protagonista del Juego de Tronos saudí en la vida real.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.