¿Vivir sin plásticos?: la apuesta de ‘Zero Waste’
Desde que se generalizó el uso del plástico en los años 50 encontramos este material por todas partes. Conscientes del problema que supone la producción y el uso masivo de plásticos, muchas personas han comenzado a llevar una vida Zero Waste, o residuo cero.
Desde que se generalizó el uso del plástico en los años 50 encontramos este material por todas partes. Su flexibilidad, durabilidad, ligereza y, sobre todo, su bajo precio, lo hacen perfecto para todo tipo de usos. Está en la ropa que vestimos, en los electrodomésticos que nos hacen la vida más fácil, en utensilios médicos, en muchos juguetes… y hasta en nuestra propia comida.
En total, hoy en día hay más de 150 millones de toneladas de plásticos en los océanos, y de continuar la situación así, se calcula que para 2050 habrá más plásticos que peces en el mar, según informa la ONG World Wide Fund (WWF). Se han descubierto pequeños fragmentos de este material, los llamados microplásticos, en varias especies de peces y mariscos que consumimos, pero todavía no hay ningún estudio que muestre los posibles efectos que esto pueda tener en nuestra salud.
Se estima que cada año llegan al mar 12 millones de toneladas de plásticos, lo que equivale, según Greenpeace, a un camión de basura por minuto. La situación ya es una emergencia global. En esta sociedad de usar y tirar, de las más de 8.000 millones de toneladas de plásticos producidos durante la historia, sólo un 30% sigue en uso y, del total de éste, sólo el 9% ha sido reciclado. El resto ha acabado en vertederos o ha sido incinerado, contaminando el aire que respiramos.
Conscientes del problema que supone la producción y el uso masivo de plásticos, muchas personas han comenzado a llevar una vida Zero Waste, o residuo cero.
La revolución ‘Zero Waste’
Patricia Reina y Fernando Gómez llevan desde agosto de 2015 sin producir casi ningún residuo plástico. Fue ella quien tomó la iniciativa y le propuso a su pareja comenzar una vida sin plástico, y una vez consiguió convencerle, se abrieron un blog donde hacer público su compromiso y así poder ver su evolución. “El blog era un compromiso, si no lo hubiéramos tenido probablemente el cambio hubiera sido más lento”, cuenta Reina a The Objective.
“Al principio, plantearnos el residuo cero lo veíamos demasiado, así que decidimos empezar por el plástico porque es lo que menos se recicla”, explica Reina. Y tiene razón. Según Greenpeace, el 90% de los plásticos que se consume a nivel global no se recicla debido a que es más fácil y barato fabricarlo que reciclarlo. Con el tiempo, la pareja también ha dejado de producir otro tipo de residuos como el aluminio y está intentando reducir su consumo de papel y vidrio.
Ambos nos reciben en su propia casa, un piso más bien pequeño en donde nada más entrar tienes una sensación de armonía: en el recibidor unas pequeñas macetas con diferentes tipos de plantas dan la bienvenida. Las paredes, desnudas. El salón donde hacemos la entrevista es pequeño pero muy acogedor. A penas tienen decoración, y la poca que hay está muy bien colocada visualmente. Desde que comenzaron el reto de vivir sin plástico también han seguido una vida minimalista. “Tenemos pocas cosas, pero las que tenemos las valoramos mucho”, cuenta Fernando.
Aunque reconocen que el cambio al “plástico cero” fue brusco, el primer paso que tomaron fue analizar de dónde provenían los residuos que producían. “Lo que hicimos fue guardar todos los plásticos que producíamos en una semana, los juntábamos encima de la mesa y les hacíamos una foto”, nos cuenta Patricia.
“Debemos dejar de ver nuestra basura como algo que metemos en un contenedor y desaparece” – María Negro
Esta práctica también la recomienda María Negro, creadora de El Hervidero de Ideas, una agencia de comunicación especializada en sostenibilidad. Ella propone ver nuestros residuos como una fuente de información sobre nuestros hábitos de consumo, nuestra forma de vida o el tipo de alimentación que llevamos. “Debemos de dejar de pensar nuestra basura como algo feo que metemos en una bolsa y después a un contenedor y que desaparece, porque realmente que se vaya de nuestros ojos no significa que desaparezca”, apunta certeramente Negro.
“Antes de empezar pensábamos que nosotros ya estábamos muy concienciados con el medio ambiente, que no producíamos una cosa exagerada de residuos… Pero nos dimos cuenta de que nos estábamos engañando y que teníamos un montón, como cualquier otra persona”, reconoce Fernando Gómez. Para poner más interesante este reto, en 2016 se propusieron que todo el plástico que produjeran cupiera en dos contenedores pequeños. Al acabar el año, les sobró la mitad de espacio y lo rellenaron con los residuos del año siguiente.
