La cuestión trans, el talón de Aquiles del movimiento feminista
De la teoría ‘queer’ a la autodeterminación de género, pasando por las feministas trans excluyentes: hablamos con expertos y una persona trans para esclarecer la polémica del Orgullo 2020
El Orgullo de 2020, peculiar donde los haya por la cancelación de eventos masivos y presenciales por la pandemia del coronavirus[contexto id=»460724″], llega en mitad de una guerra abierta por la cuestión trans en el seno del movimiento feminista. Para este primer «orgullo virtual», la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB) ha escogido el lema «Sororidad y feminismo para TRANSformar. ¡Mujeres lesbianas, trans y bisexuales en acción! ¡Por las más vulnerables!».
La reivindicación del Orgullo este año pone así el foco en las mujeres LTB, pero especialmente en las mujeres trans por las continuas polémicas en torno a un sector muy concreto del feminismo que pone en duda –cuando no rechaza– la idea de que una mujer trans sea realmente una mujer. En este contexto, las siglas TERF –que hacen referencia a Trans Exclusionary Radical Feminist, en inglés, que en español viene a decir «feminista radical que excluye a las personas trans»– pueden leerse en todo tipo de foros y debates y se han convertido ya en un adjetivo, en muchos casos peyorativo, para definir a esta corriente del feminismo o a sus integrantes.
El argumentario de la discordia
La última de estas polémicas nace directamente de un argumentario interno del PSOE, firmado entre otros por la vicepresidenta Carmen Calvo, en el que se fijaba el sujeto del feminismo al «sexo», «un hecho biológico». El documento fue ampliamente criticado por diversos sectores del colectivo LGTBI, que lo acusaban de tránsfobo, y ha manifestado una división no solo dentro del partido, sino del Gobierno de coalición con Unidas Podemos.
Para el activista y traductor Javier Sáez, dentro del PSOE «hay algunas personas con una posición muy tradicional –incluso pre Beauvoir– y binaria que están promoviendo esta visión tan cerrada». Preguntado por The Objective, Sáez recuerda sin embargo que el PSOE «tiene importantes activistas trans como Carla Antonelli y ha sido un partido que siempre ha apoyado al movimiento LGTBI» y cree que el Gobierno está siendo «mucho más cauto» en este sentido. Aunque el movimiento LGTBI es «diverso», dice, cree que «nadie entiende el panfleto esencialista-binario-antiqueer del PSOE ni las posiciones TERF».
«Dentro del PSOE siempre ha habido figuras que discrepan con los derechos trans y cómo abordarlos y eso lo saben de primera mano los colectivos LGTBI+. No es nada nuevo», asegura el periodista especializado en género y realidad LGTBI+, escritor y activista Rubén Serrano. «Dentro del Gobierno está claro que sí [hay una división]: lo que piensa y defiende Unidas Podemos es diferente a la posición del PSOE en cuanto a los derechos de las personas trans», aclara.
Activistas TERF y su influencia en las redes sociales
Aunque el número de adeptas al feminismo que excluye a las personas trans sea bastante bajo, su voz se amplifica porque entre ellas hay unas cuantas con mucha influencia en las redes sociales, especialmente entre los más jóvenes.
Loro Esteso es un hombre trans, tiene 29 años y vivió como «como mujer cis, lesbiana provinciana y feminista hasta los 25», nos cuenta. Al entrar en la universidad, en el año 2010, empezó a meterse de lleno en la lucha feminista y «a leer mucho sobre feminismo desde diferentes ópticas de estudio y diferentes planteamientos teóricos». «La lucha por visibilizar y naturalizar mi sexualidad y el camino de autoconocimiento y la deconstrucción de mi propia identidad de género que me aportó el feminismo me llevaron hace cuatro años a abrir otro frente, el de la lucha trans. Entendí que me tocaba entonces dejar la primera línea del movimiento feminista y dar un paso atrás para dejar que las que ocupasen ese espacio fuesen mujeres, en su multiplicidad», relata. Se declara feminista, pero entiende que ya no puede ocupar el lugar que ocupaba en el movimiento cuando vivía como mujer cis.
