De regreso al Obamaworld
Trump accede a que su administración comience a trabajar con Joe Biden en la transición de poder aunque sigue sin conceder la victoria
El lunes por la noche Emily Murphy, directora de la Administración de Servicios Generales, la agencia federal encargada de velar por la fluidez de los procesos transitorios entre una presidencia y la siguiente, envió una carta a Joe Biden anunciando que ponía a su disposición los recursos necesarios para preparar la llegada al poder.
Poco después la carta aterrizó en las oficinas de la CNN y, tras hacerse pública, muchos medios de comunicación trataron la noticia –la más importante del otoño poselectoral que nos estamos comiendo– como la claudicación de Donald Trump. En parte porque tras conocerse la existencia de la carta el propio Donald dejó escrito en Twitter (dónde va a ser) que había dado luz verde a Murphy «por el bien del país».
«Teniendo en cuenta su aversión crónica a ser visto como un perdedor, y su intención de utilizar el mito de la elección robada para seguir alentando a sus seguidores, estos tuits puede que sean lo más cerca que vamos a estar de una concesión formal», escribió poco después John Cassidy, corresponsal político de la revista The New Yorker.
Frente republicano
Muchos seguidores de Trump han rebatido la idea de la concesión. Dicen que simplemente está siendo civilizado –presidential, es el término exacto– y que lo hace pues porque es lo que hay que hacer, pero que de claudicación nada. Que las elecciones han sido robadas –el 86% de sus votantes cree en la teoría del fraude– y que Trump va a seguir peleando hasta que se descubra la verdad. El propio Donald se hizo eco del sentir de los suyos poco después al retuitear (cómo no) un mensaje que rezaba I concede NOTHING!!!!!
A estas alturas, no obstante, deberíamos ser capaces de diferenciar entre los discursos y los hechos. En general. Y si uno se pone a analizar los hechos que precedieron a la carta de Murphy –un nuevo varapalo judicial en Pensilvania, la protesta de un centenar de expertos en seguridad nacional, muchos de ellos conservadores, pidiendo su concesión y la certificación oficial de que en Michigan la victoria pertenece a Biden– llega a la conclusión de que la ofensiva político-judicial del Donald está haciendo aguas.
Esto no implica que Trump se haya dado formalmente por vencido. Ese es un lujo que, tras dos semanas de retórica incendiaria, no se puede permitir. Por eso su equipo legal, dirigido por el peculiar Rudy Giuliani, seguirá tratando de mantener el pulso allá donde vea un balón de oxígeno. Y por eso también es posible que el presidente abandone la Casa Blanca refunfuñando y diciendo que se va porque no quiere que le echen, pero que lo sucedido sigue siendo un robo. Cómo se traducirá una salida semejante en términos de apoyo popular en el medio y largo plazo es algo que está por ver.
https://twitter.com/realDonaldTrump/status/1331086969183621120?s=20
Frente demócrata
Biden, mientras tanto, a lo suyo. Esto es: al nombramiento de los altos cargos que le van a rodear en el ejercicio de la presidencia. Ya se saben varios nombres. Anthony Blinken, un desconocido fuera de los círculos de política exterior washingtonianos pero alguien con muchísima experiencia a sus espaldas, se convertirá en el secretario de Estado; Linda Thomas-Greenfield, una diplomática negra con 35 años de experiencia, será la nueva embajadora ante las Naciones Unidas; John Kerry, ex secretario de Estado con Barack Obama y uno de los principales impulsores del Acuerdo de París, será el principal encargado de llevar a buen puerto los asuntos ‘climáticos’ de la administración Biden; y la economista Janet Yellen, ex responsable de la Reserva Federal, se ocupará del Tesoro.
También aparecerán con frecuencia en la foto Alejandro Mayorkas –nuevo encargado del Departamento de Seguridad Nacional–, Avril Haines –encargada de la Inteligencia– y Jake Sullivan, un cuarentón que imparte clases de Derecho en Yale y que será el consejero de Seguridad Nacional. Resumiendo: toda gente de Obama. Biden quiere, por tanto, restablecer el legado de quien presidió el país antes que Trump.
Siempre y cuando el Senado confirme a sus elegidos, claro. La tradición invita a pensar que lo hará incluso si el Partido Republicano mantiene su control. Lo que ocurre es que vivimos tiempos protagonizados por la ruptura de los marcos establecidos. Así que a ver si no le echan para atrás alguno, o varios, de los nombres propuestos.