Vox, Polonia, Hungría y la Unión Europea que está por venir
Las reuniones y gestos con los gobiernos polaco y húngaro y el apoyo en las últimas crisis abiertas con Bruselas ponen el foco en nuevos pactos
La reciente visita que Santiago Abascal hizo a Polonia para apoyar al primer ministro del país ante la crisis fronteriza con Bielorrusia tenía un doble objetivo. Lo que era una simple reunión para marcar posiciones, finalizó con un anuncio que, según cómo se desarrolle, puede mover el tablero europeo: España será la sede de la próxima cumbre de «patriotas europeos», a la que acuden los partidos políticos que proponen medidas como, por ejemplo, la supresión de la primacía del derecho comunitario sobre el nacional.
En este evento, al que están invitados los grupos políticos ultraconservadores, como el de la líder de Agrupación Nacional, Marine Le Pen, o el del primer ministro de Hungría, Viktor Orban, Vox espera comenzar a tejer lo que pueden ser nuevas alianzas de cara al futuro europeo, algo que en las últimas semanas se ha rumoreado cuando el medio húngaro 444 publicó una noticia muy compartida en la que advertía de un movimiento que, de haber sido real, habría cambiado el panorama del Parlamento Europeo.
El texto explicaba la posible adhesión de Vox al grupo Identidad y Democracia (ID), una formación euroescéptica y con posiciones radicales sobre los principales postulados de la Unión. En ID, los cuatro eurodiputados de Vox habrían cambiado de grupo junto con los de Ley y Justicia (Polonia) y Fidesz (Hungría) para acabar coincidiendo con otros partidos como la Lega, de Mateo Salvini, o con Alternativa para Alemania (formación vetada de acuerdos tras un cordón sanitario roto en pocas ocasiones por el Bundestag), todos ellos abiertos a plantear cauces diferentes a los comunitarios, como la alternativa del Frexit planteada por Le Pen hace unos años. De haberse producido, se habría compuesto el tercer grupo con más diputados de todo el Parlamento Europeo, solo por detrás de socialistas y populares.
Sin embargo, como confirman a THE OBJECTIVE fuentes de Vox, esta posibilidad no es una realidad. Las razones son varias, aunque la principal pasa por una cuestión práctica: Identidad y Democracia tiene impuesto un cordón sanitario por parte del resto de las formaciones del arco europeo, algo que no ocurre en el grupo de los Reformistas y los Conservadores Europeos (ECR), al que pertenece la formación de Abascal en la actualidad.
Fuentes del Parlamento Europeo explican que, aunque esta posibilidad no se vaya a dar, no descartan que se produzcan movimientos en los próximos meses. La razón se encuentra en que la Cámara cumple media legislatura, por lo que, de acuerdo a su normativa, se renuevan las presidencias y vicepresidencias y se reconfiguran algunas agrupaciones. Una de las personas consultadas especifica que las reuniones sobre posibles pactos de futuro «se han dado» en diferentes ocasiones.
Otra fuente explica que el principal problema que podría llevar a Vox a plantear un cambio y a reforzar sus vínculos con otros partidos son sus socios de ECR, ya que también se encuentran los nacionalistas flamencos, muy afines a Carles Puigdemont y al independentismo catalán, por lo que votar a su lado es algo «cuanto menos incómodo» de cara al mensaje que buscan transmitir en España.
La cumbre de patriotas, un punto de inflexión para el futuro
Desde Vox, confían en que la reunión de enero sirva para encontrar posturas comunes de cara a cómo configurarse en el futuro, lo que puede incluir nuevas agrupaciones. Los principales consensos se encuentran en cómo consideran debería configurarse la organización y el papel de los estados en ella. Tras el encuentro en Varsovia, la formación confirmó la buena sintonía existente con sus socios ultraconservadores y el compromiso de todos los participantes de estrechar la colaboración para poner fin a la «inquietante idea» de una Europa «gobernada por las élites globalistas».
Los acercamientos a políticos como Orban o a los gobiernos húngaro y polaco en los últimos meses, sobre todo tras los movimientos que han desarrollado en contra de la unidad y el estado de derecho de la UE, suponen un cambio de tono con respecto al mensaje con el que Vox entró en el Parlamento Europeo.