Él admite que se siente «especialmente discriminado» por el movimiento feminista radical, por ejemplo en cuestiones como el aborto. «Creo esencial que los hombres trans y personas no binarias tengan voz porque también es nuestro derecho acceder al aborto sin estigmas, legal y seguro», nos cuenta. De ahí que defienda el término «personas gestantes» que tan poco gusta en algunos círculos del feminismo radical. En cuanto a las individuas por las que se siente atacado, hace énfasis en perfiles que en las redes tienen decenas de miles de seguidores, como Dervemut, Eres una caca o Feminista Ilustrada. «Estas personas tienen una influencia muy fuerte en la gente que les sigue y lanzan mensajes muy peligrosos que, sin duda, están generando un incremento en la violencia hacia el colectivo», concluye.
¿Qué es la teoría queer?
«El activismo queer desdibuja a las mujeres como sujeto político y jurídico, poniendo en riesgo los derechos, las políticas públicas de igualdad entre mujeres y hombres y los logros del movimiento feminista», reza el documento socialista, que pone contra la diana la teoría queer. Queer significa fundamentalmente raro o excéntrico, pero lo que en su día fue un insulto es ahora el nombre que se le da a una teoría propia del colectivo LGTBI.
«Estos días hemos visto a Isabel García, delegada LGTBI del PSOE, referirse a un hombre trans como ‘mujer’ y participar en un coloquio llamado ‘Teoría queer: ¿caballo de Troya?’. Se ha creado a un enemigo perfecto con la teoría queer: la criticamos pero absolutamente nadie sabe exactamente qué dice. No se citan textos ni autores, simplemente se cita al monstruo para remarcar unos derechos y matar otros», opina Serrano. Pero, ¿qué es exactamente la teoría queer?
Javier Sáez, además de activista, es el autor del libro Teoría queer y psicoanálisis (Editorial Síntesis, 2004) y coeditor con Fefa Vila del libro El libro de buen ∀mor: sexualidades raras y políticas extrañas (Ayuntamiento de Madrid, 2020). Él avisa de que es difícil explicar «de forma breve» lo que es la teoría queer. «Lo que llamamos teorías o movimientos queer es un conjunto de enfoques bastante diverso, que aparece dentro del feminismo para dar respuesta a ciertos conflictos que estaban ocurriendo a finales de los años 80: reivindicaciones de mujeres trans chicanas y negras, de minorías étnicas LGTBI, de personas migrantes con diversidad sexual, de un nuevo feminismo, personas que no se veían representadas en la imágenes o en el discurso dominante, que estaba muy dominado por hombres gais (en lo LGTBI) y por mujeres blancas de clase media (en el feminismo)», explica. «Es un enfoque que cuestiona lo heterocentrado, lo cis-centrado y que aporta una visión más compleja del sexo y del género, y más interseccional», apunta.
La teoría queer «politiza mucho el activismo, lo radicaliza, introduce el racismo, lo decolonial, la clase social, lo no binario, problematiza las identidades… Es un movimiento que surge del activismo feminista, por la marginación de ciertas minorías y la necesidad de ampliar el sujeto político del feminismo», explica Javier Sáez.
«La teoría queer no es única. Muchas no son factibles porque son justamente eso: teorías. Muchas no son compatibles entre sí. Muchas son muy difíciles de entender. Lo que tienen en común es que nacen de la marginalidad: de vidas que están en los márgenes del sistema», nos dice Rubén Serrano. Por eso, explica, «la lucha queer no se lee solo en términos de sexo, género y sexualidad sino también en términos de antirracismo, anticlasismo, anticapitalismo, anticapacitismo. La teoría queer cuestiona el sistema, de ahí que el sistema vaya a por ella».
«’La teoría queer es el enemigo’ es el equivalente a ‘la ideología de género’ de Vox y Hazte Oír», denuncia. Una falsa narrativa, la que asimila a las personas trans con la teoría queer, que solo busca seguir discriminando a un colectivo especialmente vulnerable.
