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Espionaje y sexo en verano: llegan las «trampas de miel»

Vuelve el verano y con él las tramas románticas que urden los servicios secretos contra políticos, empresarios, gente normal…

Espionaje y sexo en verano: llegan las «trampas de miel»

La exasistente parlamentaria y presunta espía rusa Katia Zatuliveter, de 26 años, deja la Comisión Especial de Apelaciones de Inmigración en Londres. | Andrew Parsons (EP)

Hoy hablo de chantajes emocionales y sexuales, de tramas románticas que se urden con un objetivo específico, que se han dado y siguen dándose en el mundo del espionaje y que se conocen en el argot de los servicios secretos como «trampas de miel».

En el año 1989, con la caída del régimen comunista rumano dirigido por el dictador Ceaucescu, nos contaron que un equipo operativo del servicio de inteligencia había acudido a Bucarest a recuperar unas cintas de un político español acostándose en un hotel de la ciudad con una menor. Grabadas por el espionaje, evidentemente, para tenerle chantajeado.

Como cuenta el profesor experto en la materia Nigel West: «Las técnicas que han usado las mujeres espía para manipular a sus víctimas y lograr sus objetivos no han cambiado en absoluto… Los hombres no siempre piensan con lo que Dios les dio para pensar«.

Evidentemente, estas trampas las ejecutan mujeres pero también hombres. Markus Wolf, el que fuera jefe del espionaje de la Alemania Oriental, la Stasi, durante la Guerra Fría, creó el departamento de los Romeos, agentes que formaban sin necesidad de que fueran especialmente guapos, a los que educaban en las artes de la seducción y el amor. Secretarias solitarias de los países de la OTAN cayeron en gran número en sus redes cuando les tendieron las «trampas de miel».

El objetivo de usar el sexo es siempre atrapar, chantajear e influenciar a los objetivos. El exanalista de la CIA y la NSA, Edward Snowden, refugiado ahora en Rusia, robó un documento de la inteligencia británica que habla del Grupo Conjunto de Investigación e Inteligencia, cuyos objetivos van desde Irán a los activistas de Anonymous. Pretenden destruir, negar, degradar y perturbar a sus enemigos desacreditándolos y difundiendo desinformación. Explican que una de sus técnicas es utilizar el sexo para atraer a sus objetivos a las «trampas de miel». Mediante diferentes ardides les atraen a algún lugar de Internet o a alguna calle de su ciudad para encontrarse con lo que llaman «una cara amable». 

Durante el verano de 1986, Mordejai Vanunu llegó a Londres para desvelar con pruebas al diario The Sunday Times que Israel estaba fabricando armas atómicas. Enclaustrado en un hotel para que el Mossad no diera con él, se hartó de las cuatro paredes y bajó al bar de la esquina a tomarse un café. Casualidades de la vida, conoció a Cindy, una rubia americana con muy buena pinta. Se vieron a escondidas hasta que Vanunu aceptó irse a pasar un fin de semana «romántico» con ella a Roma. Al llegar a la casa, agentes del Mossad lo atraparon y se lo llevaron a Israel subrepticiamente. 

«El objetivo de usar el sexo en el espionaje es siempre atrapar, chantajear e influenciar a los objetivos»

En julio del 2009, James Hudson, vicecónsul británico en Rusia, contrató los servicios de dos explosivas mujeres. En bata, como un buen lord inglés, y con una copa en la mano, besó primero a las mujeres antes de desnudarse los tres. Nadie le incitó en el primer paso de la trampa de miel, aunque debería haber imaginado que el FSB, el servicio secreto interior ruso, conocedor de sus hábitos, podía haber ocultado cámaras en su casa. Después vino el chantaje y su negativa a aceptarlo. El final fue su aparición en el papel protagonista en un video subido a Internet y su salida de Rusia.

El último caso que os voy a contar es especialmente curioso. Tiene todas las características para considerarlo una «trampa de miel», pero… Mike Hancock era en el verano de 2006 un diputado liberal demócrata que había cumplido ya los 60. Formó parte de una delegación británica que visitó Moscú, de la que se encargaba Katia Zatuliveter, una altísima rubia de 22 años. Mike era el típico ligón y estuvo intentando seducirla, incluso terminó invitándola a cenar. Al final, el diputado le pidió que subiera con él a su habitación pero ella se negó. Cuarenta años de diferencia y una negativa así encaja perfectamente en una «trampa de miel» si el siguiente paso es viajar a Londres para «coincidir» con su presa.

Así fue, el pretexto era un curso y la conclusión fue que terminaron liados, resulta que a ella le gustaban los hombres mayores, muy mayores. Mike se volvió loco por ella y decidió llevársela a su casa, colocarla en el Parlamento, eso sí sin sueldo, y conseguir que sus amigos le encargaran trabajos bien remunerados. El MI5, el servicio secreto interior inglés, llegó a una conclusión muy española: blanco y en botella, leche. La arrestaron a finales de 2010 y pidieron su deportación.

Aquí acaban normalmente las historias de las «trampas de miel». Pero, en esta ocasión, Katia recurrió la decisión: «Soy inocente, no he hecho nada». El 30 de noviembre de 2011, la decisión de deportación «en interés de la seguridad nacional» fue revocada por un tribunal. ¿Fue una «trampa de miel»? Nunca lo sabremos. 

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