El pasado 20 de octubre el diario conservador Le Figaro, el segundo más leído de Francia, publicó un artículo sobre Vohipeno, un pueblecito en el sureste de Madagascar. El texto decía que el alcalde del lugar se había convertido al islam después de que alguien le ofreciese cuatro años de educación gratuita y con todos los gastos pagados en Arabia Saudí. El reportaje se titulaba “Madagascar, tierra de conquista de los islamistas” y explicaba que la gran isla del Océano Índico se ha convertido en terreno abonado para una ofensiva yihadista.
Giscard Ramananarivo se tuvo que frotar los ojos varias veces cuando le pusieron el artículo delante. El joven alcalde de Vohipeno, que efectivamente es musulmán como la mayoría de los habitantes del pueblo, no sabía de dónde había sacado Le Figaro toda esa información. “No sé quién le contó eso al reportero francés, porque yo nunca he estado en Arabia Saudí”, dice el alcalde, que meses después sigue sin salir de su asombro. Los años que Ramananarivo estuvo lejos del pueblo los pasó en Antananarivo, la capital de Madagascar, completando sus estudios. “Me habría encantado sacarle de su error, pero jamás se puso en contacto conmigo” añade.
El resto del reportaje también le dejó sorprendido: presenta Vohipeno como una localidad plagada de mezquitas y escuelas coránicas construidas con dinero extranjero que no paran de escupir muchachas con velo a las calles del distrito. Una de las personas consultadas por el periodista francés asegura que la islamización de la región ha ocurrido en los últimos diez años. Otro vecino advierte que el día menos pensado las autoridades malgaches encontrarán campos de entrenamiento para yihadistas en los montes de la zona, pero que entonces ya será demasiado tarde. Ambas fuentes son anónimas.
“Si por algo destaca este sitio es por la tolerancia y respeto que siempre se han profesado cristianos y musulmanes”, explica el alcalde. Prueba de lo que dice es que sus hijos no estudian en ninguna escuela coránica (que las hay) sino en Sainte Genevieve, un centro católico que acoge a más de un millar de estudiantes de toda la región. Nivonjonahary Anniche Raymonde, más conocida como Sor Anniche, es la directora del colegio y corrobora las palabras del alcalde: “Él trae a sus hijos aquí y también los trae el imán de la mezquita que hay en esta misma calle, del mismo modo que hay niños católicos asistiendo a escuelas coránicas”. Sor Anniche explica que ambas comunidades llevan conviviendo siglos y que nunca han existido tensiones por culpa de la religión.
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Madagascar es un país eminentemente cristiano. Estudios recientes que analizan la relación entre demografía y religión sitúan la cifra de musulmanes entre el 3% y el 7%. Es decir: menos de dos millones de personas en un país cuya población suma 25 millones. Por eso choca que en Vohipeno siete de cada diez vecinos se identifiquen como musulmanes y por eso algunos visitantes, al pasar por la localidad y ver mezquitas, mujeres con velo y tabernas donde no sirven cerdo, dan la voz de alarma. Sin embargo, el contexto histórico nos dice que este contraste es lo más normal del mundo.
Vohipeno es el epicentro de una pequeña región costera del sureste de Madagascar que se corresponde con el territorio de los Antemoro. Esta tribu destaca por dos cosas. En primer lugar, es uno de los grupos étnicos más pequeños de los 18 que componen la sociedad malgache. En segundo lugar, y a diferencia de los demás habitantes de la isla, los Antemoro descienden de inmigrantes de origen árabe. Fueron estos inmigrantes quienes, al llegar a Madagascar en el siglo XV, trajeron consigo el islam.
Si la palabra de Mahoma no se extendió por Madagascar tras la llegada de los Antemoro fue porque ni sus nuevos vecinos estaban especialmente interesados en abrazar aquella fe, ni ellos se mostraron especialmente interesados en practicar proselitismo religioso. Es más, algunos historiadores sostienen que los Antemoro abandonaron Oriente Medio debido a la persecución religiosa que habrían sufrido a manos de otras ramas más fundamentalistas del islam. Resumiendo: no llegaron con ganas de gresca.
Además, los expertos que han estudiado la trayectoria de los Antemoro señalan que, si bien nunca renunciaron del todo a sus creencias religiosas, éstas se diluyeron rápidamente entre las costumbres locales. Su versión del islam, que pronto evolucionó hasta convertirse básicamente en un rasgo cultural, resistió el paso de los siglos sin percances y cuando en el XIX el cristianismo penetró en la sociedad malgache, y en la propia tribu de los Antemoro, parte de la cual decidió abrazar la nueva religión, las aguas siguieron en calma. Por eso Sor Anniche, la directora del colegio católico de Vohipeno, se encoge de hombros cuando se le pregunta por el artículo de Le Figaro. Ella tampoco sabe de dónde pudo sacar la munición el periodista francés.
