El vino, también con hielo... ¿Por qué no?
Es verdad que agua y vino no son muy compatibles, pero los hay que resultan mejor cuando van con unos cubitos
Si sí, que nadie se escandalice. No es un delito, y muchos incluso estarán de acuerdo en que mejor con hielo que sin vino. Hay gustos y públicos variopintos, y por eso también van surgiendo referencias elaboradas para que se tomen con hielo. En ningún caso se trata de vinos con complejidad, ni con crianza y mucho menos largas crianzas (¡no tendría mucho sentido aguarlos…!), al menos por parte de quien los hace. Luego, una vez en la copa quien bebe –lo que sea– decide, si bien es verdad que cuando alguien pide un vino en concreto sabe lo que está pidiendo, lo que espera y cuál será la mejor manera para disfrutarlo. ´
En cualquier caso no hay pecado. Es verdad que echar agua al vino flaco favor le hace pero hay elaboraciones para todo momento y consumidor, y desde hace algunos años salen al mercado vinos para disfrutar con hielo pensados para los meses veraniegos. Porque sus creadores lo han visto claro, mejor rendirse a los deseos del consumidor cuando el calor aprieta que permanecer impasible mientras éste se echa en los brazos de una cerveza fría.
Por supuesto que el hielo no es el mejor aliado de cualquier vino dentro de la copa, pero no me cansaré de repetir que en una cubitera repleta de hielo hay espacio para toda clase de botella, y esto incluye al mejor vino si lo queremos disfrutar a una temperatura adecuada. No obstante, en este país manejamos unos complejos que fuera no se plantean; basta con echar un vistazo a varios de nuestros vecinos para comprobar con qué naturalidad añaden cubitos de hielo a vinos jóvenes tanto rosados como blancos para que resulten más frescos. Burbujas incluidas. Actitudes que a los puristas pueden sacar los ojos de las órbitas pero cada vez más extendidas en determinados ambientes y entre consumidores más jóvenes.
Nuestro caso es particular. Tenemos una bajísima media de consumo per cápita al tiempo que somos uno de los principales productores del mundo, pero con todo solemos ser bastante tiquismiquis cuando de tomar una copa de vino se trata. Mientras, los extranjeros nos superan con creces en lo que a consumo respecta y son mucho menos remilgados en cuanto al protocolo, por lo que lo de incorporar hielo lo hacen sin problema si el calor aprieta y les apetece.
Primero en las burbujas
Ha sido la observación de esta realidad la que animó a algunas importantes firmas españolas a elaborar cavas con este fin. Hace un tiempo lo explicaba muy bien el director técnico de Codorníu, Bruno Colomer, ante el lanzamiento de Anna ICE Edition (11,5º). «Responde a las nuevas formas y momentos de consumo actuales. Existe una creciente tendencia de consumir bebidas con hielo. El cava es una de las bebidas más versátiles que existen, se puede tomar en cualquier momento del día y de la noche, y éste está creado para quienes optan por consumir cava como aperitivo o sustitutivo de un combinado y disfrutarlo de una manera mucho más refrescante y en cualquier situación, y este Anna ICE Edition está concebido enológicamente para ser consumido con hielo».
Es decir que este vino está pensado para que resulte mejor al tomarlo con unos cubitos «e incluso otros añadidos como zumos de frutas cítricas, porque de este modo se compensa el dulzor que caracteriza a este producto». En general, burbujas pensadas para mezclar y potenciar con otros ingredientes en las que destaca la frescura, la fruta y esa sensación dulce que les es propia. Después llegaron los de la gama ICE de Freixenet, pues tiene un blanco y un rosé (11,5º y 12,5º respectivamente).
Fueron los franceses los primeros en saltarse las normas elaborando champagnes para beber con hielo, y tiempo después se han ido animando algunas bodegas españolas. Como se apuntaba, de manera destacada las más conocidas cavistas. La iniciativa surge dentro del imperio Louis Vuitton Moët Hennessy (LVMH), donde se arrogan la idea de crear este tipo de burbujas, y es que tiene una variada gama de champanes para servir con hielo.
Bajo su icónica marca Moët & Chandon tienen el M&C ICE Impérial y M&C ICE Impérial Rosé, a los que se suman otros dos espumosos de Veuve Clicquot, que recomiendan para mezclar en coctelería con un ingrediente fresco: Veuve Clicquot Rich y Veuve Clicquot Rich Rosé. Productos que no resultan bien hasta que no se les incorpora hielo, momento en que se produce la fusión perfecta y cuando se disfrutan. Es a esa acción de poner hielo en la copa a lo que los franceses llaman una piscine (‘a la piscine’).
El vino tranquilo, de momento expectante
Pero más allá de una práctica que se empieza a ver cada vez más en barras y terrazas, lo cierto es que las bodegas de vinos tranquilos por el momento no están muy animadas a sacar este tipo de productos. Hasta que llegan, no es raro que en estos meses de calor algunas copas de vino blanco o rosado se sirvan con algún cubito previa petición del consumidor. Sin olvidar que en ocasiones nos puede sorprender (en positivo) el resultado de la combinación.
Por ahora, de las pocas referencias existentes que salen para tomar con hielo es el fino spritz Croft Twist de González Byass, aunque no es un vino como tal pues sólo tiene 5,5º. El resultado, una especie de rebujito embotellado que exige buena dosis de hielo y en cuya base hay un vino fino. Junto a esto, lo que podemos encontrar son los ya populares frizzantes, de los que hemos hablado en alguna ocasión y que se mueven entre los 5 y los 10 grados, con lo que no todos se pueden considerar vino (la ley general exige que el grado mínimo sea 8,5º). En todo caso, jóvenes, frescos, chispeantes y de perfil goloso, por lo que funcionan bien con hielo. Y elaboraciones que no paran de aumentar, procedentes de diversas zonas del país, ante un consumidor que las sigue recibiendo muy bien a la espera de que la oferta siga creciendo.
Los vinos mencionados responden exclusivamente a un criterio profesional