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El Partido Demócrata se estrella contra la realidad

Ni Florida, ni Texas, ni Ohio. O lo que queda del Rust Belt, junto con Arizona, se pronuncia a favor de Biden o el Partido Demócrata volverá a ser derrotado por el Donald

El Partido Demócrata se estrella contra la realidad

Reuters

Optimismo moderado. Así se podría definir el ánimo con el que muchos simpatizantes del Partido Demócrata comenzaban hace unas horas la jornada electoral. Un optimismo alimentado por todas esas encuestas que decían reflejar la baja popularidad de Donald Trump tras ocho meses de pandemia mal gestionada y una moderación alimentada por el recuerdo: hace cuatro años los sondeos se columpiaron de mala manera y el bochorno fue de órdago.

Pero en líneas generales había fe. Trump mordería el polvo. Y lo mordería bien.

Primera parada: el Sun Belt. El sur, para entendernos. En la Carolina meridional, Alabama, Mississippi, Luisiana, Arkansas y Oklahoma nada que hacer. Trumplandia, básicamente. En cuanto a Nuevo México y California, psé; con la gorra. Territorio Demócrata. La lupa había que ponerla sobre Carolina del Norte, Georgia, Texas, Arizona y sobre todo Florida. Joe Biden necesitaba dos de esos cinco territorios para declararse poco más o menos que vencedor.

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Foto: Marco Bello | Reuters.

El primer chasco de la noche llegó con Florida, donde miles de cubanos se movilizaron a favor del Donald y en contra del castrismo; el de la isla y el que le presuponen a Biden. Visto lo visto, y ante el estupor de las élites costeñas, los analistas políticos no tardaron en vaticinar que el estado era una batalla perdida para los progresistas. Que más valía observar lo que ocurría en otras latitudes. Sin embargo, Texas no tardó en seguir la estela de Florida y un par de horas después reivindicó su conservadurismo. Otro chasco, aunque este más previsible. Quedaban Carolina del Norte, Georgia y Arizona… tres estados donde a estas horas todavía se siguen contando votos. El primero parece difícil de conseguir, el segundo parecía difícil hace un rato pero ahora no lo parece tanto, a ver cómo se porta Atlanta, y el tercero pinta bien para Biden pero también habrá que ver.

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Conteo de resultados en Washington. | Foto: Hannah McKay | Reuters.

En cualquier caso, y teniendo en cuenta que muchos esperaban ver una gran “ola azul” barriendo el Sun Belt, hacia las cuatro y media de la madrugada (hora española) ya había quien empezaba a removerse incómodo en el sofá. “Menudo déjà vu, colega”.

Siguiente parada: el Rust Belt. La región de los grandes lagos conocida por su pasado industrial. Ohio, Michigan, Wisconsin y Pensilvania. El plan B. Aunque nadie en el entorno de Biden esperaba demasiado de Ohio, algunos decidieron fijarse por si acaso daba la sorpresa. Sin embargo, tras un par de momentos que podrían definirse como de euforia contenida, Ohio dejó claro que allí no había nada que ver.

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Seguidores de Joe Biden en Delaware monitoreando los resultados. | Foto: Brian Snyder | Reuters.

Así que ahora queda saber qué ocurrirá en Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Pero hay un problema: en los tres casos queda por contar mucho voto por correo. Que se ruega paciencia, vaya. Pero, claro, ¿paciencia hasta cuándo? Esa es la pregunta del millón. Por si sirve de algo, los responsables del conteo ya han dejado caer que hasta que no acabe la semana no van a poder decir quién ha ganado.

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Seguidores de Trump monitoreando los resultados en Edmond, Oklahoma. | Foto: Nick Oxford | Reuters.

Mientras tanto, los dos candidatos han empezado a hacer lo que mucha gente temía –ese es precisamente el verbo: temer– y que no es otra cosa que dar a entender que han ganado. Biden salió el primero a la palestra para decir que estaba a punto de conseguir la victoria y, claro, Trump apareció poco después para decir que no, que quien había ganado era él… y que se estaba cometiendo fraude al no reconocerle la victoria. Un discurso que ha sido censurado incluso por incondicionales como Ben Shapiro, quien ante sus más de tres millones de seguidores ha pedido al Donald un poquito de por favor y saber estar.

Optimismo moderado, decía. Un optimismo moderado que a eso de las cinco de la mañana se había convertido en tez pálida y gestos de incredulidad y que a eso de las siete y pico de la mañana volvía a hacer acto de presencia… pero solo hasta cierto punto. Porque con un resultado tan ajustado lo que ha quedado claro, gane quien gane, es que ni ola azul, ni ola roja ni ola de ningún tipo. La sociedad estadounidense sigue partida por la mitad y sus partes se odian cada vez más.

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