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La historia sobre el viaje de estudios de Giscard Ramananarivo a Arabia Saudí con todos los gastos pagados no salió ni de un rival político ni de un vecino cabreado con la gestión del alcalde; salió de un extranjero que lleva años residiendo en Vohipeno y que se muestra muy preocupado con la deriva que, dice, está sufriendo el islam en Madagascar. “Hasta ahora ha sido una religión respetuosa y tolerante, pero en los últimos tiempos se está volviendo cada vez más agresiva”, comenta. Esta persona, que exige hablar con la condición de mantener su anonimato, regala chascarrillos a diestro y siniestro. Además del que atañe a Ramananarivo, también dice haber escuchado que el presidente de Madagascar, Hery Rajaonarimampianina, obtuvo financiación de países islámicos en las últimas elecciones y –otro– que el gobierno malgache ha firmado un contrato secreto que permite la construcción de 1.500 mezquitas en toda la costa oriental del país.
El extranjero anónimo no aporta ninguna prueba que corrobore lo que cuenta ni tampoco da pista alguna sobre cómo se podrían demostrar sus afirmaciones. Pero lo que dice es importante porque no es el único que lo dice. Tres días antes, a 200 kilómetros de allí, en las oficinas que Cáritas tiene en la ciudad de Fianarantsoa, una monja que prefiere no dar su nombre opina exactamente igual: sostiene que los gobernantes se deben al dinero que llega del Golfo Pérsico y que cada vez hay más mezquitas no ya solo en el sureste del país sino repartidas por toda la geografía malgache. “Quieren acabar con la idiosincrasia de Madagascar, y como esto siga así habrá una guerra de religión”, exclama.
Tanto tremendismo parece responder a un hecho cierto: la presencia musulmana está creciendo en el sureste de Madagascar. En las últimas dos décadas se han fundado un buen puñado de mezquitas y varias escuelas coránicas, y en el año 2012 la emisora central musulmana, que tiene su sede en Antananarivo, decidió abrir una filial en Manakara, la ciudad más importante de la región de los Antemoro, que hasta entonces sólo contaba con la emisora estatal RNM (Radio Nationale Malagasy). Según explica Gislaine Ramanankavana, directora regional de RNM, la emisora musulmana es la más potente –la que tiene mayor alcance– de toda la zona. Y aunque aclara que no es la más seguida del lugar, sí tiene varios miles de adeptos que escuchan diariamente una programación que gira única y exclusivamente en torno a la cuestión religiosa. Otro motivo de intranquilidad para quienes creen que el islam se ha convertido en un peligro público: las decenas de pozos construidos recientemente en la carretera que une Manakara con Farafagana. Muchos vienen precedidos por un cartel en árabe.
Para el extranjero anónimo, las monjas de Fianarantsoa y el reportero de Le Figaro la pregunta que todo el mundo debería hacerse es: ¿quién paga todo esto? Según ellos, los cheques que han permitido la construcción de mezquitas, escuelas coránicas, pozos y una emisora de radio local proceden de Arabia Saudí, Libia, Irán y Pakistán, principalmente. Países que estarían buscando afianzar un islam cada vez más radical en Madagascar al tiempo que compiten entre ellos. Pero según los responsables de algunas de estas mezquitas y escuelas coránicas, todos los gastos corren a cargo de los musulmanes de la región, quienes harían posible estos proyectos gracias a sus donativos. Un argumento poco convincente habida cuenta de que el sureste de Madagascar es uno de los lugares más pobres del país. Quizá la respuesta más honesta proceda de Ramananarivo, el alcalde de Vohipeno, cuando aclara que muchos proyectos están financiados por una organización kuwaití llamada Direct Aid.
Direct Aid fue fundada en 1981 con el nombre de Comité de los Musulmanes Africanos. Cambió a su actual nombre en 1999 alegando que sus actividades se habían multiplicado y empezaban a incluir a comunidades no musulmanas. Según la descripción que Direct Aid hace de sí misma en su portal de Internet, la organización se centra en ayudar a los más desfavorecidos, y en especial a quienes atraviesan algún tipo de crisis humanitaria. Aunque muchos de sus proyectos tienen que ver con llevar agua potable a sitios donde no hay y fomentar la atención médica, Direct Aid también se vanagloria de haber construido más de 5.000 mezquitas en el continente africano. Según Ramananarivo, la de Direct Aid es la única financiación extranjera que existe en el territorio de los Antemoro.
