El Roto: "La censura es imposible en España"
Andrés Rábago (Madrid, 1947) es un hombre templado. Lo conocemos como El Roto, como OPS, y es uno de los sátiros que ha marcado la España moderna, la que nació en los últimos años del franquismo y ha evolucionado sin parar hasta el país que somos ahora. Rábago recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2017, tiene los rasgos marcados, el pelo cano, una mirada imponente y un nuevo libro, Contra muros y banderas (Reservoir Books), a propósito del procés en Cataluña. “He dibujado desde niño, desde los seis años o así”, cuenta. “Comencé dibujando chistes porque cayó en mis manos un libro de Xaudaró, que me había regalado mi tío, y me fascinó. Supongo que fue el inicio de una profesión de la que he disfrutado mucho durante mucho tiempo”.
Andrés Rábago (Madrid, 1947) es un hombre templado. Lo conocemos como El Roto, como Ops, y es uno de los dibujantes satíricos que ha marcado la España moderna, la que nació en los últimos años del franquismo y ha evolucionado sin parar hasta el país que somos ahora. Rábago, que recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2017, tiene los rasgos marcados, el pelo cano, una mirada imponente y un nuevo libro, Contra muros y banderas (Reservoir Books), a propósito del procés en Cataluña. “He dibujado desde niño, desde los seis años o así”, cuenta. “Comencé dibujando chistes porque cayó en mis manos un libro de Xaudaró, que me había regalado mi tío, y me fascinó. Supongo que fue el inicio de una profesión de la que he disfrutado mucho durante mucho tiempo”.
Ahora que lo dice: ¿cuándo comienza uno a dibujar y cuándo a dibujar con un propósito?
Yo me recuerdo pintando algún cuadro a los 10 años en Milagros, donde pasaba los veranos. Recuerdo sobre todo paisajes. Se los enseñaba a un pintar que vivía allí, Vela Zanetti, que fue un maestro importante en mi vida artística. Yo recuerdo que cuando mi padre volvía del trabajo le enseñaba un dibujo, un chiste, y él, generosamente, se reía. Digamos que desde niño hacía algo que hirviese a alguien, no hacía algo para mí. La pintura tiene una voluntad de llegar a alguien, de que alguien lo vea, de que alguien se sienta aludido. La pintura es una voluntad de comunicación.
¿Cómo sentó en casa que dijera que quería ser dibujante satírico?
Nunca dije nada de eso. Ni siquiera yo sabía lo que quería ser, nunca me lo planteé. Vi que ahí podía haber un camino y empecé a dibujar para presentarlo a alguna revista. Justamente el primer dibujo que publiqué fue en un medio asombroso: La estafeta literaria de Madrid. Yo no sé por qué, debió ser un espanto aquel dibujo, pero lo aceptaron. Supongo que tendría todas las carencias del mundo. Se me abrían las puertas con cierta generosidad.
¿Qué implicación tenía hacer esos dibujos en los últimos años del franquismo?
Tendría que saber qué era lo que dibujaba entonces, porque no lo recuerdo ni lo guardo. Yo creo que en los primeros momentos, dado que era una revista literaria, tendría más bien un contenido no político. Más bien de juego de imágenes o algo así. De hecho, durante el franquismo, desarrollé un lenguaje cerrado, un lenguaje de OPS, un lenguaje sin palabras donde se utiliza un lenguaje gráfico que me permitía una lectura no directa ni inmediata, tenía que haber una cierta participación por parte del lector. Digamos que tuve que utilizar ese mecanismo para no tener que decir obviedades, no tener que callar cosas que quería decir.
Y luego vino la transformación hacia El Roto.
Sí, ya en la época de Hermano Lobo [revista de humor que tuvo una vida corta pero destacada entre 1972 y 1976] se vio al primer Roto. O sea que OPS y El Roto publicaron simultáneamente. OPS estaba en su momento mejor, había desarrollado un mensaje claro. Pero El Roto comenzaba a balbucear un lenguaje nuevo, un lenguaje con palabras. En OPS me parecía que las palabras ensuciaban el dibujo. En El Roto, que ya era un dibujo sucio en sí, las palabras eran lo más importante. Ha sido más bien posteriormente cuando he ido desarrollando un lenguaje gráfico, plástico, que tuviera un equivalente con el lenguaje literario que usaba.
