Los pies descalzos: los niños sin techo que viven en las calles de Caracas
En 2018, 23.034 personas fueron asesinadas en Venezuela. De estas víctimas, 1.484 eran niños y adolescentes: cuatro menores de edad asesinados diariamente
“Yo vivía con mi familia, pero mi madre enfermó y murió cuando yo era muy pequeño. Después, mi padre, que tuvo más hijos con otra pareja, también murió en un accidente. Me quedé solo con la que era su mujer. Me pegaba todos los días, por eso decidí irme de esa casa y vivir en la calle”. Así lo cuenta Jefferson, que forma parte del grupo de niños conocidos como Los Pies Descalzos, que viven en las calles del este de Caracas.
Soñaba con jugar fútbol y poder llegar a ser como Lionel Messi. “Cuando cumplí cinco años me compraron una tarta. Esa fue la única vez que celebré mi cumpleaños. Mucha gente me dice que soy una mala persona porque estoy en la calle, pero yo creo que lo que tuve fue mala suerte. Cuando veo a niños como yo dados de la mano y jugando con sus padres digo ‘me gustaría ser ese niño’, solo para saber que se siente ser querido, ser protegido y tener una familia”, dice al diario El Estímulo.
Jefferson asegura que, por las noches, siente miedo y algunas veces rompe a llorar. “Pero a escondidas de los demás chamos, para que no se burlen de mí”. También relata como, las veces que ha caído enfermo, ha tenido que lidiar él solo con el problema: “Voy a la farmacia y la gente que allí trabaja a veces me regala pastillas, especialmente por los dolores de estomago que alguna veces me dan. Luego me acuesto en el césped de una plaza o un parque, debajo de la autopista; allí me quedo hasta que me siento bien”.
Dariel (nombre ficticio), que dice tener 15 años y estar en la calle desde que tenía ocho años, tiene los pies muy sucios y deformados, de tanto caminar descalzo y, como muchos otros, también se dedica a pedir dinero.
“Nosotros somos un grupo de unos 100 niños, menores de edad que vivimos en la calle. Pedimos dinero a los conductores en los semáforos, nos bañamos en la fuente de la Plaza Altamira y dormimos debajo de la autopista de Prados del Este. Estoy en la calle con mi hermano. Nuestra madre murió y nuestro padre nos maltrataba mucho. Yo logré sacar el sexto grado. Cuando estaba en la escuela le decía a mis maestras que quería estudiar para ser médico y atender a los niños, pero me tocó esta vida”, señala.
En distintas partes de sus cuerpos, ambos niños presentan muestras evidentes de heridas, viejas y nuevas. Los niños cuentan que estuvieron recluidos en centros de atención, pero se escaparon pues allí también los maltrataban. “En la calle nos tenemos que cuidar de los policías. Nos quitan el dinero que nos da la gente, nos rompen los zapatos usados que nos regalan y tienen por costumbre lanzarnos al río Guaire”, asegura Dariel.
Asimismo, señalan que también tienen que defenderse de los grupos de delincuentes adultos que los quieren someter. “Yo peleo para que nos dejen tranquilos. Además estoy pendiente de los niños más pequeños, siempre los hay que vienen a unirse al grupo y vienen a vivir a la calle”, ha puntualizado.
Al preguntarles si conocen la Ley Orgánica de Protección del Niño, Niña y Adolescentes (Lopna), no entienden que es un instrumento legal que debería custodiar sus derechos. La consideran como un organismo en donde los llevan para castigarlos. “Cada vez que vienen los policías salimos corriendo para que no nos lleven para la cárcel, allí nos pegan, no hay comida y nos maltratan. Los que allí hemos caído buscamos la manera de escaparnos”.
Muchos de esos niños sueñan poder volver a casa para estar con una familia. Sin embargo, la mayoría no cuentan con allegados, autoridades o alguien que los ayude a su re-insertarlos a la sociedad y tener una mejor calidad de vida.
Asesinados, huérfanos y abandonados
El 6 de diciembre de 2018, dos jóvenes de 13 y 16 años de edad, fueron asesinados por una comisión de funcionarios de las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES), adscrito a la Policía Nacional Bolivariana y que está considerado como un grupo de exterminio por la Alta Comisionada de DDHH de la ONU. ¿El motivo? Montar un pesebre en frente de sus casas para alegrar la Navidad a los niños en el kilómetro cero de la Carretera Panamericana, vía que une la ciudad de Caracas con el estado Miranda, lugar donde residían con sus familias.
Este caso forma parte del reciente informe anual presentado por el Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap) y del Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) quienes han explicado como la situación de violencia desatada en el país también afecta a los niños.
El escrito revela que en 2018, 23.034 personas fueron asesinadas en Venezuela. De estas víctimas, 1.484 eran niños y adolescentes, lo que equivale a cuatro menores de edad asesinados diariamente.
El informe también alerta sobre el estado de vulnerabilidad en que se encuentran miles de niños cuando los padres se marchan a otros países, en busca de mejores oportunidades de trabajo, para poder mantener a la familia que se queda en Venezuela.
Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Ancur) cuatro millones de venezolanos han tenido que abandonar al país y estiman que para el cierre de 2019 la cifra podría llegar a los seis millones.
En torno a esta situación Carlos Trapiani, coordinador de Cecodad, señala que en Venezuela se vive una emergencia humanitaria muy compleja que afecta especialmente a los niños.
Trapiani ha asegurado que la emergencia que vivimos no obedece a causas naturales o eventos fortuitos, sino que viene dada por malas decisiones políticas y quiebre del Estado de Derecho. “Hay una constante negativa en reconocer los problemas, atribuyendo todo lo que sucede en nuestro país a las recientes sanciones económicas coercitivas contra Venezuela, sin reconocer que este proceso viene gestándose desde hace 20 años se produce daño, sufrimiento y muerte” ha declarado.
Carlos Trapiani ha señalado que, en caso de los niños y adolescentes, la problemática se agudiza. Desde 2007, la reforma de la ley de infancia y el desmantelamiento intencional del sistema de protección “no trata de una dinámica que solamente obedece a la coyuntura política actual, sino que deja al descubierto una violencia institucional contra la infancia en Venezuela, que también queda huérfana de instituciones que puedan defender sus derechos, sin que las autoridades de este Gobierno ofrezcan señales de cambiar esta realidad, a pesar de los llamados que ha realizado la comunidad internacional”.