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50 años de Stonewall o cómo el inicio del movimiento LGTBI se lo debemos a la comunidad trans

Se cumplen 50 años de los disturbios del pub Stonewall en Nueva York, que supusieron el principio del fin de siglos de represión a la diversidad sexual y de género

50 años de Stonewall o cómo el inicio del movimiento LGTBI se lo debemos a la comunidad trans

Los disturbios del neoyorquino bar Stonewall, que enfrentaron durante días a activistas –principalmente transexuales y homosexuales– y a la Policía de Nueva York, cumplen medio siglo. Stonewall fue la mecha que encendió el movimiento LGTBI[contexto id=»383891″] cuando ni siquiera existían ni ese concepto ni esas siglas. Esta es la historia de una rebelión que supuso el principio del fin de la persecución, el miedo, la agresión continuada y la estigmatización de millones de personas. Esta es la historia del inicio de la lucha por los derechos de las personas lesbianas, gays, trans, bisexuales, intersexuales y queer en todo el mundo.

Fue un 28 de junio de 1969 –de ahí que se celebre ese día el Día Internacional del Orgullo LGTBI– cuando los clientes del bar Stonewall, un bar de ambiente que suponía un refugio para lesbianas, gays, transexuales y drag queens se enfrentaron a la Policía tras la enésima redada indiscriminada que llevaba a cabo. Aunque no fue el primer levantamiento contra la violencia policial que acechaba a homosexuales y trans, sí fue el que mayor impacto tuvo en el movimiento.

Entre la clandestinidad y la persecución

El pub Stonewall Inn, situado en el barrio neoyorquino de Greenwich Village y regentado por la mafia –que a menudo sobornaba a la propia Policía para evitar este tipo de redadas– era el único local en toda la ciudad donde dos hombres podían bailar juntos. Y no es que fuera legal, simplemente en Stonewall estaba permitido. La mafia tenía muy claro que era un negocio rentable porque no había otros como ese.

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El Stonewall Inn en 1969. | Foto: Diana Davies | New York Public Library

Para comprender el Stonewall, es necesario comprender dónde estaba situado. Tras la Segunda Guerra Mundial, muchos hombres y mujeres homosexuales que habían servido en el ejército estadounidense aprovecharon la oportunidad de establecerse en las grandes ciudades y crearon núcleos más seguros para ellos. Es el caso de Castro, en San Francisco, o del Village, en Nueva York.

En pleno Village, en los números 51 y 53 de la calle Christopher, estaba el Stonewall Inn, un bar de copas al uso que en el 66 se convirtió en un refugio sin precedentes para los que las autoridades de aquel entonces consideraban personas de “conductas desordenadas”.

El Stonewall también destacaba por acoger a un público realmente multicultural. Allí convivían personas de diferentes razas: había una proporción aproximadamente igual de blancos, negros e hispanos, algo muy inusual en el ocio nocturno del Nueva York de la época. Este hecho, sumado al de ser el único bar gay de la ciudad en el que estaba permitido el baile, hacía del Stonewall el lugar de moda del Village. De poco servían los precios desorbitados que imponía la mafia, o las redadas constantes. Siempre estaba a reventar.

Al Stonewall no entraba cualquiera. A través de una mirilla, el portero determinaba si la persona era alguien conocido en el ambiente o, por lo menos, tenía aspecto de travesti o maneras más o menos afeminadas. Se evitaba así la entrada de curiosos o de agresores, que no eran pocos. Además, contaba con un registro de entrada –era un club privado–, aunque apenas nadie firmaba con su verdadero nombre.

Los golpes, encarcelamientos aleatorios e incluso asesinatos de personas del colectivo eran constantes. Muchos de estos ataques los perpetraba la propia Policía. Por eso, la clandestinidad era un punto de partida necesario para poder disfrutar de un refugio de libertad. Un mal menor que terminó construyendo un movimiento de liberación.

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La portada del del Sunday News del día siguiente a los disturbios cuelga en la pared del Stonewall. | Foto: Bebeto Matthews | AP

La madrugada del 28 de junio de 1969 se produjo una redada que tendría unas consecuencias que nadie –y menos las autoridades– podía prever. En los días previos al 28 de junio, las redadas en la zona del Village por parte de la Policía eran cada vez más frecuentes. Los agentes irrumpían en los locales, requisaban la documentación de todo aquel que se encontrara dentro y metían en furgones a todos los que pudieran. Esas personas pasaban la noche, e incluso más tiempo, en los calabozos y muy a menudo recibían palizas. Una violencia policial sistemática que apenas tenía repercusión mediática y que los políticos ignoraban e, incluso a veces, alentaban. La Policía, a fin de cuentas, actuaba amparada en su autoridad y respaldada por una sociedad mayoritariamente indiferente y homófoba.

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El Frente de Liberación Gay marcha en Nueva York en 1970. | Foto: Diana Davies | New York Public Library

La del 28 de junio del 69 fue la gota que colmó el vaso. La violencia impune que la Policía ejercía sobre el colectivo era sencillamente demasiado. Ante la enésima redada, los que estaban en el Stonewall se levantaron. Pronto se corrió la voz y se unieron los que estaban en otros locales cercanos o en las calles del Village. En cuestión de horas, toda la ciudad estaba enterada de lo que estaba pasando en la calle Christopher. Los homosexuales, trans y bisexuales estaban literalmente batallando por liberarse.

