España Vaciada: de olvido institucional y fuga de cerebros
La horda de estudiantes que se ven obligados a formarse y titularse en universidades foráneas cada vez es mayor. Los hijos de la España Vaciada están siendo fagocitados por las urbes
Manolo es propietario del bar de un pueblo de menos de 300 habitantes en Zamora. Prefiere no aportar más datos por «esto del internet». Desde el pasado viernes —de nuevo— ha vuelto a cerrar su negocio. Al menos durante dos semanas. Aquel trozo de vida en el que los feligreses cerveceros apoyan el codo en la barra. De partidos de fútbol, mus, carajillos y batallitas de antaño.
En aquella España Vaciada que se muda, de «jóvenes emigrando del pasado» que diría La M.O.D.A, el fenómeno de la despoblación se agudiza —aún más si cabe— en tiempos de coronavirus. Al abandono institucional de Castilla y León se une la falta de personal y equipos sanitarios.
«Existe otra España y esa España, que es la España que nosotros llamamos España Vaciada tiene un problema porque no se le da visión. No podemos centralizar todo en Madrid, País Vasco o Cataluña», expresa a The Objective Toño Palomar, técnico sanitario de la única UVI móvil de la provincia de Soria y uno de los portavoces de Soria Ya.
Esta plataforma ciudadana —nacida en 2001— lucha contra el olvido en los núcleos y tejidos económicos de la región de aquellos Campos de Castilla, donde las Proyecciones de población 2020-2070 del INE vaticinan malos augurios para la Comunidad Autónoma. Junto a Galicia, Castilla y León presentará las mayores cifras de éxodo rural.
«Nadie, ni desde las empresas ni desde las instituciones, hace nada para remediarlo», cuenta Nuria —que también ha optado por mantener el anonimato por «presiones institucionales»—. Es psicóloga y enfermera en la provincia de Burgos y, tras varios años «por aquí y por allá recorriendo la península» ha decidido volver a su tierra.
Palomar explica que, en la provincia de Soria, la «falta de recursos ha existido desde el primer día» de la declaración del estado de alarma. «No existía ninguna previsión hecha. Faltaban mascarillas y a veces llegaban defectuosas. Tuvimos que pedir a empresas material sanitario y se tuvo que hacer dos veces porque la primera no supimos dónde habían ido a parar».
En estas zonas —cada vez más aisladas, cada vez más abandonadas— también ha hecho mella el caso de Sonia Sainz-Maza, una mujer de 48 años que falleció el pasado mes de agosto, en el municipio Espinosa de los Monteros, por un cáncer de colón cuyo único síntoma fue un dolor fuerte en la pierna a la altura de la ingle en abril.
Sainz-Maza no logró una cita presencial con su médico. Cuando le proporcionaron un diagnóstico, era demasiado tarde. El caso ya ha sido remitido a la Fiscalía Superior de Castilla y León. «No puede ser que sigamos recibiendo una atención sanitaria telefónica que solo se base en el coronavirus. Los consultorios rurales siguen estando cerrados y el abandono es constante», opina el dueño del bar.
«Con cada servicio público que perdemos, avanzamos hacia nuestra desaparición», relata a este medio la sanitaria. Nuria está proporcionando ayuda psicológica gratuita a ancianos de varios pueblos de la región desde el pasado mes de junio. «He llegado a recorrer más de 80 km diarios entre pueblo y pueblo». Y es que esa es la grandeza de las cosas menudas. Personas que cuidan de personas. «También les he llevado medicinas de la farmacia, pues algunos pueblos no cuentan con este servicio imprescindible».
Las consecuencias vividas en la primera ola ya se conocen: falta de test serológicos y un número escaso de infraestructuras y equipos sanitarios; uno de los grandes quebraderos de cabeza de los responsables de Sanidad de la Junta de Castilla y León. «Se ha montado un hospital de pandemias en Valladolid y han llamado a internistas de toda la comunidad, cuando la insuficiencia de internistas asola todo el territorio de la España Vaciada».
En esta situación actual de emergencia sanitaria[contexto id=»460724″] deben proveerse unas medidas renovadas—y efectivas— para que no vuelva a suceder lo mismo que en los meses venideros. «No puede ser que para ir al médico más cercano tengamos que hacer más de 30 km en coche. En este pueblo hay mucha gente mayor que no sabe conducir», lamenta Manolo.
A ese olvido institucional se unen los núcleos y tejidos productivos de la región. «En Soria no hay trabajo. No hay un empresariado para la cualificación que tienen los estudiantes. Estudiante que sale fuera a estudiar, estudiante que no vuelve. Esto lleva ocurriendo décadas y décadas», reitera Palomar.
La horda de estudiantes que se ven obligados a formarse y titularse en universidades foráneas cada vez es mayor. Los hijos de la España Vaciada están siendo fagocitados por las urbes. Para Nuria, la recuperación y resiliencia en el espacio rural tiene que venir determinada por el tipo de cualificación exigida. «No hay tanto desempleo y falta de oportunidad laboral como una carencia en el nivel formativo que se requiere para el trabajo ofertado».
España Vaciada, que no vacía. Porque está llena de gente y de historias. De trabajadores que habitan en el pequeño pueblo que les vio nacer. La historia ya ha sido escrita. Pero puede remediarse. La España Vaciada se erige como uno de los grandes desafíos de los próximos años. «Es necesario dinamizar la convivencia. Generar cultura y bienestar. Invertir y poner el ojo en los jóvenes. Y en inversión tecnológica. Nosotros luchamos día a día para que se nos tenga en consideración», finaliza la sanitaria. Sólo así se podrá frenar la tendencia.