Debió tener un motivo para el nombre: El Roto.
Se me ocurrió porque el dibujo es muy deslavazado, muy roto, y porque los personajes que comencé a dibujar eran gentes rotas. Juguetes rotos de la sociedad. Los marginados. Gente en la calle.
Ahora, en este libro, España sirve como protagonista y como escenario.
Sí, este libro lo he emparentado con el primero que hice de ese tamaño, que se llamaba Viñetas para la crisis. Lo hice de un tamaño muy modesto, muy barato, el libro no llega a nueve euros, que es el precio de cualquier revista. Justamente porque creo que están emparentados. Viñetas para una crisis, por la situación dramática que estaba comenzando a producirse, y este, porque creo que estamos en uno de los momentos más peligrosos en la historia reciente. El intento del separatismo de construir un Estado propio me parece uno de los momentos más peligrosos que hemos vivido, y por lo tanto requería dejar constancia de algunas cosas que me parecían importantes. Pero he hecho un libro sobre la ecología, he hecho libros sobre la manipulación informativa, sobre todo Camarón no se duerme (se lo lleva la corriente de opinión), he hecho más libros sobre palabras concretas.
En este caso está vertebrado por los nacionalismos.
Pero no solo por los nacionalismos, también por los muros. A mí lo que más me interesa, contra lo que me rebelo, es contra la fragmentación del hombre, la separación de unos y otros, el decir tú y yo y los otros. Esa separación solo interesa a unos pocos, a los que detentan el poder. Esos son los mecanismos que utiliza el poder en sus asentamientos y para su mantenimiento. Está siempre buscando un enemigo externo, en este caso interno, para que nos identifiquemos contra ellos.
¿Qué es lo que más le perturba de ellos?
Que se convierta en enemigo a los que son nuestros hermanos.
Sus dibujos vienen acompañados de citas muy rotundas. Por ejemplo, “cuando nos hemos liberado del nacional-catolicismo, nos vinieron con el nacional-catalanismo”, o “no son raíces históricas, son tentáculos de poder”. ¿Lo ve todo como una estrategia?
Es que es una estrategia. Utilizan un trampantojo, utilizan una bandera, un signo de identidad, para acotar un territorio. Para decir: “Esto es nuestro”. Aquí tú no entras, tú fuera. Incluso la propia lengua, que es un elemento de comunicación, se convierte en un instrumento de dominio.
Leo más: “Historiador, tu patria te necesita”.
Yo sostengo que la historia no existe. Es un compuesto, es una elaboración a posteriori con sus intenciones. La historia en sí no existe, existe la vida de cada uno de nosotros. La historia es lo que a cada uno de nosotros nos haya pasado. Lo otro es una creación o una recreación para producir una identidad, la apariencia de que algo fue de una manera determinada. Pero las cosas son de una infinidad de maneras, no son de una sola manera determinada. Los historiadores tienen esa función de crear un territorio de ficción asentado en hechos para que le den una cierta solidez, para hacernos creer que la historia es lineal. Venimos de aquí, y vamos allí. Esa es nuestra estructura de pensamiento, pero no es la única que existe. Tú puedes elevarte de esa línea, o descender de ella, y entonces no estás en la historia, estás en otro territorio.
¿Usted cree que hay una regresión en cuanto a libertad de expresión?
Yo no tengo esa sensación. Aquí mismo, en esta librería, estamos rodeados de revistas de todo tipo, de opiniones en cada una de las revistas. Si entras en internet, yo no entro, estoy convencido de que puedes encontrar desde aberraciones hasta cosas muy sensatas. De todo tipo. Ahora mismo no tenemos ese peligro. De hecho, creo que es imposible. Ahora mismo, los medios de expresión son de tal diversidad que es imposible la censura en España. Absolutamente imposible. Es un delirio. Soy bastante positivo en ese aspecto. No creo que sea posible la censura, pero sí la manipulación. No es lo mismo. De hecho estamos continuamente sometidos a la manipulación. Continuamente. El peligro no es la censura, sino la manipulación. Que estén intentando llevarte hacia una dirección concreta.