Sor Anniche sonríe cuando se entera de lo que han dicho las monjas de Fianarantsoa. Las conoce bien; además de llevar trabajando mucho tiempo en los mismos proyectos, algunas son buenas amigas. “Antes de venir a vivir aquí yo también tenía miedo de los musulmanes, pero no tardé en darme cuenta de que aquí no hay ningún problema con ellos”, explica. La directora del Sainte Genevieve, a quien toda ayuda extranjera, venga de donde venga, le parece más que bienvenida, lleva más de 15 años en Vohipeno y no tiene pensado moverse. Entre otras cosas porque la pequeña localidad costera está a punto de figurar con letra mayúscula en el mapa del Vaticano.
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Lucien Botovasoa fue un maestro de escuela en Vohipeno durante la primera mitad del siglo XX. Educado con los Jesuitas, en la década de 1940 abrazó los principios de San Francisco de Asís y comenzó a llevar una vida basada en el voto de pobreza mientras predicaba el evangelio, actividad que compaginaba con su labor docente. Botovasoa se ganó el respeto no sólo de los católicos del lugar sino también de los protestantes y de los musulmanes; según cuentan las crónicas, todo el mundo era bienvenido en sus clases.
La fama de Botovasoa coincidió con la revuelta de una parte de la sociedad malgache contra el dominio francés en los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Para su desgracia, Vohipeno cayó en manos rebeldes y esos rebeldes se dedicaron a atacar a cualquiera que tuviese pinta o comportamiento de europeo. Rezar y predicar los evangelios se incluía en la lista de actividades sospechosas.
Consciente del respeto y el cariño que la gente de Vohipeno profesaba hacia Botovasoa, y temiendo que el objetor de conciencia se convirtiese en un problema, el caudillo rebelde de la zona exigió que se entregase. Si no lo hacía, su mujer (que estaba embarazada) y sus cuatro hijos morirían. Botovasoa se entregó, el caudillo local le declaró culpable de no se sabe muy bien qué y le sentenció a muerte. El mártir moría decapitado unos minutos después, mientras rezaba arrodillado pidiendo perdón por los pecados de quienes le estaban quitando la vida. Según dicen, eran cuatro rebeldes que años antes habían sido sus alumnos.
El proceso de canonización de Lucien Botovasoa comenzó el 11 de octubre de 2011 en el Vaticano por orden de Benedicto XVI. El 4 de mayo de 2017, tras años de investigación sobre el terreno, Francisco I declaró que el asesinato de Botovasoa se había producido por odio a la fe. El mártir quedaba listo para la canonización.
La ceremonia tendrá lugar en Vohipeno el 15 de abril. Giscard Ramananarivo lleva trabajando en la organización del evento varios meses. De hecho, su oficina está llena de carteles y tarjetas anunciando la celebración. El alcalde ha contado con la inestimable ayuda de Sor Anniche, la directora del Sainte Genevieve, y con la brindada por los voluntarios franceses de la misión católica que se encuentra a la entrada del pueblo. Se esperan más de 50.000 asistentes, incluidos los imanes de todas las mezquitas de la región, que a la pregunta de si piensan acudir a la beatificación de Lucien Botovasoa responden: “Por supuesto”. Sin excepción.
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El reportaje que apareció en Le Figaro el pasado 20 de octubre termina con una mención a la embajada estadounidense situada a las afueras de Antananarivo, muy cerca del aeropuerto. El corresponsal francés asegura que el complejo diplomático está lleno de antenas parabólicas porque los norteamericanos saben perfectamente que Madagascar tiene todas las papeletas para alojar una versión malgache de Boko Haram. Por eso –añade– habrían puesto la isla bajo vigilancia. Ese párrafo final es el que ha podido asustar a todos los imanes y sheikhs que se han negado a hablar on the record para este artículo. Por lo visto, desde su publicación corre como la pólvora el rumor de que Estados Unidos ha desplegado una unidad antiterrorista en la capital del país. Un rumor que la embajada de los Estados Unidos en Madagascar ni confirma ni desmiente –su respuesta estándar para casi todo– pero al que los expatriados europeos y norteamericanos que se dan cita en los bares de Antananarivo contestan con una carcajada que viene acompañada de una única palabra: bullshit.