Jason Silva: «El MDMA es como una cirugía a corazón abierto, pero psicológica»
Charlamos con Jason Silva, presentador del programa más visto de National Geographic, sobre muchos temas que pueden resumirse en uno: ¿Qué sentido tiene todo esto?
Jason Silva estudió filosofía, pero no se considera un académico. Futurista, storyteller, videógrafo… Presentó durante años la serie con más audiencia de National Geographic, Brain Games –nominada a un Emmy en 2013– y ahora continúa en su canal de YouTube con Shots of Awe. Jason quiere saber y, sobre todo, quiere que los demás sepan. Investiga, experimenta, viaja, saca sus conclusiones y les da una narrativa. Y esa historia la cuenta a todo aquel que quiera escucharla y plantearse los aspectos más existenciales de la vida. Por eso no es un académico; es, dice, un «filósofo de la performance» porque «en la era de la sobreinformación, la filosofía no se enseña, se desempeña».
La curiosidad es el motor de lo que hace. Y, ¿qué hace? Pues preguntas, muchas. Y –aquí llega la diferencia con la mayoría de nosotros– también desarrolla respuestas. «La curiosidad te lleva a querer entender, y cuanto más entiendes más te pones ansioso y necesitas una explicación que te ayude a calmar esa ansiedad», explica. Y no es sólo esa angustia existencial contra lo que lucha Jason. Las respuestas también lo protegen del concepto de mortalidad. «La idea de que somos mortales es demasiado aguda, nos quiebra, nos saca de quicio porque tenemos un mundo interno, simbólico, que es infinito frente a un contexto externo que es finito, moral y limitado». Lo que para muchos es una fuente de bloqueo, para Jason es gasolina: «El arte y la filosofía son mi forma de sostenerme existencialmente».
¿Es esa angustia existencial lo que, según ibas creciendo, despertó en ti esa chispa de querer saber y hacer que los demás sepan?
La ansiedad existencial es el origen de mucha de la ansiedad y la depresión que se vive hoy en día. Entonces la gente como que se lanza y trata de identificarse con una religión o con una identidad cultural o con un estatus social… busca algo en lo que apoyarse para sostenerse. Si eres nadador, natación; el dinero; la fama… todos buscamos ese algo simbólico que trasciende nuestra limitación física.
Hay como una cierta paradoja ahí, porque ahora mismo hay un montón de ‘identidades’ entre las que escoger, más que nunca, pero a la vez es la época en la que más ansiedad, depresión y angustia existencial se palpa. ¿Por qué?
El fenómeno de la movilidad social es algo contemporáneo. En el pasado, si nacías noble era porque Dios lo quería y lo mismo si eras pobre. Así, tu identidad estaba relacionada con el mundo espiritual y eso calma la ansiedad existencial.
Entonces llega la modernidad y la capacidad de movilización entre clases, la responsabilidad de tu estatus ya no es de Dios, cae sobre tus hombros. Si logras convertirte en una persona exitosa, famosa, si logras algo impactante en el mundo, te justificas frente a lo infinito. Pero si no lo logras, si sientes que tu trabajo no te inspira, si no tienes la validación externa, entonces la única persona a quien culpas es a ti mismo. Tú te cuentas una historia sobre quién eres, y, si esa historia no te la crees ni tu, el ser colapsa.
¿Cómo convivir con ese peso?
Mi amigo Jamie Wheel acaba de escribir un libro que se llama Recapture the Rapture (Recapturando el arrebato), cuya idea es que vivimos una crisis de significado y tenemos que recuperar nuestra capacidad de crear mitología personal. Si yo me psicoanalizo a mí mismo, diría que cada vídeo que hago, cada logro que me llevo, es como plantar una semilla más de significado para darle más gasolina a mi mitología personal, que me sostiene. Eso es algo que todo el mundo necesita. Por un lado hay cierta presión en tener que crear esa narrativa pero, por otro, es una liberación, porque consigues ser el arquitecto de tu destino, el escritor de tu historia y su personaje principal.
¿Y eso sería, en cierto modo, la definición de trascendencia?
Sí, aunque la trascendencia va más allá. La narrativa personal está basada en un ser con un ego. La trascendencia se supone que es cuando vas más allá de esa identidad personal y ya no eres solo una persona, eres parte del universo. A lo mejor ese sería el próximo paso. Primero, crear una identidad sostenida por una narrativa personal que te llena y, luego, trascender eso y ya… bueno, ya te conviertes en un chamán.