El profesor de Unión Europea en la Universidad Francisco de Vitoria, Pablo Guerrero, recuerda que en las elecciones Europeas de 2019, la formación se presentó a las urnas con un mensaje de un euroescepticismo «suave» que luchaba en contra de la integración federalista de Europa y en el que el punto de mayor radicalidad se encontraba en su promesa de derogar o reformar de forma «radical» el Artículo 7 del Tratado de Lisboa, que permite sancionar a un Estado cuando viola los valores fundamentales de la Unión Europea. Es esta norma es la que puede ser aplicada para dejar a Hungría y a Polonia sin acceso a los fondos europeos por sus controvertidas leyes en contra de los derechos de las personas LGTBI, como las «zonas libres polacas» , en las que los miembros de este colectivo no son bienvenidos.
El profesor Guerrero explica que el apoyo explícito de Vox a pesar de las amenazas de Bruselas a estos estados les deja en una posición «comprometida» al virar hacia posturas abiertamente euroescépticas, en las que ya no se busca evitar una mayor integración sino debilitar a la UE. Polonia y Hungría representan los dos ataques más graves a la integridad europea con sus desplantes sobre las leyes comunitarias, ya que ambos han iniciado los procesos para poner el derecho nacional por delante del comunitario, algo que viola los principios de la Unión y a lo que todos los estados que desean formar parte de los Veintisiete deben acatar bajo riesgo de ser sancionados con perder el voto en el Consejo de Ministros de la UE.
Bruselas ha condenado en repetidas ocasiones estas acciones e incluso ha sancionado con un millón de euros diarios a Varsovia por esta acción. Sin embargo, el propio Santiago Abascal llegó a tachar la medida de injerencista y pidió que España siguiera esta vía.
La complejidad de los ataques de estos dos estados al correcto funcionamiento de la UE no es solo una cuestión de competencias, sino que también supone un golpe al Estado de derecho vigente. La corresponsal en Bruselas del medio DW News, Bárbara Wesel, escribía en un artículo de opinión el camino que ambas naciones habían decidido abrazar y que no pasaba por abandonar la UE por el momento, sino por declararla «una mera máquina de distribución de dinero, con Polonia y Hungría, por supuesto, siempre como grandes receptores». «Aparte de eso, ambos países quieren hacer lo que les plazca, sin molestas restricciones democráticas o legales», finalizaba.
La derecha ultraconservadora necesita unidad a pesar de las diferencias
La posición de Polonia y Hungría sobre posturas en contra de los derechos LGTBI o la inmigración no es el estilo que sigue Vox en España, mucho más moderado en comparación a estos estados. Sin embargo, el apoyo explícito que han demostrado a estas políticas sigue a la necesidad de formar uniones frente a lo que consideran una Europa intrusiva y que ataca la independencia de los estados.
En estos movimientos hacia la radicalidad coincide Adrián Lardiez, periodista y autor del ensayo La seducción de la extrema derecha (Ed. Libros.com), quien señala que el apoyo explícito de Vox a las posturas anti-LGTBI de los gobiernos de Hungría y Polonia responde a una situación de conveniencia, ya que hoy son «amigos» ante el gran papel que ocupan estos países, pero mañana el apoyo puede ser hacia otros estados, como ya se ha visto con los movimientos a favor de la Lega de Salvini, partido que ahora se muestra más distante de las posturas del conservadurismo en Europa, aunque sin desaparecer del mapa, y con el que Vox se encuentra más alejado tras las declaraciones de Salvini en las que critica a la formación de Abascal.
Lardiez ve en la posible creación de este grupo una fuente de unidad frente a lo que estos partidos llaman «establishment», ya que, en caso de nacer y existiendo la posibilidad de ser vetados o estar bajo un cordón sanitario, «reforzarían su mensaje, como ya pasó con Trump en Estados Unidos, que cuando fue señalado por los medios y por el Gobierno pudo ir a sus votantes y decirles que tenía razón, que le tenían miedo porque iba contra ellos».
Ahora, de cara a enero, solo queda esperar. En la «cumbre de patriotas» es donde puede fijarse un comienzo de lo que será la derecha en Europa durante los próximos años. Ante la radicalización de los conservadores, a quienes parece que, como en el caso de Éric Zemmour en Francia con Marine Le Pen o de Mateo Salvini y su Lega con Fratelli d ‘Italia, les han crecido formaciones aún más escoradas, desde los partidos ultraconservadores observan en Europa el caldo de cultivo idóneo para empezar a tejer alianzas sobre una Europa común que, por el momento, no existe.