Txell Feixas: «La lucha feminista en Oriente Medio se hace mejor cuando no intervenimos desde el otro lado»
‘Mujeres valientes’ cuenta historias para demostrar que la mujer de esta región no es inculta y sumisa, sino que «hay muchos otros perfiles que también tienen cabida en ese mosaico que es Oriente Medio»
Txell Feixas es corresponsal de Catalunya Ràdio y TV3 en Beirut. En los cinco años que lleva en Oriente Medio ha cubierto todo tipo de conflictos e historias que desgarran el alma. Y de estas últimas está formado su recién publicado libro, Mujeres valientes (Ediciones Península).
Niñas que son adultas con solo 10 años, adolescentes que sobreviven a la esclavitud sexual y criadas que viven en condiciones inhumanas son algunas de las protagonistas de este libro en el que la periodista muestra a la mujer como superviviente del machismo y el patriarcado y no como una víctima: «Simplemente cuando las tengo delante, todas ellas se erigen como supervivientes».
Son historias para demostrar que la mujer de esta región no es inculta y sumisa, sino que «hay muchos otros perfiles que también tienen cabida en ese mosaico que es Oriente Medio».
¿Por qué después de tanto tiempo contando historias desde allí decidiste juntar estas en un libro?
Cuando la editorial me lo propuso, yo dije que no porque siempre he defendido que no soy escritora, sino periodista, y lo que no quería hacer era una crónica alargada de lo que ya en muchos casos había salido por radio y televisión en Cataluña. Pero cuando la editorial me dijo «puedes escribir de lo que quieras, no hace falta que sea geopolítica de la región, queremos tu mirada sobre un tema que te haya sacudido», ahí supe que más que guerras, bombas, muertos, heridos que había presenciado, casi me había sacudido más la forma en que muchas mujeres supervivientes de esos episodios lo habían relatado. Entonces sí, porque podía hablar de las distintas mujeres que conforman la mujer del mundo árabe, que no es una sino que son muchas, y hacerles de altavoz, que a veces decimos que no tienen voz, pero sí la tienen, muy fuerte y muy alta, lo único que necesitan es alguien que les ayude a ser escuchadas.
¿Buscaste las historias para el libro o surgió de todas las que te habías ido encontrando?
Muchas de ellas son crónicas que ya conté para la TV3 y Catalunya Ràdio, pero me había sentido mal, como que trataba injustamente a estas mujeres, porque al final ellas se abrían muchas veces con lo único que no les habían robado, que era la dignidad, con intimidades muy duras y yo lo acababa recogiendo en dos minutos máximo de crónica. Entonces, era para mí una forma de hacerles justicia con un capítulo, cuando podría haber sido un libro cada una de estas mujeres. Y también, de alguna manera hacerme no justicia a mí, pero sí un poco de terapia, porque escribiendo el libro y llorando mucho en capítulos que viviéndolos no lo hice, me di cuenta de que necesitaba recuperarlas, redimensionarlas, repasar lo que había vivido con ellas.
Hablas en el libro de ese sentimiento de culpabilidad de saber lo que está pasando pero después volver a tu vida. ¿Por qué es necesario aún así contar todo esto a un mundo que queda tan lejano?
Primero pensé que era interesante que lo hiciese yo como mujer occidental, periodista, porque creo que muchas lectoras y lectores pueden llevar una mochila tan llena como la que llevaba yo de estereotipos y prejuicios cuando llegué a la región hace cinco años. Yo no vine curada de estereotipos y cuando pisé esta tierra y empezaron a caerme bofetadas, metafóricamente hablando, por todos los lados, tuve que hacer una cura de humildad bastante profunda, deconstruir muchas narrativas y construir nuevas, más acordes a la realidad. Y con ese punto de vista nuevo, lo que intento es escuchar a estas mujeres para que nos ayuden a tener una imagen menos estereotipada de lo que es la mujer en el mundo árabe, que no es una, ni es velada, ni es sumisa, ni le falta formación, que también hay ese perfil, pero hay muchos otros que también tienen cabida en ese mosaico que es Oriente Medio.
De hecho, las quieres presentar no como víctimas del machismo sino como supervivientes y feministas.
Sí, pero siempre insisto que no es que yo las quiera presentar, no es que Txell les ponga la capita de superwoman heroínas porque a mí me viene bien que sean las valientes del libro, que lo son, sino que simplemente cuando las tengo delante, todas ellas se erigen como supervivientes, no se ponen ante mí a contarme cosas ni para darme pena, ni para generar condescendencia, al contrario, cuando estoy ante ellas muchas veces soy yo la que se siente pequeñita. Su actitud es de superación, coraje, elemento de cambio y supervivencia absoluta, no son víctimas del machismo ni del patriarcado, sino que son absolutas supervivientes de este sistema.
Hablas también de la imagen que se tiene de ellas cuando en realidad sí que están luchando, pero ¿hasta qué punto pueden luchar de verdad?
El feminismo en este lado de Oriente Medio, al otro lado del Mediterráneo, es muy de supervivencia. Aquí lo que se les niega a las mujeres es el derecho básico de existir como mujer, de existir en igualdad, de vivir una vida libre de violencia, con lo cual, partimos de una base muy básica que es sobrevivir. Evidentemente no es una revolución explosiva ni rápida, porque sus heroicidades son cotidianas, es algo tan simple como desterrar el silencio, que a nosotros nos parecerá muy fácil, pero en esta sociedad empezar a hablar y denunciar las cosas te puede costar la vida. O superar el tabú y el estigma y dar el paso adelante de, por ejemplo, chicas que quieren quitarse el velo. Puedes pensar que es un gesto muy simple, pero cuando vives en una familia muy tradicional, este gesto te va a traer seguramente muchas consecuencias. Son lo que yo llamo heroicidades cotidianas, rutinarias, hasta tal punto que para ellas no es tan admirable. Para ellas es simplemente sobrevivir para no acabar muertas.
