El salón de Liria que enamora a los duques de Huéscar por su color amarillo y sus molduras
Tanto Sofía Palazuelo como Fernando Fitz-James Stuart pasan mucho tiempo en el Palacio que dejó su abuela

Sofía Palazuelo y Fernando, en una imagen de archivo. | Gtres
El Palacio de Liria es una de las pocas joyas que quedan en nuestra ciudad que, con el paso del tiempo, han seguido manteniendo su talante más tradicional. Y es que, los hijos y nietos de la duquesa de Alba, han hecho todo lo posible para que siga manteniendo su esencia. Aunque eso sí, adaptándose al nuevo tiempo. Actualmente, ese rincón de Madrid, a pocos pasos de la Plaza de España, se ha convertido, no solamente en su refugio y en el sitio que les recuerda a Cayetana Fitz-James Stuart, sino, también, a un lugar que alberga los tesoros más preciados de la historia de la familia y que ofrece, también, valiosísimas exposiciones de arte.
Aunque eso sí, a pesar de que hace algo más de un año se abrió al público —tras un parón—, también sigue conservando algunas estancias privadas que se han convertido en lugar de reunión para los Alba. Es por eso que, en muchas ocasiones, hemos podido observar como todos ellos —especialmente los que siguen residiendo en Madrid que, además, lo hacen a pocos metros— aprovechan estas zonas del Palacio para reunirse, pasar tiempo en familia y, sobre todo, seguir conservando y cuidando la esencia de Cayetana Fitz-James Stuart. Además, la parte privada también fue la protagonista, hace unos meses, del suplemento Icon Design, de El País, donde los actuales duques de Huéscar mostraron esa parte menos conocida del imponente palacio.
El salón de Liria más especial con molduras y en amarillo
El palacio fue construido en el siglo XVIII por Ventura Rodríguez en estilo neoclásico, siguiendo los gustos clásicos franceses de su tiempo. Fue prácticamente destruido por un incendio durante la Guerra Civil Española en 1936, quedando solo las fachadas, y reconstruido prácticamente desde cero entre los años 40 y 50 bajo la dirección de Sir Edwin Lutyens y su discípulo Manuel Cabanyes. Mientras que el primer piso aloja las grandes salas abiertas al público con la colección de arte de la familia, la segunda planta y otros niveles superiores son residencia privada de los duques, con salones y apartamentos familiares que no se pueden visitar con las visitas guiadas estándar.
El actual duque de Huéscar, Fernando Fitz-James Stuart, ha resaltado que su abuela, Cayetana de Alba, quiso que estas estancias fuesen una casa y no un museo austero. Esto significa que los espacios tienen un sabor residencial, con decoración que refleja gustos personales más que una colección puramente institucional. Como ya contamos en THE OBJECTIVE, una de las zonas más importantes —sobre todo porque es el lugar donde se produce el intercambio de vida social— es el salón. Y es que el Palacio de Liria no solamente tiene uno, sino que cuenta con varios repartidos por distintas partes. En estos, se entremezclan muebles ingleses, franceses y holandeses junto con elementos decorativos de diversos periodos, lo que crea una atmósfera ecléctica pero armoniosa.
La parte privada del Palacio combina papel pintado con detalles históricos
A diferencia de los espacios museísticos del primer piso, aquí las paredes pueden tener colores intensos y papeles pintados de inspiración inglesa, que aportan calidez y personalidad. Muchos sofás, butacas y cortinajes muestran telas refinadas, a menudo restauradas o recombinadas por artesanos para armonizar con la decoración general. Probablemente, el que más llama la atención es aquel que todavía sigue conservando el amarillo —de papel pintado— de sus paredes y que se combina con el estampado de la tapicería de los sillones que no está hecha para todos los gustos. Y es que están decorados con flores, en tonalidades amarillas, rosas y verdes. Además, en las paredes cuelgan cuadros de personalidades importantes dentro de la familia y el suelo está cubierto con alfombras que tapan el suelo clásico y antiguo que siguen conservando.

Además del color de las paredes, lo que más llama la atención, y más le gusta a los duques de Huéscar, son las molduras que se reparten por toda la estancia. Estas son blancas pero, también, combinan las tonalidades ocres y con una imponente lámpara de araña que cuelga del centro del techo. También destacan los muebles clásicos de madera y la chimenea de mármol que, ahora, tiene un uso decorativo. Como decíamos, aunque los salones privados no están diseñados como galerías públicas, incluyen obras artísticas menos conocidas y objetos familiares. La familia posee retratos de familia y pinturas variadas como bodegones flamencos o vedutas italianas, que aportan un carácter más íntimo que las grandes piezas de Goya y Velázquez del primer piso.
También hay porcelanas, objetos de colección y piezas adquiridas en anticuarios de París o Venecia, cuidadosamente integrados para crear espacios que cuentan historias personales más que destacar obras maestras únicamente por su valor artístico. Históricamente, estos salones privados no solo fueron espacios de vivienda, sino también lugares de tertulia, reuniones con artistas e intelectuales y vida familiar intensa. Bajo Cayetana de Alba, se convirtieron en un punto de encuentro social durante la Transición española, con políticos, escritores, pintores y músicos entre sus invitados. Lo que hace que no solamente tenga un valor material sino, también, histórico y personal.
Un remanso de paz a pocos metros del tumulto de Madrid
La segunda planta de la casa sigue considerándose la más diferente, aquella que rompe con todo, ofreciendo un ambiente más cálido y personal. Las plantas superiores incluyeron en el pasado habitaciones privadas de la familia y espacios de uso cotidiano que hoy siguen siendo estrictamente reservados a los residentes. De esta manera, caminando por la parte privada de Liria, nos encontraríamos con paredes de colores vivos y molduras neoclásicas, bañados por luz suave desde grandes ventanas.

También habría sofás y butacas tapizados en telas ricas y estampadas, junto con alfombras antiguas y lámparas de cristal o Murano. Las mesas con objetos familiares y colecciones pequeñas, como porcelanas, retratos, libros o recuerdos de viajes europeos también son las grandes protagonistas, al igual que el ambiente, que se siente como un hogar aristocrático —lleno de historia, personalidad y una mezcla de gustos artísticos— más que una sala de museo.
Es a muy pocos metros —unos 100— donde siguen residiendo Sofía Palazuelo y Fernando Fitz-James Stuart, los duques de Huéscar, y quienes, junto al duque de Alba, no están dejando que se pierda el legado de la duquesa de Alba. Sofía ha dedicado gran parte de su vida profesional, al igual que lo ha hecho su madre, a comercializar con arte, a poner el foco en aquellas pequeñas piezas que, a lo mejor, pasaban desapercibidas y darle el valor que se merecen. Algo que está logrando, también, con el Palacio de Liria, donde, en el último año, se ha expuesto, por ejemplo, lo más destacable de la artista portuguesa Joana Vasconcelos, adaptando su arte a los salones de Palacio.
