El inesperado liderazgo de Joe Biden
Mientras Occidente mantenga el apoyo militar, económico y diplomático a Kiev habrá esperanza para la libertad de los ucranianos y de los europeos
Más de dos meses después de la invasión de Ucrania, la mayor equivocación de Putin entre los errores de planeamiento y ejecución de la guerra probablemente haya sido subestimar la reacción de Occidente: donde esperaba indolencia y división se ha encontrado unidad y determinación.
La confianza del dictador ruso no era infundada habida cuenta de la tradicional desunión de los europeos y el tener a su disposición el poderoso arma del chantaje energético. En el caso de Estados Unidos la caótica retirada de Afganistán el pasado agosto parecía indicar su renuncia al liderazgo mundial. Una medida que seguía a la pasividad norteamericana tras la anexión rusa de Crimea en 2014 y al abandono de Siria en manos del Kremlin pese al empleo por Bachar Al Asad de armas químicas contra la población civil. A ojos de Putin la decadente sociedad occidental no tendría estómago para luchar por sus principios. Sin embargo y contra pronóstico, del conflicto de Ucrania ha surgido el inesperado liderazgo de Biden, que ha logrado unir a sus aliados en un mismo propósito y ganar definitivamente la batalla de la información.
Esa batalla empezó a perderla Putin semanas antes de la invasión cuando la Administración Biden decidió asumir los riesgos y compartir con los aliados su información de inteligencia sobre las intenciones rusas, impidiendo a Moscú la construcción de un relato propagandístico que justificara la necesidad de la guerra. Nada más estallar ésta, Estados Unidos movilizó a la OTAN y sus aliados en Asia para enviar ayuda militar a Ucrania y aislar económicamente a Rusia. No obstante, Estados Unidos impuso en un primer momento algunas salvedades. No pondría botas sobre el terreno, no se enviarían armas ofensivas a Kiev ni la OTAN establecería zonas de exclusión aérea con la intención de evitar una escalada del conflicto. Las sanciones tampoco afectarían a las exportaciones de gas y petróleo rusos a Europa para no debilitar la alianza de las democracias.
Pero el desarrollo de la guerra con la heroica resistencia de los ucranianos con su presidente, Volodímir Zelenski, a la cabeza y la matanza de Bucha y otras atrocidades cometidas por las tropas rusas, llevaron al presidente norteamericano a calificar a Putin de «genocida», a declarar –fuera un lapsus o un rasgo de su estilo personal- que «este hombre no puede permanecer en el poder», a hacer oídos sordos a sus amenazas de emplear armas nucleares y a dar un paso más el pasado jueves al solicitar al Congreso 33.000 millones de dólares en apoyo de Ucrania. Más de 20.000 se destinarán a asistencia militar –artillería pesada, drones, misiles antitanque y antiaéreos, munición y equipos de ciberseguridad-, 8.500 en ayuda económica directa y 3.000 en ayuda humanitaria. Como Roosevelt al inicio de la II Guerra Mundial, Biden ha vuelto a convertir a su país en «el arsenal de la democracia» movilizando su industria bélica y pidiendo a sus ciudadanos «un sacrificio para derrotar a la dictadura».
En el frente energético, Putin cortó el miércoles el suministro de gas a Polonia y Bulgaria por negarse a pagar la factura en rublos, ya que de hacerlo hubieran violado las sanciones europeas impuestas a Moscú. La medida, sin precedentes incluso en los momentos más tensos de la Guerra Fría, va a exigir obviamente sacrificios a los europeos –el gas natural ruso que llega a través de gasoductos representa entre el 25% y el 35% del suministro del continente– pero también puede tener, como señalaba este fin de semana en el Financial Times el analista de energía y premio Pulitzer, Daniel Yergin, un efecto bumerang y castigar a largo plazo sobre todo a Rusia. El Kremlin ingresa unos 250.000 millones de dólares al año por sus exportaciones de gas y petróleo y con ese dinero, como se ha quejado repetidamente Zelenski, financia la agresión a Ucrania, pero Europa está obligada a encontrar otras alternativas una vez perdida la confianza en Moscú.
La Unión Europea tendrá que negociar con otros proveedores como Noruega, Qatar o Estados Unidos para incrementar el flujo de gas natural licuado y gas por tubería, evitar la competencia destructiva entre los Estados miembros de la UE, adoptar nuevas medidas de eficiencia energética, acelerar la inversión en renovables, aplazar el apagón nuclear en el caso de Alemania o incluso volver a quemar carbón. No será un camino fácil ni rápido pero no imposible como parece sugerir el caso del petróleo. Los países occidentales ya han puesto en el mercado 1,3 millones de barriles de sus reservas estratégicas, la UE tiene en su agenda una inminente prohibición de las importaciones de crudo ruso y Alemania ha reducido drásticamente en cuestión de semanas sus compras a Moscú. Tampoco será barato, pero es el precio de la libertad del continente.
A
China permanece atenta
La firme estrategia de Biden en Ucrania no tiene a Rusia como único destinatario. Una nota publicada recientemente por Reuters informaba de la atención con que está siendo seguida en China. Pensando en un hipotético conflicto con Taiwán, dos asuntos centraban el interés de los analistas, expertos militares y diplomáticos chinos entrevistados por la agencia: el dominio de la información por Occidente, que, en su opinión, ha canalizado la respuesta internacional e impedido a Rusia obtener apoyo exterior, y los fracasos militares rusos como la descoordinación de sus fuerzas, los fallos de sus mandos y la baja moral de sus tropas. Una preocupación nada sorprendente si se tiene en cuenta que el Ejército chino ha seguido durante décadas el paso marcado por el ruso, incluso en su estructura y doctrina militar, y que su última experiencia bélica tuvo lugar durante la invasión de Vietnam en 1979.
La guerra de Ucrania entra en su tercer mes y promete durar bastantes más. Nadie sabe en esta hora si se extenderá a otros países ni si escalará hacia una conflagración devastadora, pero mientras Occidente, bajo el liderazgo de Biden, mantenga el apoyo militar, económico y diplomático a Kiev habrá esperanza para la libertad de los ucranianos y de los europeos.