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Cannabis medicinal: qué es, cuáles son sus propiedades terapéuticas y cómo utilizarlo

En la primera entrega de la serie ‘La (R)evolución del cannabis’ hablamos del Cannabis medicinal: origen, propiedades terapeúticas y uso.

Cannabis medicinal: qué es, cuáles son sus propiedades terapéuticas y cómo utilizarlo

En los años 60 empezaron a conocerse los compuestos del cannabis, los llamados cannabinoides. En los 90 la ciencia descubrió cómo actuaban en nuestro organismo a través del sistema endocannabinoide. Y actualmente existen medicamentos y preparados derivados del cannabis destinados, principalmente, a pacientes oncológicos y con enfermedades neurológicas. Mientras la regulación avanza por todo el mundo, repasamos las propiedades de esta planta y sus posibles usos en el campo de la medicina en la primera entrega de la serie ‘La (R)evolución del cannabis’.

 

La relación entre la Humanidad y el cannabis comenzó hace miles de años. Esta larga historia nació en el Neolítico, cuando los humanos empezaron a practicar la agricultura y asentarse en poblados donde cultivaban esta planta por sus propiedades terapéuticas. Siendo originario de Asia central, el cannabis fue expandiéndose, primero, hacia China, donde la evidencia arqueológica muestra la quema de cogollos hace 2.500 años; para después viajar hacia Europa.

Su uso continuó a lo largo de toda la Historia, mencionándose sus propiedades terapéuticas en textos védicos de La India o en papiros del Antiguo Egipto; libros de botánica medievales como el Constantinopolitanus o el Tetrabiblión; y la planta fue clasificada por Linneo en 1753. El idilio, en resumidas cuentas, llegó hasta comienzos del siglo XX, cuando el cannabis comenzó a estigmatizarse, prohibiéndose a nivel mundial en la Convención Única de Drogas de las Naciones Unidas en 1961. La persecución no logró acabar, ni mucho menos, con su consumo, que perdura en la actualidad. De hecho, se está desandando el camino: hoy el cannabis medicinal es legal en aproximadamente 25 países y su consumo recreativo en cinco.

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Cannabis Sativa, partes y estructura. Imagen vía Wikipedia.

Esta resiliencia quizá sea la primera prueba de las inmensas propiedades atribuidas al cannabis, una planta única dentro del reino vegetal por los compuestos que produce, los llamados cannabinoides, que son más de un centenar y empezaron a conocerse en la década de los años 60. Los dos principales son el THC o tetrahidrocannabinol, el mayor responsable de la acción biológica o psicoactiva del cannabis; y el CBD o cannabidiol, que tiene propiedades anticonvulsionantes, ansiolíticas o antipsicóticas, además de atenuar los efectos no deseados del THC y mejorar su tolerancia. Así pues, esta pareja tiene efectos bien diferentes, pero al interactuar de manera conjunta se balancean y complementan.

Hasta los años 90 la ciencia no descubrió cómo actuaban en nuestro organismo los cannabinoides, es decir, el sistema endocannabinoide: un grupo de receptores cannabinoides endógenos que realizan funciones tan esenciales como relajarnos o reducir el dolor, controlar el apetito y el sueño, incluso olvidar las memorias no deseadas y proteger a nuestro organismo frente a distintos tipos de traumas. Estos receptores tienen dos variantes: el CB1, el más abundante y presente, sobre todo, en el cerebro y el sistema nervioso; y el CB2, localizado en el sistema inmune.

En resumen, “el cannabis actúa en nuestro organismo por un mecanismo análogo al de cualquier fármaco que imita la acción de unos compuestos”, explica Manuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Complutense de Madrid y miembro de la Real Academia Nacional de Farmacia. “La farmacología únicamente consiste en empujar o bajar la química endógena que tenemos todos nosotros, para reestablecerla cuando está fallando o bloquearla cuando está actuando por encima de lo normal. Y hoy sabemos que el cannabis actúa en nuestro organismo imitando a la anandamida”, un endocannabinoide responsable de fomentar el apetito, favorecer el sueño, disminuir la temperatura corporal, la actividad motora o el dolor y bloquear los vómitos y las náuseas.

Diferencias entre el consumo medicinal y recreativo del cannabis

Dicho todo esto, el investigador empieza por aclarar las diferencias entre el uso medicinal y recreativo del cannabis, ya que la composición del cannabis, los efectos perseguidos y las necesidades de los usuarios son muy diferentes. “En el uso recreativo se busca el placer del colocón, los efectos psicoactivos del cannabis, el bienestar, la risa, la amnesia, la pérdida de estrés o ansiedad, etcétera. De ahí que, normalmente, se busquen plantas muy ricas en THC, que es el compuesto más psicoactivo, y más pobres en CBD, porque atenúa algunos de los efectos psicoactivos del THC. En el uso terapéutico se suelen utilizar preparaciones balanceadas entre THC y CBD, que son mejor toleradas por los pacientes”, señala Guzmán. Y pasa a explicar cómo varían también las vías de administración del cannabis.