Después de encontrarte con este feminismo que en ocasiones se hace casi sin querer, imagino que te cambia un poco la percepción del movimiento que tenemos en esta parte del mundo.
Sí, eso me pasó en una primera fase, pensar «esto es feminismo, aquí están luchando» como pensando que el de Occidente era más descafeinado. Fue mi primera reacción, pero cuando reposa todo te das cuenta de que tan importante es la lucha del feminismo en esta región como la lucha que estamos haciendo en Occidente, que para nada es descafeinada, son luchas que se complementan por una lucha más globalizada y una no se entiende sin la otra. De la misma manera, creo que desde Occidente debemos dejar, cuando lo hacemos, de aleccionar a Oriente, porque aquí la lucha se hace como pueden y al ritmo que les dejan, pero se hace y está comprobado que incluso la lucha feminista se hace mejor cuando no intervenimos desde el otro lado. Podemos acompañar, pero creo que al final se trata de que cada uno sea valiente en su vida, en su ámbito, y aprenda de errores y aciertos de los otros colectivos, todo en una lucha compartida y globalizada.
La revolución se hace desde dentro, pero tampoco es justo que Occidente cierre los ojos y no haga nada, ¿no?
Pero, ¿qué podemos hacer desde Occidente? Hay gente que cuando ha acabado el libro me ha dicho: «leyendo lo que me cuentas de Oriente, en Occidente no estamos tan mal». Es una lectura errónea, porque teniendo en cuenta la formación, la información, la concienciación, la posibilidad de escoger muchas cosas que tenemos en Occidente mira lo que está pasando estas semanas, violaciones en grupo, una chica que se suicida en Bélgica porque ha visto en redes cuando se lo hicieron… y eso está pasando en Occidente, que tenemos en principio un feminismo mucho más avanzado. Creo que tenemos que cuidar de nuestra parcela y acompañar en lo que podamos al otro lado, pero al final cada uno a su ritmo y con su gente.
¿Qué podemos hacer nosotros desde Occidente? Cosas tan básicas como leer no solo Mujeres valientes, sino muchos otros trabajos de grandes periodistas, documentarnos sobre qué pasa más allá de nuestro entorno y formarnos y formar una mirada crítica.
Cuentas las historias de muchas mujeres y hablas de un machismo que aquí es impensable, pero ¿cómo vives tú como mujer sola, independiente y trabajadora en un lugar así?
Yo soy mujer aquí, pero sobre todo soy mujer extranjera, que no tiene nada que ver con las locales, y soy mujer periodista, que esto también te da una posición en la que te ganas un respeto que las mujeres del país y de la región no tienen.
Todo lo que yo te pueda contar de problemas son tonterías en comparación con lo que cuento en este libro. Yo me puedo encontrar como máximo con un señor a quien entreviste que no me quiera mirar a los ojos porque soy mujer, o alguien que no me quiere dar la mano, o un checkpoint donde no te dejen pasar porque eres un equipo con una mujer. Son cosas que al final con un punto de resignación y humor acabas superando.
Pero más que los inconvenientes de ser mujer, yo me quedo con la gran ventaja de serlo en Oriente Medio, que es la que hace posible un libro como Mujeres valientes, al final solo siendo mujer tienes acceso a un mundo femenino muy cerrado a los hombres. Es muy difícil pensar que muchas de estas mujeres se abriesen como lo han hecho conmigo si tuviesen un hombre delante.
Quizá sea una sensación, pero parece que el periodismo de este tipo, más pausado y más profundo, cada vez se ve menos, se apoya menos. ¿Es así?
Yo te puedo contar por la corporación catalana de medios audiovisuales, TV3, la tele y la radio pública catalana en esto han apoyado siempre la infraestructura de tener corresponsales por el mundo para que intenten, a veces lo hacemos mejor, a veces peor, dar la visión de la región donde estemos desde el terreno y con una mirada propia.
En un momento en que estamos con las redes sociales, tan sobreinformados que acabamos desinformados, cuando alguien cuestiona la figura del corresponsal yo defiendo que es más necesaria que nunca, porque al final necesitas a alguien que filtre todo ese volumen de información y desinformación y te la ordene un poco y te la cuente, alguien en quien confíes. Siempre han sido necesarios, pero en esta época de redes sociales el corresponsal sobre el terreno creo que tendría que ser básico.
¿Están los periodistas en España igual de valorados que en otros países?
El periodismo es un oficio un poco denostado en general, no solo en España, sino a nivel internacional, seguramente porque no siempre lo hacemos todo lo bien que deberíamos, no tenemos siempre la credibilidad que querríamos. Pero yo reivindico la figura del periodista que cree en lo que hace. No es un trabajo, es una vocación, y creo que los que lo vivimos, lo sentimos y lo queremos de esta manera.
Intento desmitificar esa diferencia entre el periodista y el corresponsal, porque para mí al final un corresponsal es un periodista que está en una zona concreta, y a veces se idealiza la figura del corresponsal con esa pátina de romanticismo peliculero de una persona que está en un país o región y lo sabe absolutamente todo. Y no, somos gente que por suerte tiene equipos detrás que trabajan, yo siempre he defendido que sin un equipo aquí no sería absolutamente nadie.