Sexo, género y binarismo
Para entender algunas postulaciones de la teoría queer, hay que entender la diferencia entre sexo y género. María del Olmo, psicóloga especializada en diversidad sexual y de género consultada por este medio, nos explica esta diferencia: «El género no tiene nada de biológico, la mayor prueba de ello es que depende de en qué sociedad, país o en qué punto de la historia nos fijemos, el género es diferente. Es importante, ya que el argumento de ciertos sectores que relega a las mujeres al hogar o los cuidados (rol de género) es que esto es algo inherente al hecho de ser mujer cuando en realidad es algo relacionado con la educación».
El género, por tanto, es una construcción social. El sexo, sin embargo, sí es biológico: «El sexo hace referencia a la biología en diferentes niveles (cromosómico, hormonal, caracteres sexuales primarios y secundarios). Es por esto que a mí no me gusta utilizar el termino de mujer u hombre biológico, sino que utilizo la palabra cis, es decir, hombre o mujer cis», explica la experta.
Por eso, cuando hablamos de personas que nacen con una identidad de género distinta a su sexo hablamos de personas trans, mientras las personas que sí coinciden –la mayoría de la sociedad– son cisgénero. Sorprende que, precisamente siendo la realidad mayoritaria, el término y la identificación aún no lo sean.
La confrontación con el binarismo de género es otro pilar de las teorías queer. «El binarismo de género asume que solo existen dos géneros: el masculino y el femenino. Esta rigidez discrimina todas las expresiones de género, como la andrógina, dejándolas fuera de la ecuación», comenta Del Olmo. «Es importante también hablar sobre el binarismo sexual, que es asumir que en nuestra biología y nuestra naturaleza solo existen dos opciones: hombre y mujer, y que son muy diferenciadas entre sí. Esto elimina de la realidad a las personas intersexuales por no encajar dentro de esas categorías».
«El ser humano necesita hacer categorías de todo, necesitamos sentir que tenemos cierto control sobre la realidad», explica la psicóloga sobre la existencia imperante del binarismo en la sociedad. Estas dos categorías, tanto en el género como en el sexo, «son algo inventado por nosotros, no son la realidad y por tanto deben ser cuestionadas», concluye.
Esta negación del binarismo de género se toma, por parte de algunos sectores, como un ataque a su propia identidad. Pero ¿realmente que una persona se autodenomine «no binaria» atenta contra los derechos de quienes no lo hacen? «No creo que ninguna identidad u orientación atente contra nadie», contesta Del Olmo. «¿En qué me afecta a mí que una persona se identifique con el género y pronombres neutros?, ¿o que su expresión de género no concuerde con su sexo? Esa rigidez, en mi opinión, hace referencia a la incapacidad de ciertos grupos a cuestionarse sus privilegios. Las personas cisheterosexuales tienen privilegios, y asumir que hay otras personas igual de válidas que ellos pone en peligro su posición», esgrime.
Autodeterminación de género: una reivindicación histórica
El argumentario del PSOE, también firmado por el ministro José Luis Ábalos y otros dos cargos socialistas, manifestaba su oposición a la autodeterminación de género, una reivindicación histórica del colectivo trans. Sáez espera que desde el Ejecutivo se impulse y apruebe «una Ley Trans con derecho de autodeterminación como la argentina, y que no asuman esta visión tan tradicional que no escucha a los colectivos trans». La última noticia en este sentido es que Igualdad ha asegurado que se garantizará por ley la autodeterminación de género. Además, apostará por la despatologización de la transexualidad, algo que tiene un gran consenso médico y que la OMS ya ha hecho.
Pero, ¿qué es la autodeterminación de género? Según María del Olmo, la autodeterminación de género es «la capacidad de cada persona de definir su identidad, sin necesidad de una opinión externa».
