¿Tienen los niños españoles demasiadas vacaciones escolares?
España, junto a Portugal e Italia, es el país donde más vacaciones escolares de verano tienen los niños
Sí. Y no. Según los expertos son necesarios estos periodos de descanso, pero sería más lógico tenerlos más repartidos en el tiempo. Y es que los escolares españoles tienen unas 12 semanas de vacaciones que comienzan a finales de junio y se alargan hasta mediados de septiembre. A estas, además, hay que sumar los conocidos paréntesis lectivos en Navidad y Semana Santa.
De esta forma, millones de familias se enfrentan a un calendario escolar vacacional imposible de cuadrar con el trabajo de los padres, siendo este el principal escollo de jornadas vacacionales tan largas, ya que la conciliación familiar se hace inviable. «Compatibilizar la vida familiar y laboral es imposible con las vacaciones de verano», denuncia a este periódico Leticia Cardenal, presidenta de la Confederación Española de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos (CEAPA). «Nadie ha tenido todavía el valor suficiente de poner el cascabel al gato y solucionarlo», agrega.
Si comparamos estas fechas con el resto de Europa, España, junto a Portugal e Italia, es el país donde más vacaciones escolares de verano tienen los niños, aunque en otros países ‘compensan’ con semanas de vacaciones que aquí no existen, según el último estudio sobre el año escolar de Eurydice, Red europea de información sobre Educación. Por ejemplo, en Francia las vacaciones están bastante divididas: comienzan a primeros de julio y terminan a finales de agosto, más o menos los dos meses enteros, pero tienen también una semana en otoño, dos semanas en invierno y dos semanas en primavera. Y como contrapunto, encontramos a Inglaterra o Dinamarca, donde el periodo vacacional se reduce a 7 semanas.
Cómo emplear esas 12 semanas
La clave, según los expertos, está en cómo se emplean esas 12 semanas, ya que durante los días lectivos los alumnos van «sobrecargados» de materia y programaciones «demasiado extensas». «El tiempo de desconexión total con la escuela, especialmente como está planteado el sistema actualmente creo que es necesario. Desconectar de la escuela no quiere decir desconectar del aprendizaje y de la actividad intelectual y de algunas buenas rutinas», cuenta a The Objective Guillermo Bautista Pérez, pedagogo y profesor de Psicología en la Universitat Oberta de Catalunya. Opinión con la que coincide la presidenta de CEAPA, que asegura que si las vacaciones se distribuyesen de otra manera los alumnos «podrían llegar mucho más desahogados, menos cansados y desde luego afrontar mejor el curso».
De esta forma, Bautista propone que durante el verano los niños lo pasen bien, desconecten de sus rutinas más tediosas en la escuela y busquen otras alternativas de actividad intelectual, como lecturas más amenas, visitas culturales con la familia, proyectos científicos divertidos, deporte o actividades al aire libre que se pueden vincular a diferentes aprendizajes de conocimiento del medio. «Es importantes desconectarlos de la pantalla. Que la pantalla y los videojuegos no se conviertan en la niñera fácil. Simplemente que tenga una variedad de estímulos suficiente para divertirse y pasarlo bien, esto seguro que les lleva a aprender», puntualiza el experto.
¿Deberes sí o no?
Para Guillermo Bautista, en general, no, ya que, asegura, el aprendizaje en periodo vacacional debe llegarles por otro tipo de estímulos, «especialmente si los deberes los entendemos como algo tradicional, fundamentalmente basados en un libro o fichas repetitivas».
Además, en este sentido, el profesor de psicología asegura que una larga pausa en verano no tiene que provocar una pérdida de conocimientos. «Cuando los conocimientos están interiorizados y se van recuperando o enlazando con otros nuevos no se pierden. Lo que es importante es que aquello que los niños aprendan se relacione al máximo con su contexto y con su vida y entonces esos conocimientos perdurarán y se rememorarán de forma mucho más ágil».
En este punto, la presidenta de CEAPA, Leticia Cardenal, destaca el ahondamiento de las desigualdades sociales en función del nivel socioeconómico en los meses de parón veraniego. Una premisa que recogen algunas investigaciones, entre ellas una de la Johns Hopkins University, que señala que en estos meses ahondan estas diferencias. Para llegar a tal conclusión, examinaron a los alumnos al comienzo y al final del curso, y comprobaron que las diferencias de rendimiento en función del nivel socioeconómico eran más acusadas tras el verano. Es decir, los alumnos de familias desfavorecidas presentaban peores resultados, algo que vincularon con la mayor dificultad de acceso a recursos de aprendizaje durante el verano.
El factor climático
Pasar calor está prohibido por decreto. El real decreto aplicable a nivel nacional que fija las «disposiciones mínimas de seguridad y salud en los lugares de trabajo» –como es el caso de un colegio– establece como límite máximo la temperatura de 27 grados en los «locales donde se realicen trabajos sedentarios», un tope que se está sobrepasando sin consecuencias en los centros escolares. En Andalucía, por ejemplo, y en concreto en varios colegios de Sevilla, el AMPA denunciaba con el lema ‘Queremos estudiar en aulas, no en saunas (#AulasSiSaunasNo)’ temperaturas que sobrepasaban los 35º.
Aulas poco acondicionadas, pero también patios que carecen de grandes extensiones de sombra para albergar a los alumnos o pistas deportivas cuyo asfalto alcanza temperaturas infernales, y que dificultan mucho continuar con normalidad las clases. Así, de esta forma, muchos siguen preguntándose: ¿acabar más tarde? En general, se antoja complicado.
