Tino Soriano: “El fotógrafo español siempre ha tenido que picar en la puerta de los Pirineos”
El veterano fotógrafo critica el “ninguneo” que sufren los fotoperiodistas en nuestro país y hace un repaso en su último libro a los fundamentos de un oficio en declive.
Tino Soriano (Barcelona, 1955) empezó a disparar cuando la fotografía era principalmente una profesión. En una época en la que las cámaras no eran, tal y como ocurre hoy, un bien de consumo masivo. O una herramienta del día a día con la que retratar desde el plato que hay sobre la mesa a las ojeras con las que hemos amanecido.
Soriano es uno de los históricos de la fotografía española que siguen en activo. Lleva más de 30 años produciendo reportajes gráficos y fotos de viajes. Una dedicación que le ha servido para recorrer el mundo varias veces y obtener un buen puñado de premios y reconocimientos –entre ellos el de pertenecer a la exclusiva National Geographic Society-.
Se inició en la profesión, cuenta minutos antes de presentar en Barcelona su último libro, Ayúdame a mirar. La biblia del reportaje gráfico (Photoclub, 2019), mientras hacía el servicio militar. “Leyendo libros de fotografía, en lugar de novelas del Oeste como hacían mis compañeros”. Con esos conocimientos comenzó a enseñar el funcionamiento de una cámara –de las de entonces- para luego dedicarse plenamente a captar imágenes.
Con la costumbre adquirida de tomar notas sobre aquello que enseñaba, Soriano mantuvo el hábito durante las tres décadas siguientes. Fruto de ese compendio de notas, aprendizajes personales y citas célebres de compañeros de profesión salió a relucir, explica, esta “biblia” sobre el reportaje fotográfico.
Su opinión sobre el presente y el futuro del fotoperiodismo, y del oficio de tomar fotos en general, es más o menos tan pesimista como la de los fotógrafos jóvenes que empiezan en esto. Y que se encuentran con un mercado con las tarifas por los suelos y el “ninguneo”, en palabras de Soriano, como principal moneda de cambio. Sabe de lo que habla. Él mismo, autor de una extensa colección de imágenes para el recuerdo, lo sigue sufriendo en sus carnes.
¿Qué explicas en este libro?
Es un libro para reflexionar. Está lleno de anécdotas para que la lectura sea muy amena, pero por otro lado te va dando una serie de informaciones que tratan de ayudarte a madurar como autor. No es un libro técnico en el sentido convencional. El secreto de la fotografía no es la técnica, sino aquello que no puedes aprender en un tutorial, que es la experiencia.
Cuando te dices ‘voy a escribir un legado’, te vienen a la mente las preguntas que te hacen más a menudo. ¿Y lo de la biblia? Porque aquí tienes respuestas para todo. Tiene además cientos de citas. El libro está basado en la experiencia de los grandes maestros.
¿Todas las lecciones y consejos que das en el libro siguen siendo vigentes?
Solo tengo una duda. Sebastião Salgado dijo en su momento que al reportaje y la fotografía les veía un largo recorrido, porque la gente siempre querrá explicar historias. Y hace unos días en El País decía que quizás a la fotografía le quedaba poco tiempo. Posiblemente Salgado se refería a la fotografía convencional.
Hoy en día cuando un cliente te encarga algo si puede te cuela un vídeo o algo más. Dice: ‘de paso que haces fotos me haces un vídeo’… Para ellos es un botón diferente. El cliente lo que no sabe es que tu no puedes abordar un tema como fotógrafo y como cinematógrafo. Que aunque ambas sean imágenes requieren aproximaciones y luces diferentes.
En ese sentido, si tuvieses que destacar los grandes cambios que ha sufrido la profesión en tus 35 años de trayectoria, ¿cuáles serían?
Uno es la pérdida de calidad por parte de los medios -no de los fotógrafos, que ahora tienen unas herramientas con las que obtener resultados que antes eran impensables-. La formación del fotógrafo, su mirada, los años que lleva trabajando y su caché, todo esto ha pasado a un segundo plano. El fotógrafo se ha transformado en un hombre orquesta.
Y un punto bueno sería la democratización de la fotografía. No tienes que enviar un fotógrafo norteamericano para cubrir el Yemen, sino que puedes encontrar uno allá. Con un montón de ventajas: tiene un archivo, tiene contactos, etc.
