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¿Camino al Supremo? La incertidumbre de las elecciones en EEUU revive el caos del año 2000

Las elecciones estadounidenses del 2000 acabaron en el Supremo por un caótico recuento; las de este año están en riesgo de correr una suerte similar

¿Camino al Supremo? La incertidumbre de las elecciones en EEUU revive el caos del año 2000

Marcio Jose Sanchez | AP

«La historia no se repite, pero rima». La frase, atribuida a Mark Twain, se está haciendo patente estos días en Estados Unidos a raíz del recuento de votos de las elecciones más atípicas de la historia reciente del país —tanto por la pandemia que dio un inesperado giro a la campaña como por el aluvión de votos anticipados y por correo que se han emitido—. Nevada, Arizona, Georgia, Carolina del Norte, Pensilvania y Alaska aún no han terminado de contar sus votos, lo que mantiene en suspense la pregunta de quién será el próximo presidente de Estados Unidos. Una situación similar a la vivida en el año 2000, cuando los candidatos eran el republicano (y finalmente ganador) George Bush hijo y el demócrata Al Gore.

Si bien en los comicios de este año el candidato demócrata, Joe Biden, lleva la delantera en Nevada y Arizona, el republicano y actual presidente, Donald Trump, va en primer puesto en Georgia, Carolina del Norte, Pensilvania y Alaska. ¿Problema? A medida que se cuentan más votos, se reduce su ventaja frente a Biden en estos cuatro estados, algunos de los cuales son clave para saber quién ha ganado las elecciones. El escenario es parecido al que se vivió en los mencionados comicios del año 2000 en Florida, estado bisagra en aquel entonces.

En aquella ocasión, las cadenas de televisión dieron como ganador, sin esperar a finalizar el recuento y basándose en encuestas a pie de urna, a Bush. No había redes sociales, no había periódicos digitales… Si lo decía la tele, era verdad y, por lo tanto, Bush era el sucesor de Bill Clinton en la Casa Blanca. En un gesto que se demostró precipitado, Al Gore llamó a Bush para capitular y preparó una comparecencia pública para dar un discurso en el que admitía su derrota. Sin embargo, justo antes de salir al escenario, su equipo le advirtió de lo que realmente estaba ocurriendo: las televisiones habían confiado en exceso en los sondeos a pie de urna y los resultados de la decisiva Florida no estaban en absoluto claros, por lo tanto, aún tenía opciones de convertirse en presidente.

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Goerge Bush hijo (izquierda) y Al Gore (derecha), en el año 2000. | Foto: J. Scott Applewhite | AP

Gore canceló inmediatamente la comparecencia que tenía preparada y llamó de nuevo a Bush para informarle de la situación y decirle que no le concedía las elecciones. A medida que avanzaba la noche, las cadenas de televisión empezaron a retractarse e informaron de que el resultado en Florida —y, por lo tanto, el desenlace de las elecciones— estaba aún en el aire. ¿Resultado? Al igual que en las elecciones de este año, los estadounidenses se despertaron al día siguiente sin saber quién era el vencedor.

Lo que siguió fue una situación de caos que demostró la deficiencia del sistema de papeletas y de recuento, entonces mecanizado, y la campaña demócrata exigió un nuevo recuento de los votos de Florida, esta vez a mano. La respuesta de los simpatizantes republicanos más extremistas fue la misma que los de ahora: dar el resultado inicial como definitivo y exigir que se dejaran de contar los votos. De hecho, el propio Trump ha tuiteado que el recuento de votos debe detenerse.

El caso del 2000 llegó al Tribunal Supremo, que, en una controvertida decisión por cinco votos a cuatro, falló, cinco semanas después de la noche electoral, que se debía detener el recuento en Florida y dar por ganador en ese estado —y, por extensión, de la elecciones— a Bush por 537 papeletas. Prestigiosos diarios como el británico The Guardian informaron de que, de haber continuado el recuento, Al Gore habría sido el presidente durante el atentado contra las Torres Gemelas.

¿Qué pasa esta vez?

Similar situación es la que se vive estos días en Estados Unidos. La noche electoral, con las primeras fases del recuento favorables a la candidatura republicana, Trump salió a celebrar, de forma infundada, una victoria que no tenía —ni siquiera las televisiones lo daban por ganador— y calificó de «fraude» y «vergüenza» el hecho de que se siguieran contando los demás votos: «Esto es un fraude para el pueblo estadounidense, es una vergüenza para nuestro país. Nos estábamos preparando para ganar estas elecciones. Francamente, hemos ganado estas elecciones». Acto seguido soltó la bomba: pretendía judicializar los resultados electorales. «Queremos que la ley se utilice de manera adecuada, así que iremos al Tribunal Supremo de Estados Unidos». Además, dijo también que quería «que se dejara de votar» cuando, en realidad, los colegios ya estaban cerrados y no había nadie votando, sino simplemente contando los votos ya emitidos.

Aunque las elecciones de este año no se decidirán por unos cuantos cientos de votos, Trump pretende seguir el ejemplo de Bush y dejar el resultado de los comicios en manos del Supremo. De hecho, el republicano ya llevaba meses dejando caer que los votos por correo eran susceptibles de fraude. ¿La clave? El coronavirus[contexto id=»460724″]. Inicialmente, Trump minimizó la importancia de la pandemia e incluso se negó a llevar mascarilla mientras decía que no había peligro. Los demócratas, por contra, advertían ya desde el principio de que se trataba de un patógeno peligroso, lo que hizo que los votantes demócratas fueran más precavidos a la hora de enfrentarse a la COVID-19. De hecho, llevar o no llevar mascarilla se convirtió en Estados Unidos en un gesto político. El recelo de muchos estadounidenses hizo que en estas elecciones el voto por correo y anticipado se multiplicara y esto, a su vez, hizo saltar las alarmas del equipo de Trump, quien empezó a avivar sospechas infundadas de fraude con declaraciones y tuits diciendo cosas como que era imposible que los votos por correo no fueran fraudulentos: «Se robarán cajas de correo, las papeletas se falsificarán e incluso se imprimirán ilegalmente y se firmarán fraudulentamente».

Irónicamente, hubo un precandidato demócrata, que finalmente se retiró de la carrera de las primarias, que ya previó que esta respuesta por parte de Trump ante el resultado de los comicios era un escenario probable. Se trata de Bernie Sanders, una de las figuras más a la izquierda de la política estadounidense. En una entrevista televisada en el programa de Jimmy Fallon, dijo: «Lo que muestran los sondeos y lo que han mostrado los estudios es que, por la razón que sea, los demócratas son más proclives a votar por correo y que los republicanos son más proclives a votar en los colegios electorales el día de las elecciones. Es probable que los primeros votos que se cuenten sean los de los que acudieron a votar el día de las elecciones, que serán republicanos. Y este es mi miedo —y espero que todo el mundo lo escuche—: podría ser perfectamente —yo no sé lo que va a pasar; nadie lo sabe— que a las 10 de la noche del día de las elecciones, Trump vaya ganando en Míchigan, Pensilvania, Wisconsin, y que salga en televisión diciendo: ‘Gracias, estadounidenses, por reelegirme. Todo se ha terminado, que tengáis un buen día’, pero que luego, al día siguiente y al siguiente, se empiecen a contar todos esos votos por correo y resulte que Biden ha ganado esos estados. Momento en el cual Trump diga: ‘¿Lo veis? Os dije que todo este asunto era fraudulento, os dije que esos votos por correo eran una patraña y no vamos a dejar la Casa Blanca’. Así que esa es una preocupación que tenemos tanto yo como muchas otras personas».

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