– ¿Dónde están las papeletas de la Inés?
En el jardín de infancia Mainada, uno de los cinco centros de votación en el municipio de Badía del Vallés, una familia gitana teme confundirse. Maria Antonia Redondo, apoderada del PSC en el centro, sonríe: “Hasta ahora estos siempre votaban al PP”. Horas después, con todas las papeletas del pueblo escrutadas, se constata que los gitanos no eran un caso aislado. En Badía del Vallés, una de las poblaciones catalanas más hostiles a la independencia, ya no quieren saber nada del PP.
Es probable que en la formación que preside Xavier García Albiol se oliesen la tostada porque en el municipio no ha hecho acto de presencia ningún apoderado con la gaviota bajo el brazo. Estamos hablando de un partido que hasta el 2012 era la segunda fuerza más votada en Badía del Vallés, un partido que incluso perdiendo terreno en las autonómicas del 2015 quedó por delante de todas las fuerzas independentistas, y que cuenta con un concejal en el ayuntamiento. Pero los muchachos de Albiol no son los únicos que han pasado olímpicamente del pueblo; de Junts per Catalunya alguien ha creído ver a un apoderado en algún momento de la mañana pero nunca más se supo, y de Ciudadanos había cuatro o cinco chavales jóvenes que no eran de Badía del Vallés y que aparecían y desaparecían con una facilidad pasmosa. Maria Antonia Redondo, la apoderada del PSC en la guardería Mainada, decía estar “sorprendida” por la ausencia de estos tres partidos. Si los socialistas no tenían por lo menos a cuatro apoderados por centro no tenían ninguno.
Los que también han aparecido en buen número han sido los de Esquerra Republicana de Catalunya, que ante la ausencia de efectivos locales han tirado de la Asamblea Nacional Catalana para poder cubrir todos los colegios del municipio. Según explicaba Lluís, apoderado de ERC en el colegio Las Seguidillas, la organización independentista ha llamado a militantes de poblaciones cercanas para reforzar Badía del Vallés. Cabe recordar que ERC había mostrado en los días previos a la votación su preocupación ante la posibilidad de un “pucherazo” españolista. De ahí, se supone, el despliegue. También estaba presente la CUP con un total de 14 apoderados, todos ellos del municipio. Al preguntar si habían sido testigos de alguna irregularidad a lo largo de la jornada, los militantes del partido antisistema se han limitado a señalar que la irregularidad más preocupante es la que representa Indra por “las subvenciones que recibe del gobierno”.
La presencia de apoderados de ERC y de la CUP en Badía del Vallés contrasta con la ausencia de propaganda electoral de estos partidos en sus calles. La avenida de Burgos, que parte el municipio por la mitad, está plagada de carteles de Miquel Iceta e Inés Arrimadas. Pero de las formaciones independentistas no hay ni rastro. “A nosotros es que nos rompieron los nuestros la misma noche que los pusimos”, explica más resignado que molesto Antonio Sánchez, apoderado de la CUP en el centro de votación habilitado en la biblioteca municipal. Es cierto: dando un paseo por la zona se pueden ver los restos de carteles amarillos arrancados con rabia, y cerca de la estación de tren hay uno con la cara de Oriol Junqueras partido y boca abajo.
Pero la ausencia de propaganda electoral independentista no es lo único que sorprende de este pueblo sito a tan sólo 30 kilómetros de Barcelona; rara es la farola, la parada de autobús o el contenedor de basura que no luce su pegatina de España. Además, alguien se ha dedicado a decorar las paredes del lugar escribiendo con spray negro la frase “I love 155”.
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Son varios los periodistas que han visitado Badía del Vallés en los últimos tiempos. Lo visitó Daniel Verdú en 2015, lo visitó Rodrigo Terrasa hace dos meses y lo ha visitado Cristina Farrés este mismo jueves. Todos han sacado la misma conclusión: es el pueblo menos independentista de toda Cataluña, por estadística y por las sensaciones que deja en el visitante.
Sin embargo, la historia del pueblo inserta varios matices en la naturaleza de lo que hoy se considera un feudo del constitucionalismo.
Badía del Vallés surgió de la nada en el año 1975, cuando las autoridades franquistas aprobaron la construcción de una barriada entre las poblaciones de Barberá del Vallés y Sardañola del Vallés. La levantaron en 18 meses. El resultado: 5.000 viviendas repartidas en casi 200 bloques de pisos prefabricados agrupados en una parcela que no llega al kilómetro cuadrado. Hay quien dice que su aspecto recuerda a Pyongyang. Las viviendas, que se construyeron con el estatus de “protección oficial”, las ocuparon los trabajadores de la Renfe y de Fuerzas Eléctricas de Cataluña, la empresa que luego fue adquirida y absorbida por Endesa. La mayoría procedía de otras regiones de España; Extremadura y Andalucía, sobre todo. Muchos continúan viviendo ahí. Sus hijos, empero, han tenido que marcharse a otros lugares por la falta de espacio. La misma falta de espacio que ha impedido el desarrollo industrial de un municipio que, en palabras de Antonio Sánchez, el apoderado de la CUP, “no tiene nada más que bares y bancos”.