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Dispensario de cannabis en Colorado. | Foto: Alex Person | Unsplash.

“En el uso recreativo se opta por el porro, que actúa en el organismo de forma muy puntual y muy aguda para conseguir un efecto euforizante más rápido. En el uso medicinal se buscan dosis más bajas, sostenidas en el tiempo, y más crónicas. Porque el objetivo es distinto: frente al consumidor que busca un bienestar general, el paciente trata de atenuar los síntomas de una enfermedad para poder seguir con su vida profesional, familiar, diaria normal. No quiere colocarse: quiere que le duela menos un brazo, que le baje la tensión muscular. Aunque la planta es la misma, los contextos son muy diferentes”, asegura, que también es vicepresidente del Observatorio Español de Cannabis Medicinal (OECM).

A finales de los 90, el propio Guzmán comenzó una nueva línea de investigación centrada en el estudio de cómo los cannabinoides actúan en el organismo, con especial énfasis en los campos de la oncología y la neurodegeneración. Dicho trabajo ha permitido caracterizar nuevos efectos y mecanismos de actuación de los cannabinoides, así como sugerir posibles implicaciones fisiopatológicas derivadas de ellos. Su trabajo, y el de otros expertos, ha cristalizado en el libro Usos medicinales del cannabis: ¿Qué sabemos de sus propiedades curativas?, un volumen que coordina junto al también catedrático de la Complutense José Antonio Ramos Atance.

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Imagen vía Editorial Catarata.

“La idea esencial es destinarlo a los pacientes para que vean qué se sabe y qué no se sabe, de manera imparcial y lo más verídica posible, acerca de todos los mitos que rodean el cannabis medicinal, cuáles son sus efectos reales, cuáles son sus efectos secundarios, cuáles son sus marcos de actuación, qué enfermedades y pacientes podrían utilizarlo, cómo actúa en el organismo, cómo se puede optimizar una terapia con cannabis y cuáles son las precauciones que hay que tomar”, cuenta Guzmán. “También está dirigido a los profesionales de la salud. Porque hemos intentado hacer un libro de divulgación científica sólida, que, aunque se explique de manera comprensiva, esté basado en hechos lo más reales y objetivos de lo que conocemos hoy. Por desgracia, los profesionales de la salud no conocen cómo funciona el cannabis en nuestro organismo, qué receptores tenemos o sus mecanismos de acción porque el sistema endocannábico no se estudia en la mayoría de las universidades”, lamenta.

Medicamentos y preparados derivados del cannabis: estandarización frente a personalización

Empezando por algunas definiciones, el cannabis medicinal es, en opinión de Guzmán, un preparado o medicamento que ha demostrado una seguridad en su utilización, lo cual incluye unas pautas correctas de administración para no tener efectos secundarios notorios, una estandarización y limpieza del producto y cierta eficacia en algunas indicaciones. “Tenemos desde cannabinoides puros, purificados, aislados, incluso algunos derivados sintéticos hechos en el laboratorio, que ya son medicaciones aprobadas, sobre todo en Estados Unidos, aunque se pueden utilizar como medicación extranjera en algunos países; a mezclas más complejas de compuestos, que son las que están presentes en las preparaciones crudas de la marihuana en forma de aceite o cannabis herbal. Entre medias. tenemos distintos tipos de extractos estandarizados, más enriquecidos en un componente o en otro”, explica el investigador.

De este modo, las posibilidades de personalizar el tratamiento con cannabis medicinal son tantas como las dificultades para estandarizar los productos derivados de la planta. “Las medicaciones tienen sus ventajas: han pasado ensayos clínicos rigurosos, tienen una composición química, una vida y una estabilidad definida, y se pueden predecir sus efectos. Mientras que eso no existe para el cannabis medicinal o los preparados de cannabis herbal. O es más difícil, entre otras cosas por la fiscalización de Naciones Unidas”, cuenta Guzmán. Este es el caso del Sativex, un espray sublingual para la espasticidad asociada a la esclerosis múltiple; o el Epidiolex, un medicamento dirigido a niños con epilepsia refractaria. “Pero tener medicamentos con cada composición particular de cannabinoides es prácticamente inviable porque hay infinitas combinaciones posibles”, añade sobre la especificidad de estos productos, de uso limitado.

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Productos a la venta en el Magnolia Lounge en Oakland. | Foto: Elijah Nouvelage | Reuters.

“Dentro de los preparados con potencial terapéutico hay desde compuestos puros a mezclas muy complejas. Es más difícil la estandarización, producir siempre las mismas plantas, con los mismos extractos y la misma composición, de modo que siempre habrá variaciones. Y al ser una mezcla compleja es difícil predecir una respuesta, porque intervienen varios compuestos. Pero al haber distintos compuestos podemos optimizar y personalizar para cada paciente distintas dosis e intentar, muchas veces por prueba y error, llegar a una mezcla que sea más eficaz y segura”, asegura Guzmán. “Entre esos dos extremos tenemos bastantes situaciones intermedias. Yo creo que todo es utilizable y todo es deseable si el paciente puede mejorar”, añade.