Las cinco ‘R’ para llevar una vida ‘Zero Waste’
María Negro también intenta incorporar el residuo cero no sólo en su día a día, sino que también ha hecho de la sostenibilidad su trabajo. “Cuando terminé la carrera de Publicidad, Comunicación y Relaciones Públicas, no me veía creando campañas para empresas o proyectos en los que no creo”, comenta, “aunque respeto mucho a mis compañeros que sí lo hacen”, añade. Su concienciación por el medio ambiente viene desde pequeña. “Ya de niña colgaba carteles para que mis vecinos no tiraran el aceite por el desagüe”, comenta divertida; “llevo más de seis años formándome a través de cursos, investigando, leyendo, etc. sobre el mundo de la sostenibilidad”, añade.
Con la llegada de la crisis económica, fue despedida de su trabajo en una agencia de comunicación y, junto a una amiga, decidieron cumplir su sueño y crearon El Hervidero de Ideas, una agencia de comunicación desde la que no sólo ayudan a empresas a ser más sostenibles y a promocionar aquellas que ya lo son, sino que también hacen una gran labor de divulgación para todas las personas que quieran empezar un estilo de vida Zero Waste. Lo más básico por donde empezar es la regla de las cinco “erres”: reducir, rechazar, reutilizar, reincorporar y reciclar.
La primera regla se refiere a “reducir las cosas materiales que tenemos, valorar más las experiencias y, cuando se necesite comprar algo, hacerlo en una empresa que apueste por la sostenibilidad”, recomienda María. La siguiente regla, rechazar, está muy ligada con la primera. “Por ejemplo, cuando vamos a un acto y nos regalan una gorra de promoción. No nos ha costado dinero, pero el impacto está ahí”, señala. Después vendría reutilizar, “se trata de descartar la idea de que cuando algo se me estropea tengo que comprarme otro nuevo y, en su lugar, repararlo. O acudir a tiendas de segunda mano”, propone, “yo siempre digo que la prenda más sostenible es la que ya existe”. Los dos últimos pasos son reincorporar, que se refiere al compostaje (en inglés “rot”) de los residuos orgánicos que producimos para devolverlos a la naturaleza, y reciclar. “El orden es así por algo”, explica Negro, “mucha gente se piensa que con reciclar ya basta y no es así”.
En España sólo se recicla un 30% de los plásticos que se consumen. Julio Barea, responsable de la campaña de plásticos de Greenpeace, nos explica que la razón de esto es que en el sistema actual de residuos sólo se reciclan “los envases que las empresas productoras, sobre todo alimentarias y de cosméticos, pagan a Ecoembes para que los reciclen”. Envoltorios, pajitas, cubiertos desechables y otros plásticos no entran dentro de este sistema de gestión de residuos.
Para cambiar esta situación, el colectivo Retorna está pidiendo al Gobierno que vuelva a incorporar el Sistema de Retorno de Residuos, que estuvo implantado en España hasta los años 80. Lo que propone este modelo es que los consumidores paguen un extra de alrededor de diez céntimos por cada producto envasado y, cuando lo entreguen de nuevo vacío a la tienda o a los puntos de recogida, se les reembolse el dinero pagado. Esos envases son gestionados y puestos de nuevo en el ciclo. De esta manera acabaríamos con los más de 50 millones de envases de usar y tirar que utilizamos a diario en España. Además, “sólo con este gesto, en un día recuperaríamos el 90% de botellas de bebidas que se ponen en el mercado”, apunta Barea.
Para conseguir lo que se proponían, para Patricia Reina y Fernando Gómez fue clave comenzar a cambiar sus hábitos de consumo. “Antes, cuando llegábamos tarde del trabajo y teníamos hambre pero no había nada en la nevera, nos bajábamos directamente al supermercado a comprar lo primero que estuviera preparado y listo para comer, y al final acabábamos con un montón de plásticos en la basura”, declara él. Pequeños gestos como llevar siempre encima una bolsa de tela, comprar a granel o hacer sus propios productos de cosmética o limpieza hicieron que poco a poco pudieran llegar a su meta de plástico cero.
“La gente se piensa que esta forma de vida es muy restrictiva, pero en realidad es mucho más divertido de lo que parece”, comenta. “Siempre que encontrábamos nuevos lugares donde comprar nos hacía mucha ilusión, y también era muy satisfactorio hacer nuestros propios productos de cosmética porque así no tenemos tantos botes sin terminar y que se acumulan en el baño”, interviene Patricia.
Tomárselo como un juego también les ayudó a que su transición al residuo cero fuera más fácil. “Como cada uno teníamos nuestro bote donde guardar los plásticos que producíamos, nos íbamos picando a ver quién era el que menos plásticos tenía al final de la semana”, recuerda. “Además, te obliga a ser más ingenioso, a buscar otras alternativas, y eso lo hace más divertido”, añade Fernando.