Además, esas narrativas personales son extrapolables a una causa mayor.
Cien por cien. Mi amigo Stephen Cutler escribe sobre desarrollo personal y habla de una fórmula para reconocer tu pasión y después entregarla hacia algo más grande que tú. Él dice que lo primero que tienes que hacer es una lista de diferentes cosas por las que tienes mucha curiosidad. Pongamos ciencia, cine, sexo… una lista de unas 15 cosas. Luego buscas donde se sobreponen de tres a cinco de esas 15. Por ejemplo, una película sobre la ciencia de la sexualidad. Cuando tienes curiosidades múltiples que se sobreponen eso significa que hay mucha neurobiología, conexiones y estimulación; y eso está apuntando hacia tu pasión. Una vez has identificado esto, buscas algo en el mundo a lo que tu pasión puede servir y entonces tu pasión se convierte en algo que va más allá de ti. Se convierte en propósito. Y eso es lo mejor que puedes llegar a desear. Como dice la escritora Elizabeth Gilbert, «la pasión intimida, pero la curiosidad es fácil». Así que empieza por la curiosidad.
Da la sensación de que esa curiosidad es algo con lo que venimos de serie cuando somos niños y a medida que crecemos como que se calcifica. ¿Cómo mantenerse en estado de asombro?
Es, como dicen, el desafío de crecer sin matar tu alma. La mayoría de nosotros perdemos contacto con nuestro niño interno. Al convertirte en adulto, la vida es difícil y eso mata el espíritu. En cierta manera, tienes que estar en un estado de rebeldía perpetua; tener claro que no vas a dejar que el mundo apague tu luz interna. Es lo mismo que hacer ejercicio; yo voy a hacer ejercicio porque no voy a dejar que la entropía me atrofie los músculos, y no voy a dejar que el envejecimiento me quite mi vitalidad. Lo mismo con ese ejercicio mental para mantenerte enfocado en lo que te da curiosidad, en lo que te apasiona y en lo que te prende la luz. Estás nadando en contra de la marea. Pero de eso se trata. Eso es la vida. La vida es sintrópica, busca complejidad; busca crear en vez de destruir. De eso se trata, eso es lo que somos.
¿La rutina es enemiga del asombro?
Puede llegar a ser enemiga del asombro y del crecimiento personal porque puede calcificarte, te puede atrapar en un estado de piloto automático y te conviertes en un robot. Sin embargo, cierta rutina puede ser buena porque da estructura y disciplina para organizar tu vida, siempre y cuando sigas insertando novedad y caos regularmente. Necesitas un balance.
En Estados Unidos hay una revolución psicoterapéutica con químicos psicodélicos donde en espacios protegidos una persona puede desintegrar su ser para luego reconstruirlo.
¿Sigues alguna rutina?
Una de las cosas más importantes para mí es dormir y ciertas rutinas con la dieta y el ejercicio. Pero, por otro lado, me gusta crear un espacio para el caos. Un espacio para rendirme, soltarme, dejarme ir. Yo solamente me quiero dejar ir en un espacio en el que estoy protegido. No me voy a dejar ir y me voy a tirar por la ventana; pero si estoy en una piscina y me quiero dejar ir y voy a caer en el agua, no hay problema. Si tú creas un contexto donde te puedes soltar sin peligro, entonces puedes tener esa práctica psicológica de morir y renacer.
Por eso los psicodélicos son tan importantes hoy en día. En Estados Unidos hay una revolución psicoterapéutica con químicos psicodélicos –las drogas–, donde en espacios protegidos, en espacios donde no te va a pasar nada, una persona puede tener una experiencia de desintegración del ser para luego reconstruirlo. Morir –psicológicamente– es necesario para poder renacer. Pero eso no es lo mismo que tirarse por una ventana. Se trata de crear espacios protegidos, espacios sagrados.
¿En qué tipo de casos son efectivas estas terapias psicodélicas?
Por ejemplo, la FDA (Food and Drug Aministration) estadounidense acaba de designar el MDMA –que llamamos comúnmente el éxtasis– como una terapia disruptiva para tratar el estrés postraumático. Con un psicólogo como guía, se administra una dosis de MDMA y la persona, en cuatro o cinco horas, comprime 10 años de terapia y después de una sesión ya no califica como una persona con estrés postraumático. Eso es porque el MDMA permite entrar en un espacio de plasticidad donde la capacidad de crear nuevos patrones mentales se abre. Es como hacer una cirugía a corazón abierto psicológicamente. Son espacios como los de la niñez, donde hay mucha capacidad para hacer cambios profundos.