Los pacientes del cannabis medicinal

Queda claro, entonces, que el cannabis medicinal no sirve para todo ni para todos. Pero como tratamiento, la mayoría de las veces complementario y siempre paliativo, puede cambiar la vida de muchos pacientes. “Hay muchos pacientes en todo el mundo beneficiándose de los efectos terapéuticos del cannabis. Pero a veces se piensa que el cannabis es una panacea y, obviamente, no es cierto. El cannabis no es medicación de primera línea de ninguna enfermedad, no cura, pero puede paliar, como muchos otros medicamentos, y tiene sus nichos de acción, habiendo pacientes en los que funciona y otros en los que no, bien por razones de eficacia, porque en algunos pacientes no es eficaz, o por razones de seguridad, porque no lo toleran bien. Teniendo en cuenta todo esto, como con cualquier otro medicamento, tendremos que movernos entre las propiedades buscadas y los efectos secundarios”, cuenta Guzmán.

Los dos perfiles principales son, por un lado, los pacientes oncológicos, por las propiedades del cannabis para inhibir las náuseas y los vómitos, aumentar el apetito, disminuir la pérdida de peso o síndrome de caquexia, y aliviar el dolor y el síndrome de desgaste. Por otro, los pacientes con enfermedades neurológicas, inhibiendo el dolor neuropático, reduciendo la rigidez muscular o espasticidad en la esclerosis múltiple y las convulsiones en las epilepsias pediátricas refractarias.

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«Los profesionales de la salud no conocen cómo funciona el cannabis en nuestro organismo, qué receptores tenemos o sus mecanismos de acción porque el sistema endocannábico no se estudia en la mayoría de las universidades” —Manuel Guzmán. | Foto: Carola Melguizo | The Objective.

“El cannabis tiene indicaciones para distintos tipos de síntomas, pero sus efectos no son tan marcados como algunos medicamentos de primera línea. No obstante, estos medicamentos están muy especializados en un síntoma, no afectan a los demás y tienen efectos secundarios muy importantes”, afirma Guzmán. “Generalmente, los pacientes que utilizan cannabis medicinal son pacientes de enfermedades crónicas muy debilitantes. Por ejemplo, un paciente de cáncer tiene una medicación distinta para los vómitos, la ansiedad, el dolor, el apetito… Si con el cannabis logramos pequeños efectos con todos esos síntomas en la misma medicación, o que un paciente pueda prescindir de los opiáceos durante un tiempo, el estado general de salud y la calidad de vida puede mejorar mucho”, defiende Guzmán.

Todos los expertos abogan por continuar la investigación farmacológica tradicional para intentar obtener nuevos medicamentos basados en cannabinoides o derivados sintéticos. Pero ante la lentitud de esta vía, muy condicionada además por la fiscalización de la planta, Guzmán defiende también el uso de preparados para atender a los pacientes, que no pueden esperar décadas y están sufriendo hoy.

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Domo de humedad en un vivero en Baker’s Medical, el miércoles 26 de febrero de 2020, en la ciudad de Oklahoma. Cuando los votantes en Oklahoma aprobaron la marihuana medicinal en 2018, muchos pensaron que el proceso sería lento y burocrático. En cambio, el negocio está en auge y muchos trabajadores y empresarios de la industria del cannabis se están mudando a Oklahoma desde estados con cultivos de marihuana más establecidos, como California, Colorado y Oregon. | Foto: Sue Ogrocki | AP.

“Tenemos conocimiento suficientemente adecuado para hacer con el cannabis una medicación segura y eficaz para algunos tipos de pacientes, sabiendo perfectamente la composición química de esa mezcla, que no tiene metales pesados, contaminación, plaguicidas, etcétera y, por tanto, que es perfectamente apta para la salud. Es un atajo, en el mejor sentido de la palabra, que necesitamos y que ya se está utilizando en muchos sitios”, asegura. “Son dos vías que deben, pueden y están conviviendo en muchos países: la vía farmacológica ortodoxa y tradicional y la vía del cannabis medicinal como un complemento para tener una farmacopea más amplia y más posibilidades de ayudar a los pacientes”, afirma.

Defensor de la regulación del consumo de cannabis en España, Guzmán defiende que el primer paso para normalizar el uso medicinal y ayudar a los pacientes es legalizarlo. “Yo soy favorable a la regulación integral de todas las sustancias psicoactivas. La clave es preguntarse si queremos seguir dejando el mercado en manos del narcotráfico o que lo controle el Estado. Porque eso supone, entre otras cosas, acceso a sustancias conocidas y limpias”, afirma. “El recorrido, al menos sobre el papel, para regular el cannabis medicinal es bastante más corto o inmediato que el cannabis recreativo. Y creo que la urgencia para los pacientes también es más acuciante. Muchas veces el principal impedimento para que avance el conocimiento es la ignorancia, no la mala fe. Y el cannabis, simplemente, no se conoce”, concluye.

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