El morado en la bandera tricolor: una cadena de confusiones históricas
La Segunda República Española incorporó el color morado a la insignia nacional inspirándose en una tradición liberal que había confundido el color de una bandera roja desteñida
La bandera tricolor, introducida durante la Segunda República Española, fue novedosa –y polémica– por incorporar el morado a la insignia nacional. Ni siquiera durante la Primera República se modificaron los colores de la simbología de España, por lo que este cambio siempre ha sido muy debatido.
El 12 de abril de 1931, las elecciones municipales dieron la victoria a partidos republicanos en 41 de las 50 capitales de provincia españolas. A la mañana siguiente, el ayuntamiento de Eibar izó la bandera tricolor y varios municipios le siguieron. Una cosa llevó a la otra –así, contado con brocha gorda–, el rey Alfonso XIII (abuelo de Juan Carlos I) abandonó España y el 14 de abril se proclamó la Segunda República Española. Hoy se cumplen 90 años de la Proclamación y hemos contactado con Eduardo González Calleja, historiador especializado en la Edad Contemporánea y catedrático en la Universidad Carlos III, que nos ha hablado sobre la cadena de confusiones históricas que pintaron una franja morada en la bandera.
En el decreto por el que el cambio de bandera se adoptó oficialmente se justifica la presencia del morado así: «se conservan los dos colores y se le añade un tercero, que la tradición admite por insignia de una región ilustre». La «región ilustre» a la que se refieren es Castilla. Se creía que la rojigualda solo representaba los colores de la corona de Aragón y que Castilla quedaba excluida. De modo que los republicanos justificaron el cambio por la tradición popular del color morado en Castilla. Y lo cierto es que así fue. Lo heredaron de la sociedad secreta de ‘Los Comuneros’ del siglo XIX, cuya bandera era morada con un castillo dorado.
Este cambio de bandera representaba una ruptura total con el régimen monárquico y una aceptación del mito del pendón morado de Castilla, dado que la bandera de los comuneros castellanos, en realidad, nunca fue de ese color. Varios grupos políticos republicanos ya usaban la tricolor décadas antes como alternativa a la bandera roja y amarilla, por lo que la Segunda República heredó esta confusión histórica de los liberales de la época.
A su vez, la confusión de los progresistas de comienzos del siglo XX podría venir de la época absolutista de Fernando VII, cuando aparecen unos nuevos ‘Comuneros’, que retoman la tradición y el espíritu progresista del grupo con el mismo nombre fundado dos siglos atrás. Según las creencias populares, en el siglo XVI los comuneros de Castilla alzaron una bandera morada en la rebelión contra Carlos V. Esta revolución fue idealizada como el origen del movimiento progresista y de la lucha contra los monarcas en España.
La bandera de los nuevos ‘Comuneros’ heredó la base morada y el castillo. Pero el pendón morado, que supuestamente representaba a los comuneros, no se menciona en ningún documento de los que se conservan a día de hoy. Sin embargo, hay constancia de que los comuneros se distinguieron de sus enemigos con cruces rojas durante la batalla de Villalar en 1521. Todo apunta a que los símbolos castellanos que los republicanos quisieron representar en la bandera en realidad eran de color rojizo. «El morado es el color de los liberales a comienzos del XIX, por lo que da la impresión de que quisieron incorporar un color que se vinculase con el liberalismo y con las libertades políticas de Castilla», afirma el historiador González Calleja.
Todo podría ser fruto de un malentendido cromático. En castellano, ‘púrpura‘ es un rojo intenso, mientras que en heráldico (el arte de describir los escudos) es un tono morado.
Así, insignias que originalmente eran rojas fueron representadas de color morado, al ser descritas como «púrpuras». Aunque según González Calleja, «es poco probable que los militantes liberales de la época supieran tanto de heráldica».
Por lo que el mayor motivo de la confusión es mucho más simple: las telas rojas con el paso del tiempo se oscurecen y adquieren un tono violeta. Tras examinar varias banderas de Castilla que aparentemente eran moradas, se ha demostrado que en su origen fueron rojizas. Se cree que en la aceptación de este mito también pudo influir la amplia presencia del morado en la religión católica, en un contexto social en el que la Iglesia era un pilar fundamental.
El historiador concluye que «el pendón de Castilla siempre fue un rojo carmesí con un castillo dorado y que esa variante morada es interpretada a posteriori y la asumieron los liberales españoles a comienzos del XIX».
Pese a que el morado de la bandera de los comuneros era, en realidad, un rojo descolorido, en 1931 la bandera tricolor contaba con una tradición liberal arraigada y pretendía representar una nueva visión del país.