Ahora, si una persona trans quiere cambiar el sexo de su DNI, debe someterse al diagnóstico de un trastorno mental por parte de profesionales como psiquiatras o psicólogos, que deben determinar si están frente a una persona trans. Este procedimiento patologiza la transexualidad. «A menudo estos profesionales, que además muchas veces ni siquiera tienen formación sobre diversidad sexual y de género, caen en estereotipos de género, asumiendo por ejemplo que a una mujer trans le gustará llevar vestidos, maquillarse, pintarse las uñas y que además será heterosexual», nos explica esta psicóloga experta en diversidad sexual y de género.
Para Loro Esteso, la autodeterminación de género «te da la libertad de buscar una identidad en la que encajes más allá del binomio hombre/mujer». «Yo no supe desde siempre que era una persona trans, ni pensé de mí mismo que había nacido en un cuerpo equivocado, ni siquiera me había planteado la identidad de género como algo que pudiera salirse de lo establecido hasta mi época de la universidad». «Lo viví como una evolución natural dentro de mi desarrollo como persona adulta que, evidentemente, está definiendo quién es», cuenta, dice que para combatir el «estereotipo sobre cómo es ser trans». «Cada experiencia trans es única y esta es la mía», asevera. Por eso, «la autodeterminación de género me parece vital, porque nadie va a entender cómo te percibes, tus tiempos, tus procesos y cómo te sientes mejor que tú misme».
TERF: una cuestión de privilegios
El movimiento queer trata de «ampliar» el feminismo, defiende Sáez, «en ningún caso de anularlo o de negar la realidad de las mujeres, ni sus problemas o su opresión». Entonces, ¿por qué surgen corrientes como la TERF?
La histórica del feminismo español Lidia Falcón o la filósofa Victoria Sendón son algunas de las mujeres que han mantenido posturas reacias a acoger a las personas trans en el seno del movimiento. Para Javier Sáez, que rechaza que haya una «guerra abierta» en el feminismo, la postura anti trans en el feminismo es «muy minoritaria» y «repite frases y argumentos que ya decían algunas TERF de EEUU de finales de los 70 como Janice Raymond, frases como ‘borrar a la mujer’, ‘trans acechando en los baños de mujeres’, ‘hombres que se hacen trans para evitar una condena por violación’…» y «eso no ha existido nunca», asegura.
«Quizá hay un problema de poder: algunas personas sienten amenazada su posición de privilegio por un nuevo feminismo mucho más diverso, potente, público, que tiene muchísima fuerza hoy en día. Estas personas se resisten a abandonar su posición de poder, pero las visiones TERF no representan al movimiento feminista en absoluto, afortunadamente», explica.
Sobre esta cuestión de privilegios coincide Rubén Serrano, que afirma: «El feminismo trans excluyente siempre ha estado presente. Lo que estamos viendo ahora por parte de algunas figuras se trata de una cuestión de mantener sillones, privilegios y posiciones». «Querer oprimir a un colectivo oprimido para reafirmar unos derechos que nadie está cuestionando no es igualdad. Lo LGTBI implica feminismo porque son dos luchas que históricamente han ido y avanzado de la mano. Negarlo es negar la realidad. El feminismo apoyó y abrazó la lucha lésbica en los 70», asegura.
María del Olmo apoya también la idea de que el feminismo y el movimiento LGTBI comparten una lucha común: «Cambiar un sistema rígido, patriarcal cisheteronormativo y cuestionar también el sistema sexo-género. Ambos quieren derribar los estereotipos de género y los cuestionan constantemente. Ambas luchas van de la mano porque ambas hacen referencia la diversidad, a que cualquier persona es válida aunque no cumpla lo que la sociedad espera de ella».
A fin de cuentas, toda esta cuestión se ha tornado en un debate y las personas trans no son un objeto a debatir, sino individuos que merecen dignidad, y además son sujetos de pleno derecho. Rubén Serrano asevera que «las personas trans son personas, no teorías, y escuchar que no existes desde uno de los partidos que te gobierna y desde la oposición es una tortura mental y emocional. ¿Cuántas vidas trans estamos dañando con estos mensajes? Incontables, me temo».