Usera y el coronavirus: ¿barrio fantasma o paranoia sensacionalista?
Ni distrito fantasma ni mascarillas por temor a la pandemia. En el chinatown madrileño, la vida transcurría con la tranquilidad de un sábado a mediodía cualquiera
15.000 ciudadanos chinos están censados en el barrio madrileño de Usera. En las últimas semanas, en plena fiebre mundial por el coronavirus[contexto id=»460724″], les ha tocado ser la cara local de una paranoia global.
Se hablaba la pasada semana de un «distrito fantasma» cuyas tiendas y restaurantes habían cerrado por temor a la epidemia. Se alertaba también de «falsos carteles de vacaciones y reformas». Se dejaba entrever que había algo detrás. Sin embargo, la realidad del barrio el pasado sábado a mediodía distaba de esta imagen alarmista. Nos acercamos al Chinatown madrileño, donde encontramos el trajín típico de un fin de semana al uso. Los vecinos hacían sus compras. Las familias salían a comer a restaurantes. Las mascarillas brillaban por su ausencia.
En una farmacia en la calle Dolores Barroso, una de las principales del Chinatown, Patricia González nos explicó la situación. Lo que había en Usera en las últimas dos semanas era una cuarentena voluntaria, de 14 días, que terminó el pasado viernes. Poco a poco, las tiendas han vuelto a abrir y la vida ha seguido como si nada. «Se pusieron en cuarentena por recomendación de las asociaciones chinas. Era voluntario, no lo hicieron todos. Sobre todo los sitios donde hay más contacto físico o con la comida», nos explicaba.
La experiencia que le ha dado el trato diario y constante hace que Patricia asocie esta decisión a una mentalidad marcada por la cultura. «Son muy disciplinados y, si lo dice su país, lo cumplen. No es como aquí, que nadie cumpliría una cuarentena». El miedo a la respuesta de su Gobierno también juega un papel importante. «Están en un régimen muy cerrado y obedecen por miedo».
En la perpendicular, Nicolás Sánchez, está la tienda de pinturas Sacristán, regentada por Rosa Moreno y su marido. Saben de primera mano que muchos establecimientos aprovecharon la cuarentena para hacer reformas. Lo han notado en las ventas de su tienda de pinturas. «Están siendo nuestros mejores clientes». Rosa nos explicó que es cierto que no era el principal motivo por el que cerraban, pero «no es ninguna tapadera».
Contaba también a The Objective que en Usera, donde lleva más de 20 años conviviendo con la comunidad china, hay «total tranquilidad». Que no entiende a qué viene el alarmismo. «En la última semana ha pasado por aquí un desfile de televisiones pero aquí no hay nada». Nos explica que algunas de esas televiones le pidieron declaraciones, pero que al final no salieron porque les dio una «versión muy calmada», y añade, para justificarlo: «Lo que vende es el morbo».
En su tienda hay un cartel que reza, en chino, «tenemos mascarillas». En las últimas semanas, las mascarillas sanitarias se han agotado en Usera. Pero no porque la gente las lleve por la calle del chinatown madrileño. Se han acabado porque la gente las manda a sus familiares y amigos en China, donde hay una escasez tremenda. Nos lo cuentan tanto Patricia como Rosa, quien añade que hay incluso quien las lleva por moda, combinada con la ropa, y que «es habitual verlos con mascarilla siempre que están enfermos, por respeto y por cultura».
El problema de la paranoia es que lleva a la discriminación. Patricia nos cuenta el caso de dos conocidos suyos: uno de ellos fue al teatro y nadie le dejó sentarse a su lado; a otra, el conductor del autobús le cerró la puerta en la cara. Para Rosa, esos episodios solo ocurren «en barrios donde no están acostumbrados a vivir con chinos», no en Usera.
«La histeria la montan los medios», nos dice Rosa, poniendo los ojos en blanco. Patricia coincide con ella: «Si vienen a las 9 de la mañana, claro que es un barrio fantasma. Los establecimientos chinos no abren hasta las 10:30 – 11».
De camino al metro nos cruzamos con Willy, un repartidor de fruta y verdura que hace su ruta habitual por los restaurantes de la zona. Nos cuenta que sí, que se notó unos días, pero que ya todo ha vuelto a la normalidad.
Desde que se detectó el primer caso en Wuhan, el famoso coronavirus se ha cobrado ya unos 1.800 muertos y ha dejado alrededor de 70.500 contagiados. Sigue extendiéndose por el mundo, pero no por ello hay que adelantar acontecimientos. De momento, por aquí todo tranquilo. Patricia, que ya era farmacéutica cuando el brote de ébola llegó a España en 2014, apela al sentido común: «Cuando haya un caso en Usera. Entonces nos preocuparemos y adoptaremos medidas como hicimos con el ébola».