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El verdadero partido que se juega en Qatar

Con la crisis de Ucrania, el emirato se ha convertido en el principal jugador del mercado mundial del gas

El verdadero partido que se juega en Qatar

El Emir de Qatar durante la presentación del Mundial de fútbol. | Reuters

A finales de junio de 2003, meses antes de que la invasión norteamericana de Irak derivara en una cruenta guerra civil y una catástrofe para el prestigio internacional de Estados Unidos, el Ejército de este país organizó en Bagdad un partido de fútbol entre una improvisada selección iraquí y un combinado de sus tropas con intención de sellar la amistad entre la potencia y el pueblo recién liberado de Sadam Hussein.

En un estadio vacío, por temor a un atentado, con un puñado de periodistas en las gradas y un palco repleto de militares extranjeros y jefes de tribus iraquíes, un capitán norteamericano pronunció una arenga que concluyó con estas palabras: “Vuelve el fútbol, vuelve la normalidad”. Los iraquíes –creo recordar- derrotaron 11 a 0 a los jugadores de origen hondureño y salvadoreño convocados para la ocasión. Nadie aplaudió los goles ni silbó a los perdedores. Ni se salvaron Irak ni el fútbol. Ahora que con el sorteo de grupos del pasado viernes comienza la cuenta atrás para el Mundial de Qatar y la guerra de Ucrania en marcha, ni parece creíble que vuelva la normalidad ni que la principal preocupación sea el deporte, sino la urgente necesidad europea del gas que atesora el país árabe. 

En 2010 la FIFA sorprendió al mundo al anunciar que el emirato del Golfo sería el país organizador del campeonato en 2022. La decisión fue polémica desde el principio ya que Qatar, sin tradición futbolística, se imponía a otros candidatos como Estados Unidos, Australia, Japón o Corea del Sur y, sobre todo, por las sospechas de que los delegados de la FIFA habían sido sobornados.

Qatar negó las acusaciones y la FIFA abrió una investigación que cerró sin encontrar pruebas, pero en 2020 Estados Unidos imputó a tres funcionarios del organismo por recibir pagos y Francia mantiene aún viva una investigación del caso por corrupción. Desde entonces, como los oligarcas rusos, magnates qataríes han ido adquiriendo clubes de fútbol europeos como el PSG, rebautizando estadios e insuflando cientos de millones al deporte.

La elección de Qatar impuso otra condición. El Mundial no se jugaría en verano como es habitual porque allí las temperaturas en junio y julio pueden superar los 40 grados y se celebraría del 21 de noviembre al 18 de diciembre, en pleno invierno europeo, alterando la temporada en muchos países. La Premier inglesa, por ejemplo, ya ha decidido suspender la liga durante esas semanas. Otros tendrán que optar por hacer lo mismo o distorsionar sus campeonatos al no poder contar algunos equipos con sus mejores jugadores.

Otras dos polémicas más serias sacuden al país organizador. La primera se refiere al trato dispensado por Qatar a los 30.000 trabajadores inmigrantes empleados en la construcción de siete estadios, nuevas carreteras, otro aeropuerto y el metro. En 2016 Amnistía Internacional acusó a las autoridades del emirato de mantenerlos en unas condiciones propias del trabajo esclavo: alojamientos precarios, confiscación de pasaportes, salarios retenidos.

Qatar tomó medidas para aliviar su situación, pero el año pasado Human Rights Watch aseguró en un informe que los trabajadores extranjeros todavía sufrían de “punitivas e ilegales deducciones salariales” y que pasaban “meses sin cobrar sus sueldos”. En febrero de 2012 el diario británico The Guardian publicó que 6.500 trabajadores inmigrantes de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka habían muerto desde 2010, muchos de ellos empleados en las obras de infraestructuras del Mundial. Qatar negó esa cifra y aseguró que entre 2014 y 2020 sólo habían muerto 37 trabajadores. Sin embargo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) compiló sus propios datos y cifró en 50 trabajadores muertos y otros 500 seriamente heridos en Qatar solo en 2021, víctimas en su mayoría de accidentes laborales.

La segunda controversia afecta a los derechos de los gays, ya que las relaciones entre personas del mismo sexo son ilegales en el pequeño país musulmán. Qatar ha autorizado que la bandera arcoíris pueda mostrarse en los estadios, pero también ha advertido que las demostraciones de afecto en general, sean  homosexuales o no, “no son parte de la tradición” del país.

Qatar sucede a Rusia como sede del Mundial, pero las circunstancias geopolíticas de los dos países entonces eran muy distintas de las actuales. En 2018, pese a que Putin ya había invadido Crimea y la región del Donbás, al este de Ucrania, cuatro años antes, y sido objeto de leves sanciones por parte de la comunidad internacional, los países europeos no tuvieron reparos en participar en el evento y abrazar al presidente ruso. Por el contrario, Qatar sufría el boicot diplomático y económico de sus vecinos –Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Egipto- que le acusaban de financiar el terrorismo –como llegó a decir Trump- y de estar demasiado próximo a Irán. 

Ahora es el emirato el que es cortejado por Occidente ante la imperiosa necesidad europea de diversificar sus fuentes de energía. Según datos de Eurostat referidos a 2020, Qatar es el cuarto país del mundo en exportar gas a la Unión Europea (6,8%), sólo por detrás de Rusia (35,1%), Noruega (16,4%) y Argelia (7,7%) y por delante de Estados Unidos (6,5%). La urgencia por reducir la dependencia de Moscú ha llevado en las últimas semanas a Alemania, Francia, Bélgica e Italia a iniciar conversaciones con el emirato para firmar contratos a largo plazo para el suministro de gas natural.

Para despejar el camino, la UE aparcó el mes pasado una investigación antitrust sobre Qatar Petroleum, la compañía estatal de energía, y el ministro de Economía alemán, el líder verde, Robert Habeck, anunció a finales de marzo en Doha un primer acuerdo. No en vano el 55% de las importaciones de gas de Alemania llegan de Rusia y  su escasez tendrá dramáticas consecuencias sobre su industria –sobre todo la química y del acero- y el empleo. 

El cambio de proveedor no será fácil ni barato. Aunque Qatar ha anunciado que duplicará su producción de gas para 2025, la mayoría de su exportación está actualmente dirigida hacia China, Japón y Corea del Sur y además será más caro al no existir gasoductos como en el caso de Rusia. Tampoco se puede olvidar que el emirato tiene fuertes inversiones en el país de Putin y en empresas como la compañía Rosneft Oil, entre otras.  La Casa Blanca también ha mejorado sus relaciones con el pequeño país del Golfo agradecido por su ayuda en la evacuación de norteamericanos y afganos tras la caída de Kabul el pasado agosto, lo utiliza como canal secundario en las negociaciones nucleares con Irán y ha llegado a etiquetarle como su principal aliado fuera de la OTAN.

Qatar, con menos de tres millones de habitantes, se ha convertido en el principal jugador de un partido que ha empezado ya: el del mundial del gas. Que millones de europeos vean el próximo invierno a sus selecciones calentitos en sus hogares dependerá de ese resultado.

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