¿Cuál es el estado del fotoperiodismo en España?
Lo veo muy negativo. La mayoría de grandes fotógrafos españoles estamos trabajando para medios extranjeros. España nunca ha sido un país agradecido con los fotógrafos. Te lo digo por mi experiencia de 20 años trabajando para National Geographic en Estados Unidos.
Pero también he conocido editores en Inglaterra, Francia, Alemania… y allí suelen tratarte entendiendo que tu trabajo es muy difícil. No es sólo que tomes fotos, entienden que tú tienes una mirada que te hace especial respecto a otra persona. En España esta visión, salvo excepciones, nunca se ha tenido.
¿Siempre ha sido así?
Sí, por desgracia. El fotógrafo español siempre ha tenido que picar en la puerta de los Pirineos. Aquí es muy raro encontrar editores que te traten bien. Y aunque el editor te trate bien, los que están encima de él no tienen el mismo concepto.
En el libro explico el caso de un doble ganador del World Press Photo que quedó con el director de un dominical y éste le dijo que la secretaria le miraría las fotos. Con Samuel Aranda pasó algo parecido. Al director de un magazine no le dio la gana de poner la foto con la que ganó el World Press. Una vez le dieron el premio, el editor insistió en que a él no le gustaba y que era él quien mandaba. Aranda lo explicó y automáticamente recibió una llamada diciéndole que no iba a trabajar para ellos nunca más.
La palabra es muy española: ningunear. Cuando trabajo con National Geographic te tratan como si fueses una vedette. Ellos quieren que tú estés feliz y contento, porque saben que en la medida que lo estés rendirás más y ellos van a tener un beneficio.
No deseas que te hagan la pelota pero por lo menos que reconozcan que tu trabajo es difícil. Y de la misma manera, si haces algo que no está bien también te lo van a decir directamente a la cara. En cambio cuando estás aquí y ves que nadie te contesta, que se olvidan, que parece que te están haciendo un favor cuando publicas algo… Para mí hay una gran diferencia.
¿Y cómo crees que se podría combatir esta situación de la profesión, desde el punto de vista de los medios?
Mi opinión es que es un error utilizar fotografías al por mayor. Porque el lector no va a pagar por algo vulgar. La foto es lo primero que se recorta al hacer una producción. Y en realidad es a lo que el lector le gusta más.
Por un lado los medios intentan recortar gastos con las imágenes porque pueden conseguirlas gratis. Y por el otro no se dan cuenta de que es una trampa: porque luego al lector no le da la gana de pagar por algo que ve [sin pagar] en internet.
Si quieres cobrar, que el producto a cambio no sea una foto bajada de internet o que te ha dado una oficina de turismo.
¿Cómo se relaciona un fotógrafo como tú con una red social como Instagram?
Está muy bien: es un escaparate. No hay un solo cliente que antes de llamarme no haya mirado mi web o mi Instagram. Es una suerte. Tú antes tenías que ir con una carpeta o tu ordenador con tus fotos positividas para explicarle a alguien lo que hacías.
Cuando tú tienes un buen archivo tienes la posibilidad de tener una cuenta brillante. Pero si estás empezando, para hacerte visible has de estar muy simpático, utilizar tecnología SEO… y eso requiere muchas horas al día.
De hecho los buenos fotógrafos que conozco las redes se las lleva su hijo o un amigo. Y ellos están generando fotos. Cuando alguien empieza, no tiene capital ni material para crear algo brillante, de manera que llega a ser un problema. Porque el tiempo que tendrías que dedicar a aprender lo estás dedicando a hacer ver que has aprendido.
¿Qué relación guardan el fotoperiodismo y la fotografía de viajes, las dos patas de tu carrera profesional?
En el fotoperiodismo tú te implicas y muchas veces tienes consecuencias emocionales. Cuando fotografío personas que se mueren, que tienen hambre o dolor… como ser humano, comparto su sufrimiento y quedo tocado. El cambio a la fotografía de viajes, que solo tiene problemas de logística para conseguir una foto guay, te sirve un poco para equilibrarte.
Eres tú mismo y es la misma cámara. Pero emocionalmente a mí [esa combinación] me ha permitido estar bastante equilibrado, lo cual es importantísimo en esta profesión.
Robert Capa pasó de la fotografía de guerra a la de viaje. Decía que su sueño era explicar que era un fotógrafo de guerra sin trabajo.