En la década de los 90 la población de Badía del Vallés –entonces la barriada se llamaba Ciudad Badía– se hartó de depender de dos municipios –los citados Barberá del Vallés y Sardañola del Vallés– que no se ocupaban de ella y decidió convertirse en municipio propio. El objetivo se consiguió el 14 de abril de 1994; esa es la fecha que marca el nacimiento del pueblo como entidad independiente.
Semejante meta no se habría alcanzado sin un movimiento vecinal fuerte y bien organizado; un movimiento vecinal que siguió en sus trece durante el siguiente par de décadas y que consiguió para la localidad varios colegios, un par de institutos, un mercado municipal, una biblioteca y un centro cívico, entre otros servicios e infraestructuras. En resumidas cuentas: hasta hace poco tiempo Badía del Vallés era un barrio obrero muy bien organizado que votaba en masa al PSC sin olvidarse, tampoco, de un PP que contaba con su millar de fieles de entre los 6.000 o 7.000 votantes totales. Este jueves el PP, sin embargo, no ha conseguido alcanzar los 450 votos mientras que el PSC ha cedido ante Ciudadanos; más de 3.000 personas han votado a Inés Arrimadas, frente a las 1.950 que se han decantado por Iceta. Una pequeña muestra de lo que ha pasado en toda Cataluña.
¿Y qué es lo que ha pasado?
El periodista Cristian Campos, que conoce bien las dinámicas internas de la sociedad catalana y que ha escrito largo y tendido sobre el procés para El Español, aventuraba hace unas horas que “el PP ha fracasado porque ha evitado desmontar el régimen clientelar independentista” y que, por su parte, “el PSC ha fracasado al darle legitimidad al nacionalismo”. Ciudadanos –dice– sí ha hecho bien su trabajo, aunque por culpa de populares y socialistas ese buen trabajo no sirve, ahora mismo, de mucho. Sus votantes deberán tener paciencia.
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A última hora del jueves la sala de conferencias del Hotel Catalonia Plaza, el lugar escogido por Ciudadanos para atender a los medios de comunicación tras el recuento de votos, estaba llena a rebosar. Varias docenas de periodistas, fotógrafos y cámaras entraban, salían, llamaban por teléfono o charlaban entre ellos a la espera de conocer el resultado de las elecciones. Más de la mitad eran extranjeros; muchísimos franceses y británicos, bastantes europeos en general, y varios procedentes de latitudes más lejanas. Pero la expectación era relativa. La mayoría aparecía por allí con cara de tener que cumplir el expediente; con el cansancio del que tiene que cubrir un asunto que no parece tener un final ni inmediato ni apoteósico. El tedio se sobrellevaba gracias al tentempié que habían preparado los responsables del acto. Lo más cotizado: bocadillitos de fuet, mini-hamburguesas con cebolla y montados de tortilla con pan tumaca. Y la bebida, claro.
Poco antes de las once de la noche se conocían los resultados definitivos: Inés Arrimadas, ganadora con más de 1.100.000 votos. Después, y por orden: Junts per Catalunya (940.600 votos); ERC (929.400 votos); PSC (603.000 votos); Podemos (323.700 votos); CUP (193.350 votos); y PP (184.100 votos).
El ambiente entre los miembros del equipo de Arrimadas y los apoderados era de alegría. Las enhorabuenas iban y venían, los gestos de sorpresa (“quién nos iba a decir hace unos años que hoy seríamos los más votados”) eran constantes, y los tuits dando las gracias a Cataluña por su confianza se sucedían en las redes sociales, especialmente Twitter. Incluso se pudo ver por ahí al Padre Apeles con el alzacuello suelto diciéndole a un amigo que esos resultados había que celebrarlos.
La siguiente noticia que recibieron los periodistas fue que no habría valoración de resultados. Inés Arrimadas saldría del hotel, cruzaría la Plaza de España y enfrente, a las faldas de Montjuïc, en la Avenida de la Reina Maria Cristina, agradecería sobre un escenario al millar largo de seguidores concentrados el apoyo brindado. Dicho y hecho. Durante la performance Arrimadas mantuvo las formas y empleó los adjetivos que se esperaban de ella en una noche así. A fin de cuentas, Ciudadanos ha logrado un resultado histórico. Pero también se advertía cansancio y cierta impotencia. Normal: por muy histórico que sea, que lo es, su resultado no frena el envite independentista. De momento.