El ambiente se fue caldeando poco a poco hasta que todo explotó. Coches y contenedores incendiados, ventanas destrozadas. El Village era una batalla campal que duró días y que se saldó con numerosos agentes de la Policía encerrados en el Stonewall, con destrozos materiales por toda la zona y con decenas de detenidos. Los oprimidos se rebelaron y los más valientes fueron aquellos que mayor represión sufrían: el colectivo trans.

La comunidad trans, a la vanguardia en marchas y disturbios

El Stonewall era un oasis también para las drag queens, travestis y trans en general, en una época en la que travestirse era delito. Fueron las travestis y drag queens las que iniciaron aquel incendio el 28 de junio del 69. La ley establecía que todo individuo debía llevar por lo menos tres prendas que correspondieran con su sexo biológico. Cuando la Policía, como de costumbre, trató de comprobar su sexo –normalmente utilizaban a agentes mujeres para ello–, ellas se negaron. Su negativa fue el detonante de los disturbios.

La comunidad trans, a menudo ignorada incluso por parte del resto del colectivo, se puso a la cabeza de la lucha. Lo hizo, en parte, por ser seguramente la más reprimida. Condenadas al ostracismo por una sociedad que las invisibilizaba, las travestis y transgénero terminaban casi siempre en las calles, forzadas a la prostitución y a la marginalidad.

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Sylvia Rivera en la marcha del Orgullo de 1996 en Union Square, Nueva York. | Foto: Justin Sutcliffe | AP

El documental original de Netflix La muerte y la vida de Marsha P. Johnson pone cara a las precursoras del movimiento de liberación, y no fueron otras que la propia Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, dos mujeres trans que, junto a sus compañeras, fueron las más beligerantes durante los propios disturbios y durante los años posteriores.

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Sylvia Rivera, Marsha P. Johnson, Jane Vercaine, Barbara Deming, Kady Vandeurs, Carol Grosberg, y otras, en una concentración frente al Ayuntamiento de Nueva York en 1973. | Foto: Diana Davies | New York Public Library

Sylvia Rivera fue muy crítica con los hombres y las mujeres homosexuales blancos y de clase media que, según aseguraba, solo luchaban por sus derechos y perseguían perpetuarse en sus privilegios. El colectivo trans –que en aquella época estaba sobre todo compuesto por travestis y drag queens– fue, sin lugar a dudas, el responsable primigenio del movimiento LGTBI moderno.

Stonewall, monumento nacional y lugar de peregrinaje

A partir de los disturbios de Stonewall, el colectivo LGTBI se atrevió a manifestarse de manera más abierta. Se crearon asociaciones y medios abiertamente homosexuales, hasta llegar al primer Día del Orgullo Gay, celebrado el 28 de junio de 1970, justo un año después de los disturbios de Stonewall, y que consistió en una amplia marcha por la ciudad de Nueva York. Ya a la luz del día, con los medios cubriendo el evento y combinando el tono reivindicativo con el ambiente festivo, el Orgullo tomó otro cariz. La lucha estaba en marcha.

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El Stonewall Inn en 2019. | Fots: Cecilia de la Serna | The Objective

La heroicidad de aquellos que se levantaron contra la represión sistemática de sus libertades no tardó en expandirse y en cruzar el Atlántico. El movimiento de liberación gay, como se le denominaba entonces, llegó a la costa oeste –donde más tarde aparecieron otros héroes como Harvey Milk– y a Europa. En España, tendríamos que esperar unos años a que el régimen franquista acabara dando paso a la lucha por las libertades y su posterior conquista. Lo que ocurrió en Stonewall durante esa madrugada inspiró a millones de personas en todo el mundo.

Hoy Stonewall es un lugar de peregrinaje. Cada año, miles de turistas visitan este enclave de la lucha por la diversidad sexual y de género. El presidente Obama declaró el Stonewall en 2016 como el primer monumento –o parque, la distinción oficial– nacional en reconocimiento y reflejo de los derechos y contribuciones sociales del colectivo LGTBI. El Stonewall Inn contaba ya con la distinción de monumento histórico, pero al convertirse en parque nacional se reforzaba su protección y su promoción como lugar de interés.

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“Este levantamiento catalizó el movimiento por los derechos civiles LGTBTQ, resultando en la visibilidad creciente para la comunidad que continúa resonando en la lucha por la igualdad”, puede leerse en la placa de la fachada del Stonewall. | Foto: Cecilia de la Serna | The Objective

El recuerdo de lo que ocurrió hace 50 años ha dado lugar además a un hecho sin precedentes. El jefe de la Policía de Nueva York pidió perdón recientemente por la represión contra la comunidad LGTBI durante los disturbios de Stonewall en junio de 1969. “Lo que ocurrió no debería haber ocurrido, las acciones de la Policía de Nueva York fueron un error”, declaró en un aplaudido gesto James O’Neill el pasado 6 de junio.

Nueva York es sede en 2019 del World Pride, recogiendo el testigo de Madrid, que lo fue en 2017. De esta forma, el evento se adelanta dos años para coincidir precisamente con el 50 aniversario de los disturbios de Stonewall, la mecha de una lucha que todavía no ha concluido y cuyo legado debemos, entre otros, a los valientes del 69.

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