Cosas que sí cuentan las etiquetas de vino

Tanto en el frente como en la parte trasera de las botellas, esto es, en las contraetiquetas, los vinos incluyen una serie de datos que cuentan con el beneplácito de los organismos reguladores correspondientes, ya sea normativa nacional, europea o la acordada y exigible en el seno de un consejo regulador cuando se trata de elaboraciones amparadas por una Denominación de Origen (DO). He aquí el punto de partida de esta entrega, distinguir y aclarar que no es lo mismo un vino con DO que uno con indicación geográfica protegida (IGP Vinos de la Tierra o VT), un vino de pago, o los vinos de mesa, un concepto que resulta tan de antaño pero que no dejan de sorprender la cantidad de referencias de reconocido prestigio que salen al mercado como tales vinos de mesa. Vamos a explicarlo.

IGP Vino de la Tierra. La indicación geográfica Vino de la Tierra (VT) supone un reconocimiento de calidad para esos vinos que no cumplen los requisitos de una denominación de origen cercana, o que no se elaboran dentro del territorio delimitado por un DO. Pero también es una alternativa para las bodegas que quieren elaborar al margen de los requisitos que marcan los Consejos Reguladores de las Denominaciones de Origen. Los VT sirven para dar estatus, frente al resto de vinos de mesa, respetando una normativa mínima al tiempo que permite que las etiquetas incluyan información relativa al origen (símbolo de identidad, de territorio), las variedades con que están elaborados, la añada y el tiempo de crianza. Cosa que no se permite a los vinos de mesa porque tampoco nada se les exige.

En la actualidad en España hay 42 IGP Vino de la Tierra y son varias las que disfrutan de mayor prestigio que algunas denominaciones a pesar de ser figuras menos estrictas en lo que a regulación se refiere. Estas IGP aseguran, por ejemplo, que como mínimo el 85% de las uvas proceden de la zona geográfica de la que lleva el nombre, además de que se han elaborado allí. Hay que decir también que difieren mucho unas indicaciones protegidas de otras, en tamaño sin ir más lejos. Basta con pensar en VT de Castilla y León o VT Castilla (la que afecta a Castilla-La Mancha), en comparación con otras como VT Mallorca o la navarra VT 3 Riberas, por ejemplo. 

Vinos de mesa. De lo ya apuntado se puede deducir que esta mención es total anarquía porque no hay norma que los regule más allá de la obligación de cumplir con la seguridad alimentaria. Son vinos que no pertenecen a ninguna denominación ni indicación geográfica, o porque proceden de un territorio que no está incluido en ninguna de esas figuras o, directamente, porque el elaborador decide ni pertenecer ni someterse a norma alguna en lo que afecta a variedades, elaboración, crianza, valores analíticos… Por tanto, los vinos de mesa se pueden componer de las uvas que su artífice considere, darle los tiempos de elaboración que quiera y emplear los sistemas de envejecimiento que decida oportunos. No tiene ninguna limitación. Eso sí, importante: no pueden llevar en la etiqueta ni añada, ni uvas, ni origen. 

Denominación de Origen Protegida (DOP). Conocidas coloquialmente como Denominaciones de Origen, con el adjetivo «protegida» es la mención correcta. Sin duda alguna han sido desde el principio la figura de protección más ansiada por la mayoría de las bodegas (sobre todo cuando se trata de las denominaciones más conocidas), pero formar parte de ellas exige el cumplimiento de un amplio repertorio de requisitos. Y ya hemos visto que no todas las bodegas están dispuestas a ello ni tampoco lo ven necesario. Cada Consejo Regulador tiene libertad para decidir sobre su propia normativa y sus particularidades, pero en cualquiera de ellas se regula sobre las variedades autorizadas (procedentes, en todo caso, del territorio que abarca la denominación), la elaboración de los vinos, la crianza, el etiquetado. 

Luego, Rioja y Priorato son las únicas españolas reconocidas como Denominación de Origen Calificada (DOCa), para lo que aparte de haber sido DO al menos diez años,  sólo pueden comercializar su vino desde bodegas inscritas y ubicadas en la zona geográfica delimitada y contar con un riguroso sistema de control de calidad y cantidad. 

Vino de pago. Por último, los vinos de pago serían, a priori, unos productos de prestigio en tanto que proceden de un paraje concreto distinguido por unas características naturales (ubicación, suelos, clima, entorno…) que imprimen a los vinos que de allí proceden un valor añadido. Dicho esto, y conforme a la norma europea vigente, la identificación como vino de pago sólo podrá utilizarse cuando el vino esté acogido a una Denominación de Origen Protegida (DOP), y se cumplan además una serie de requisitos entre los que se cuentan que el nombre del pago tiene que estar siendo utilizado, de forma habitual, en el mercado para identificar los vinos allí obtenidos, «durante un período mínimo de cinco años», o que la uva de esos vinos tiene que proceder de viñedos ubicados en el pago y el vino tiene que elaborarse, almacenarse y criarse de forma separada de otros vinos.

A partir de aquí, más allá de una normativa siempre farragosa, la palabra «pago» viene siendo empleada por bodegas de diversa índole en algunas de sus etiquetas para dar a entender que se trata de vinos de una gama superior por tener esa ‘especial’ procedencia. Pero esto nada tiene que ver con los ‘oficiales’ vinos de pago, en el mapa de las denominaciones de origen y todos bajo el paraguas de una DOP son: los navarros Pago de Otazu, Prado de Irache y Pago de Arínzano; Pago Los Balagueses y El Terrerazo, ambos valencianos; Pago Aylés (zaragozano); y los castellano-manchegos Campo de la Guardia, Casa del Blanco, Dehesa del Carrizal, Pago Florentino, Pago Calzadilla, Dominio de Valdepusa, Pago Guijoso y Finca Élez.