¿Puede la exposición temprana a los perros disminuir el riesgo de desarrollar esquizofrenia en la edad adulta?
Un estudio señala que entre los beneficios de convivir con un perro para la salud mental de un niño está disminuir el riesgo de desarrollar esquizofrenia.
Sabemos que la genética influencia tus ganas de tener o no un perro y que vivir con un perro puede ser beneficioso para la salud de los niños. Por ejemplo, aquellos que crecen con un perro durante su primer año de vida, tienen un 13% menos de riesgo de desarrollar asma en edad escolar. Sin embargo, los beneficios van más allá de la salud física. Está comprobado que mejoran las habilidades de lectura, la confianza y ayudan a conseguir un estado emocional más equilibrado. Pero, ¿puede la exposición temprana a los perros disminuir el riesgo de una persona de desarrollar esquizofrenia en la edad adulta? Un estudio desarrollado por el Johns Hopkins Medicine, en Baltimore, Estados Unidos, sugiere que sí.
Los investigadores analizaron la posible relación entre la exposición a un gato o un perro durante los primeros 12 años de vida de una persona y un diagnóstico posterior de esquizofrenia o trastorno bipolar. «Los trastornos psiquiátricos graves se han asociado con alteraciones en el sistema inmunitario vinculadas a exposiciones ambientales en la vida temprana y, dado que las mascotas domésticas a menudo se encuentran entre las primeras cosas con las que los niños tienen contacto cercano, era lógico que exploramos las posibilidades de una conexión entre los dos», explica el Dr. Robert Yolken, profesor de neurovirología pediátrica en el Hospital Johns Hopkins, responsable de la investigación y autor principal del artículo publicado en la revista científica PLOS One.
El estudio
Para el estudio, el equipo del Dr. Yolken analizó a una población de 1.371 personas de entre 18 y 65 años, de las cuales 396 estaban diagnosticadas con esquizofrenia, 381 con trastorno bipolar y 594 sanas, como grupo de control. Estos últimos fueron fueron evaluados por los expertos para descartar cualquier trastorno psiquiátrico actual o del pasado. A todos los participantes se les preguntó si tenían un gato, un perro o ambos como mascota durante sus primeros 12 años de vida. Además, por su puesto, de la información necesaria para su clasificación: edad, sexo, grupo étnico, lugar de nacimiento y nivel de educación de los padres, como medida del estado socioeconómico.
Como explican los autores, “la esquizofrenia y el trastorno bipolar son trastornos neuropsiquiátricos graves con una amplia morbilidad y mortalidad en todo el mundo. Los estudios familiares indican una alta tasa de asociación familiar para ambos trastornos”. Los análisis se realizaron para cuatro rangos de edad: del nacimiento a los 3 años, de los 4 a los 5, de los 6 a los 8 y de los 9 a los 12.
Los resultados
En el caso de la esquizofrenia, los investigadores detectaron una disminución estadísticamente significativa en el riesgo de que una persona desarrolle el trastorno si se expone a un perro desde una edad temprana. Una persona que convive con un perro antes de cumplir los 13 años tiene hasta un 24% menos probabilidades de ser diagnosticada más tarde con ezquizofrenia que una que no lo haga. Sin embargo, «el mayor efecto protector aparente se encontró en los niños que tenían un perro doméstico al nacer o que estuvieron expuestos por primera vez después del nacimiento pero antes de los 3 años», asegura el Dr. Yolken.
«Hay varias explicaciones plausibles para este posible efecto ‘protector’ del contacto con perros, tal vez algo en el microbioma canino que se transmite a los humanos y refuerza el sistema inmunitario contra la esquizofrenia o la somete a una predisposición genética», explica el Dr. Yolken. En el caso del trastorno bipolar, en cambio, el estudio sugiere que no existe una asociación de riesgo -ni positiva ni negativa- con la exposición temprana a los perros.
En el caso de los gatos el estudio no pudo vincular a los felinos ni con un mayor ni con menor riesgo de desarrollar esquizofrenia o trastorno bipolar. Sin embargo, los responsables de la investigación explican que “hay un riesgo ligeramente mayor de desarrollar ambos trastornos para aquellos que estuvieron en contacto por primera vez con gatos entre los 9 y los 12 años. Esto indica que el tiempo de exposición puede ser crítico para determinar si altera o no el riesgo». Un ejemplo de un posible desencadenante de esquizofrenia transmitido por mascotas es la toxoplasmosis.
Para definir con precisión los riesgos reales de desarrollar trastornos psiquiátricos al exponer a bebés y niños menores de 13 años a perros y gatos de compañía, es necesario seguir investigando. Todavía es pronto para sacar conclusiones, pero el estudio desarrollado por el Johns Hopkins es un buen comienzo. «Una mejor comprensión de los mecanismos subyacentes a las asociaciones entre la exposición de las mascotas y los trastornos psiquiátricos nos permitiría desarrollar estrategias apropiadas de prevención y tratamiento», concluye el Dr. Yolken.