Como líneas directas con ese niño interior del que hablabas, ¿no?
Sí. Diálogos internos intensos con tu subconsciente, con las partes más frágiles de ti. Las que están tan reprimidas que no las puedes acceder. Y yo he tenido experiencia personal con esto, no es solamente todos esos estudios. Y no sólo con el MDMA, también con la marihuana.
¿Cómo fue?
Para mí es una práctica semiregular. Trabajo con el cannabis como un adjunto a la exploración psicológica desde hace más de una década. Se trata de lo que te decía antes, de crear un espacio protegido donde te puedes desenvolver y soltar y entregar para poder renacer. Yo hago eso una o dos veces por semana y eso mantiene una vitalidad, le da una intensidad a mi trabajo porque estoy constantemente reconectado con mi niño interno, con lo que me prende el espíritu.
Hay que tener la mente bastante limpia y estar a gusto con uno mismo para que funcione…
Sí, tienes que estar limpio por dentro. Hablaba el otro día con un abogado, una persona que se desempeña en un mundo muy superficial y guiado por el dinero y lleno de mafias psicológicas y le dije Chambo, ¿tú estás limpio por dentro? Porque lo que yo estaba pensando es que esa persona se mete un psicodélico y va a tener que mirarse en el espejo de una manera que nunca se ha mirado y no le va a gustar lo que va a ver. Pero si tú tienes una práctica regular de limpiarte por dentro, no sientes que vas a tener una ‘noche oscura del espíritu’. Cada vez que lo haces te reinspiras y revives.
¿Conocemos la ciencia detrás de todo esto o es todavía una zona gris?
Está superestudiado. Son experiencias que se pueden explicar en dos dimensiones. Por un lado, la dimensión psicológica o mitopoética que es eso de reconectar con tu esencia, con tu niño interior… es una manera de explicar lo que está ocurriendo. Pero hay otra, científica. Se han hecho resonancias magnéticas para controlar la actividad cerebral durante estos experimentos y hay una parte del cerebro que se llama red neuronal por defecto (RND) y controla el ser autobiográfico. Bien, pues los psicodélicos disuelven esa parte del cerebro. Eso explica de forma científica lo que está pasando emocionalmente. Disuelven el ego, pero a la vez sigues despierto, así que puedes percibir el mundo cuando no hay una sensación de ser un ser.
Y así se llega a ese «estado de flow» del que hablas en tus vídeos?
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Está muy conectado, porque cuando estás en estado de flow, que significa tener acceso a más creatividad, a más capacidad… no sientes que haya ningún tipo de dificultad. Se parece mucho a una experiencia psicodélica porque te conviertes en la actividad que estás haciendo. Ya no hay una separación entre Jason y tocar la guitarra, sino que yo me convierto en el acto de tocar la guitarra. El sujeto, el objeto y el proceso se convierten en una misma cosa. Eso es el flow.
Cuando estás en ese estado, ¿cómo se percibe el paso del tiempo?
Tu sensación de sujeto y el objeto con el que estás interactuando están en un baile. Ya no hay un sujeto llamado Jason que está midiendo el tiempo. Eso no existe porque ya Jason no existe. Aquí lo que existe es una guitarra siendo tocada. Entonces por eso trasciendes la percepción del tiempo, se vuelve líquido.
Tú coges todo ese viaje, y luego lo vuelcas en algo tangible. ¿El cine es la mejor forma de expresar ese viaje?
Yo necesito tener sincronía emocional. Para mí no es suficiente haber tenido una experiencia, tengo que saber que he comunicado lo que me ha sucedido a las personas cercanas a mi vida. Quiero que me entiendan y sepan lo que me acaba de ocurrir. Y esa necesidad de ser entendido creo que es lo que me hace a mí un artista. Si una persona tiene resonancia con el arte, la está teniendo con el interior del artista y existe esa sincronía emocional.
Mis videos acaban siendo la articulación de mi proceso interno y, al compartirlo, puede inspirar a otra persona, resonar en su experiencia; puede tener muchos efectos positivos, pero para mí lo principal es que me siento entendido. No sólo por los demás, también por mí mismo.