“La gente se piensa que esta forma de vida es muy restrictiva, pero en realidad es mucho más divertido de lo que parece” – Fernando Gómez
Aunque no todo fue un camino de rosas, también tuvieron algunas dificultades. “Hasta la tercera semana no se nos ocurrió llevar nuestras propias bolsas de tela a la compra, a veces, cuando se nos olvidaba en casa, cargábamos la compra como podíamos en nuestros brazos”, reconocen entre risas recordándolo. Encontrar algunos productos como sal, café o incluso papel higiénico -producto que “sin duda fue lo que más nos costó encontrar una solución” – sin que vinieran envasados o envueltos en plástico se les atragantaba, comenta Gómez.
“Una vez, por ejemplo, en un concierto, fui a pedirme una cerveza, pero como sólo me lo daban en un vaso de plástico porque no les estaba permitido darme el botellín de cristal, tuve que rechazarlo”, cuenta Reina. Su compañero también ha tenido experiencias parecidas: “unos días después de tomar la decisión de vivir sin plásticos fue mi cumpleaños y unos amigos me regalaron unos botes de champús, geles y cosas para el baño… todo con envase de plástico. Me sentía muy mal rechazándolo, pero al final se lo expliqué y lo comprendieron”.
Una de las razones por las que quizás algunas personas descartan llevar esta forma de vida es por el coste extra que piensan que puede suponer. “Es uno de los argumentos más recurrentes y es muy respetable porque hay veces que para algunas familias es más difícil”, considera María Negro, y añade, “pero hay que pensar en todos los estímulos que tenemos para que consumamos todo tipo de productos que te hacen pensar que necesitas, como cosméticos, ropa, electrodomésticos…”. Además de los beneficios que tiene esta filosofía de vida en la naturaleza, se le suman otros sobre nuestro propio bienestar. “Comenzar una vida Zero Waste te descubre muchas cosas de ti mismo, te descubre inseguridades y te hace preguntarte por qué necesitas tal cosa para sentirte feliz”, explica Negro.
Patricia Reina y Fernando Gómez coinciden con ella. “Si empiezas a vivir una vida de cero residuos, empiezas a comprar menos cosas y a replantearte si realmente las necesitas. Nosotros, por ejemplo, hemos dejado de comprar un montón de productos de limpieza, cosméticos, servilletas de papel… entonces, aunque un producto te salga más caro, como has dejado de comprar otras cosas, ese dinero lo puedes invertir en otras que además serán de mejor calidad”, explica Gómez. “A veces es verdad que hay que hacer una pequeña inversión al principio” concede Reina, pero “al final te sale muy rentable. Por ejemplo, una botella de acero te puede costar 30 euros, pero si sumas las más de 30 botellas de plástico que compras durante un año, te sale más rentable porque la de acero además te dura para toda la vida”, aclara. Otros productos, como la comida a granel, incluso suelen ser más baratos. Ellos mismos hicieron el experimento y lo contaron en su blog.
María Negro también aconseja que, puestos a comprar, hacerlo mejor en tiendas sostenibles. “Realmente hay marcas con productos muy buenos y que colaboran con proyectos sociales o que utilizan materiales reutilizables”, afirma. “Cuando empezamos con El Hervidero de Ideas nos sorprendió que hubiera marcas que, a pesar de ser cien por cien sostenibles, no lo anunciaran y que ni siquiera lo vieran como algo destacable, y esto es algo que los diferencia de las demás marcas porque en la mayoría de las veces no es tan fácil. Al principio no suelen ser rentables e implica un gran esfuerzo de búsqueda de materiales”, explica Negro.
¿Es posible ser totalmente ‘Zero Waste’?
A la pregunta del millón, ¿es posible ser totalmente Zero Waste?, los tres responden con un rotundo ‘no’.
“Si vives en una sociedad tan dependiente del plástico como la nuestra, es imposible”, se lamenta Gómez. “Nosotros hemos reducido hasta casi cero el plástico desechable, de usar y tirar, pero hay cosas como la ropa o algunos electrodomésticos que no puedes evitarlo”. Reina señala que “siempre produces algo, por pequeño que sea. Incluso Bea Johnson, la gurú del Zero Waste, produce un bote pequeño de residuos, aunque esos residuos son los de una familia de cuatro miembros más el perro”, aclara. “Para nosotros, el residuo cero no es una meta, sino un camino, significa intentar vivir generando los mínimos residuos posibles”, explica Gómez.
“El propio nombre de Zero Waste no es muy acertado”, reconoce María Negro. “Nuestra filosofía es hacer pequeños gestos que generen grandes cambios”, señala.