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Sociedad

Solo en casa: confinados por Navidad

Blanca, María o Rafa son algunos de los muchos españoles que han tenido que aislarse en plena Navidad por contagiarse de coronavirus o ser contacto estrecho de un caso positivo. Te contamos cómo lo han vivido

Solo en casa: confinados por Navidad

Teresa Bazarra Urquidi

El 29 de diciembre, la FundéuRAE elegía «confinamiento» como la palabra del año 2020 de entre 12 candidatas. En esa misma fecha, Blanca, Rafa, María y Laura sufrían las consecuencias de un término premiado pero temido: tras haber dado positivo en una prueba de COVID-19, o ser contacto de un caso positivo, tenían que hacer del confinamiento su nuevo plan navideño. Una realidad que, como ellos mismos nos cuentan, se tornaría triste en un primer momento, pero también sorprendente y, en ocasiones, incluso fuente de cierto descanso. Este es el relato de unas Navidades confinadas.

Blanca (San Sebastián, 23 años)

Blanca es estudiante de Medicina en Bilbao. Cuando faltaba una semana para volver a casa por Navidad, el médico adjunto con el que hacía las prácticas en el hospital dio positivo por coronavirus. A ella no se le consideraba contacto estrecho, pero días después su padre prefirió que se hiciera una PCR por precaución. Blanca no tenía síntomas y el resultado fue una sorpresa: la prueba había dado positivo. Era 23 de diciembre, y tanto ella como su madre y su hermana (con las que convivía) tendrían que aislarse, mínimo, hasta el 2 de enero. Empezaba la Navidad. 

En un primer momento, Blanca solo podía pensar en la ironía de lo ocurrido: ¿cómo era posible que, tras seis años de carrera, las primeras Navidades que no tenía que estudiar tuviera que pasarlas igualmente encerrada entre cuatro paredes? Sin embargo, la realidad es que esa PCR «de precaución» había evitado que contagiara a familiares de riesgo y a su fiel cuadrilla de amigas a las que seguro iba a ver en fechas tan especiales. 

Porque Blanca es una de esas personas que disfruta enormemente de estar rodeada de los suyos, que nunca falla. De hecho, es probablemente esa lealtad y ese cariño que la caracterizan las que han hecho que, a pesar de estar aisladas en una misma casa, su madre, su hermana y ella se hayan sentido igual de cerca que siempre. «Para las comidas y cenas siempre hago videollamada con mi ama y con mi hermana». Y Nochebuena no iba a ser menos. Blanca tenía claro que no iba a pasarla «en pijama», así que las tres se pusieron guapas y le trajeron la cena en una bandeja, con mantel y la vajilla especial. «Y te prometo que me sentía como si estuviera en el salón con ellas». 

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Una foto que se hizo Blanca para sus amigos y familiares en Nochebuena.

Sin embargo, sí reconoce que echa de menos el contacto físico, poder estar en la mesa, al lado de alguien a quien pedirle la salsa del solomillo o con quien brindar en Año Nuevo. El otro día, nos cuenta, estaba escuchando la canción que ha compuesto La Oreja de Van Gogh para felicitar la Navidad, y pensaba: «Es que yo no voy a poder ni abrazar a los que están al otro lado del cristal». Así que cuando le pregunto qué es lo primero que quiere hacer cuando termine su aislamiento, lo tiene claro: «Uf, mira que yo no soy muy cariñosa, pero me muero de ganas de dar un abrazo». 

Rafael (Madrid, 28 años)

Una de las grandes frustraciones que hemos vivido como sociedad en la pandemia[contexto id=»460724″] ha sido la imposibilidad de comprender, la impotencia ante lo que mucho tiempo se ha llamado un «enemigo invisible», el hecho de que este virus y su comportamiento escaparan a toda lógica. 

Por tanto, imaginemos cómo de complejo ha tenido que resultar para aquellas personas cuya lógica es excepcionalmente precisa, para personas que requieren todavía una mayor estabilidad y rutina. Personas como Rafa, con TEA (Trastorno del Espectro Autista), y para quienes un confinamiento en plena Navidad, sin poder ver a su familia y por el mero hecho de ser contacto estrecho de un positivo, era simplemente incomprensible. 

Aunque asegura que echa de menos salir a pasear (vive casi en plena naturaleza, en la Sierra Norte de Madrid), Rafa reconoce que lo que más le ha costado ha sido estar todo el día en casa con mascarilla, «evitando tocar o dar abrazos y besos», especialmente para una «persona muy cariñosa» como él. Eso sí, un poco como le ha ocurrido a Blanca, admite que ver a su madre por videollamada cada día ha hecho que no se sienta solo, que se dé cuenta de que los que le rodean le quieren a pesar de no poder estar con él.

Rafa abriendo sus regalos en Nochebuena.

Aunque aislado en su cuarto, el día de Nochebuena pudo cenar con su hermano, su cuñada y sus sobrinas, con las que convive. Todos con mascarilla y sin esos besos que tanto echa de menos, pero disfrutando de una espléndida «carne en salsa con patatas panadera» y de la cara de alegría de sus sobrinos cuando recibieron los regalos. Porque Rafa es todo precisión, detalles, y la perspectiva de unas Navidades confinadas cobra de repente un tinte extraordinario en sus palabras.