¿Cree que se ha creado un sistema más sofisticado para la difusión de noticias falsas?
Es uno de los grandes peligros que hay. Yo sé que trabajas en un medio que es digital, pero yo creo que deben existir los medios físicos. Los medios físicos son documentos. Yo insisto en el carácter documental que tiene el papel. En digital no creo que exista el documento. A lo mejor podéis decir que sí, que se puede grabar en un disquete. ¡Pero es tan fácil la transformación de algo!
En una entrevista, el cómico Ignatius Farray me dijo que se puede hablar de cualquier cosa, pero que no se puede hablar de cualquier cosa de cualquier manera. ¿Se ha perdido la sutileza dentro de la sátira?
Estoy de acuerdo con este hombre. Sobre todo en un medio público. Cuando estás en un medio público no es lo mismo que cuando estás en un grupo de gente que no conoces. No te pones a hablar como cuando estás con tus amigos en la barra del bar. Hay que intentar ser educado, cuidar las formas no es reaccionario. Eso es imprescindible. Las formas no son un invento de ratones, es un invento humano muy útil.
¿Cuál cree que es el poder de la viñeta para expresarse?
Mi lenguaje es bastante frío, cálido solo porque mi voluntad es afectuosa. Yo no digo las cosas desde el odio, lo hago desde el afecto. Aunque hay viñetas que son más duras que otras. No expreso odio, en todo caso puedo expresar preocupación, tristeza, dolor. La voluntad es siempre constructiva, no soy un destroyer. Quiero construir puentes y pasadizos, no muros. Tampoco pretendo convencer a otro, que es muy difícil, casi imposible. Lo que busco es acompañar, más que concienciar.
Tal vez la sátira tenga más que ver con reír por dentro, de una pequeña mueca, más que de una carcajada. Y eso es muy poderoso.
Sí, yo intento evitar el humor. Creo que el humor disuelve el contenido. Y lo que quieres transmitir quieres que se quede en el lector, que quede algo dentro. Muchas veces, esa risa que provoca el humor dilapida esa idea que tenías, hace que se evapore. Recuerdas que te has reído, pero no de qué te has reído.
Siento curiosidad por su uso de los colores.
El mínimo y siempre que sea útil. El blanco y negro, en sí, tiene todos los colores. Pero hay veces que, puntualmente, lo utilizas para dar énfasis sobre algún elemento. O bien por algún juego formal, para romper la monotonía. Lo mínimo posible. Un problema que hemos tenido es que hay un exceso de capacidad técnica, por lo cual en un momento determinado hubo una especie de derroche de colores, decían que tenían una paleta con todos los colores y los metían todos, no dejaban ni un espacio en blanco. Eso es absurdo: era un empacho de color.
¿Alguna vez se ha sentido cansado de dibujar?
Cuando te gusta dibujar, es muy agradable. Pero es verdad que solo dibujo porque publico. Si no publicase, probablemente no dibujaría. O haría dibujo de otro tipo. Pero si dibujas a diario, no dibujas más de lo necesario.
¿De verdad no dibujó nunca sin propósito?
No, nunca he dibujado sin propósito. Incluso de niño, cuando dibujaba, lo hacía para mi padre. No conozco el dibujar sin propósito, no le encuentro aliciente. Me gusta dibujar, pero siempre con alguna intención. Ya sea un libro o una exposición.
¿Cuál ha sido su mayor temor a lo largo de estos años de carrera?
No he tenido ningún temor. Yo creo que mi carrera ya está hecha. Si dejase de dibujar, no pasaría nada. Prácticamente he dicho todo lo que tenía que decir. Pasan cosas que aparentemente son nuevas, pero no lo son tanto. La preocupación, quizá, sea no repetirme.
¿De qué se siente más orgulloso?
No sé si orgulloso sería la palabra, pero de las cosas que tienen calidad, que supongo que serán unas cuantas: rotundas, bien hechas, con densidad. Siempre acaba saliendo, pero a veces conlleva mucho trabajo, repites un dibujo cuatro veces, rompes un cuadro porque no ha llegado a buen puerto. El problema es que solo lo ves cuando está terminado. Tal vez haya gente que tiene en la cabeza lo que quiere hacer, pero yo no.