Desde el «vestidito rojo» que llevaba su sobrina en la cena de Nochebuena hasta los artículos de geografía e historia de Wikipedia con los que se ha entretenido estos días, son estos detalles los que hacen que el relato de Rafa sea probablemente el más minucioso y veraz que uno vaya a escuchar sobre lo que significa pasar la Navidad con mascarilla y a través del cristal. 

María (San Sebastián, 23 años)

María es una de esas personas que lleva la responsabilidad individual, de la que tanto se habla ahora, metida en vena. Es joven, pero ha crecido siempre siendo muy consciente de lo que sus acciones significan para aquellos que la rodean, y tanto sus amigos como su familia son un pilar clave para ella. Por eso, estar confinada en Navidad ha tenido solo dos momentos verdaderamente «malos» para esta donostiarra: cuando dio positivo en la prueba de antígenos el día 24 de diciembre y aún no sabía a quién había podido contagiar; y cuando, días después de estar aislada en su cuarto, su madre empezó a encontrarse mal.

Afortunadamente, nadie de su entorno se había contagiado, y su madre volvió a dar negativo en la segunda prueba. Estas razones son las que hacen que, al otro lado de la pantalla, María me reciba con una sonrisa, me cuente que «no está siendo tan horrible como pensaba» y que, tras un trimestre de angustia constante por no contagiarse, no ha podido evitar reírse de la ironía de lo ocurrido. Con la tranquilidad de que nadie más ha tenido que aislarse por haber estado con ella, la angustia acumulada se difumina y María parece encontrar la calma de la que tanto nos cuesta disfrutar últimamente.

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Una foto de María durante la entrevista por videollamada.

De hecho, cuando empezamos a hablar me confiesa que acababa de hacer una lista de razones por las que esta cuarentena, «la número tres», no está siendo la peor de todas. Aquí van:

1. Saber que el resto de la familia se encuentra bien.
2. Sentirse afortunada por estar en casa con la familia y sin tener preocupaciones.
3. Sentirse acompañada, a pesar de estar «sola» en la habitación.
4. Saber que la cuarentena es, al fin y al cabo, un gesto de solidaridad, ya que evitas que otras personas se contagien.
5. Procurar dejar de lado el sentimiento de culpabilidad.
6. Tener tiempo para desconectar y relajarse.
7. No tener la sensación de que te estás perdiendo algo fuera.
8. Saber que el mayor enemigo es uno mismo. Cuánto mejor estés más llevadero es todo.
9. El mal tiempo en San Sebastián ayuda.

Por supuesto, tener una familia como la suya también ayuda: María asegura que «le están tratando como una reina», que le han subido la televisión a su cuarto y hacen videollamada con ella en cada comida y cada cena. Ahora bien, ninguna como la de Nochebuena, cuando pudo disfrutar de un menú al más puro estilo Michelín (y un poco Ocho apellidos vascos): entrantes de jamón, ostras y marisco; bogavante a la plancha y chuleta de buey. Para terminar, San Blas, polvorones y turrón. Y menos mal, porque a partir del día 25 empezó a perder el gusto y el olfato, lo cual habría supuesto un sacrilegio ante tal perspectiva gastronómica.

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Una foto de la cena de Nochebuena: María cenó lo mismo que su familia, y puedo estar con ellos mediante una videollamada.

Laura (Madrid, 23 años)

El 23 de diciembre, Laura recibió un mensaje de su jefe a las 11 de la noche: este había dado positivo en un test de antígenos, y tanto ella como el resto de compañeras que trabajan en el mismo restaurante eran consideradas contacto estrecho.

La abuela de Laura tenía previsto ir a su casa para pasar Nochebuena y Navidad con ellos. Solo faltaban unas horas para el 24, y Laura estaba muy preocupada por la posibilidad de contagiarle, así que cogió sus cosas y se marchó a casa de una compañera del trabajo, quien también tenía que hacerse una prueba y aislarse. Aunque su abuela no lo entendía del todo («¿Pero no vas a venir esta noche?», le reprochó por teléfono con voz triste), Laura escogió una suerte de «huida» como forma más segura de pasar la Navidad. Se aisló con su compañera del restaurante hasta el 25 por la tarde: entonces les comunicaron que la PCR había dado negativo, y Laura pudo volver a casa.

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Laura tomando el sol en el patio de su casa cuando dio negativo en la PCR.

Asegura que lo verdaderamente duro ha sido no poder pasar esos días con su abuela, a la que cada vez ven menos por la situación actual: «Que al final la echo de menos todos los días, pero tenía muchas ganas de verla y estar con ella en Navidad». El resto de las Navidades tampoco han sido del todo fáciles: ha continuado aislada en su propia casa, para evitar cualquier riesgo a sus padres, con los que convive normalmente.

Eso sí, reconoce con cierta picardía que está disfrutando de unos días de merecido descanso, desconectando de un trabajo tan agotador a nivel físico como es la hostelería. Además, en enero de 2021 se independiza, y esta Nochevieja será la última que pueda pasar en casa, como siempre, con sus padres y su hermano. «La verdad es que se agradece tener tiempo para una misma, lo positivo de esto es que se convierte en un momento de pausa, de reflexión». Al fin y al cabo, Laura trabaja y estudia al mismo tiempo, y asegura que esta suerte de paréntesis forzado «es algo que necesitamos mucho todos, y no nos damos cuenta». Un alto en el camino frenético que ha sido este 2020.

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La realidad navideña del 2020. El laboratorio donde Laura se hizo la PCR en pleno 24 de diciembre.
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