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Giorgia Meloni o cómo pasar del 3% al 25% de votos en tan solo ocho años

La lideresa de Fratelli d’Italia empezó su aventura tras una escisión del partido de Silvio Berlusconi. Aboga por una receta euroescéptica y conservadora

Giorgia Meloni o cómo pasar del 3% al 25% de votos en tan solo ocho años

La vida política de Giorgia Meloni dio un vuelco en noviembre de 2012. Entonces, la política nacida en un barrio popular de Roma (la Garbatella) ejercía de joven promesa del partido de Silvio Berlusconi. La formación no estaba dispuesta a celebrar unas primarias en las que Meloni aspiraba a desafiar a ni más ni menos que al magnate de Milán. Tras el rechazo de Berlusconi, Meloni decidió escindirse. En ese momento nació el núcleo fundacional de Fratelli d’Italia, el partido que ahora lidera todos los sondes de cara a las generales en Italia del próximo domingo.

Fratelli d’Italia arrancó su aventura con Meloni al mando y con ella un grupo de dirigentes provenientes del ala derecha del partido de Berlusconi (el grupo de Alleanza Nazionale, heredero del partido posfascista MSI). La formación se inspira en el lema «dios, patria, familia», pero en sus comienzos defendió el debate sobre la legalización de la prostitución, además de posiciones duras euroescépticas que ahora va matizando.

En 2013, Fratelli d’Italia tomó partido en contra de la adopción para las parejas homosexuales. Pero no rompió el tablero de inmediato. En 2014 logró tan solo un 3,7% de votos en su primera competición electoral. Al no superar la barrera del 4%, el partido de Meloni no logró representantes en el Parlamento Europeo. La situación de debilidad obligó a Meloni a acercarse tanto a Salvini como a Berlusconi a lo largo del bienio 2014-2016.

Son los años de Gobierno de Matteo Renzi, líder del Partido Democrático, cuando Meloni se lanzó a una dura crítica al Gobierno. En las elecciones generales de 2018 empieza una lenta escalada. Meloni logra un 4,3% de votos, superando el anterior resultado del 1,9% que, gracias a la ley electoral proporcional italiana, le había garantizado un escaño en el Parlamento.

Conte y Mario Draghi

La estrella de Meloni tardó en nacer. Tan solo en 2019, Meloni obtiene un 6,5% de votos para entrar en el Parlamento Europeo. Pero en unos meses, durante la pandemia, despega su popularidad. Meloni critica al Gobierno de Conte por el cierre de las actividades productivas, y le ataca por sus «improvisaciones». La caída de Conte y el acuerdo sobre Mario Draghi como nuevo premier técnico la impulsan en el espacio del centro-derecha.

Tanto Salvini como Berlusconi acaban apoyando a Draghi, al igual que lo hacen el Movimiento5Estrellas y el PD. Ese encaje de gran mayoría nacional del que Fratelli d’Italia se autoexcluye permiten a Meloni lograr mucha visibilidad. Es la única que ejerce una oposición a Draghi, y esto le permite desmarcarse del resto de grandes partidos. La oposición frente a todos los gobiernos de los últimos años le permiten ofrecerse al electorado como alternativa; eso le permite canalizar y atraer a todos los votantes desencantados y airados con las instituciones.

En dos años Meloni se convierte rápidamente en primera fuerza por intención de votos en los sondeos, seguida por el Partido Democrático. En la víspera electoral llega al 25%, hasta alcanzar el 27% en el último sondeo publicado en septiembre por Adn-Kronos.

Washington y Bruselas

Ahora Meloni ha logrado que tanto Salvini como Berlusconi dependan de ella para intentar alcanzar el Gobierno. Aunque se prevé una victoria del centro-derecha, la izquierda espera que un giro electoral en el sur del país permitan dar la vuelta a los sondeos y dificultar su nombramiento por parte de Sergio Mattarella.

La izquierda ha centrado su campaña en recordar los vínculos de Meloni con la extrema derecha italiana y su cercanía con todos los vínculos simbólicos del posfascismo. Meloni, por su parte, busca tranquilizar al electorado, hasta defender una posición continuista incluso con la«agenda Draghi» que tanto ha criticado.

Una de las principales incógnitas sobre su posible Gobierno atañe a la dificultad de llevar adelante una coalición muy heterogénea, además de las cuestiones económicas e internacionales. Meloni ya ha tranquilizado a Washington sobre su lucha contra Moscú. Pero queda por ver qué puede ocurrir en Bruselas. La presidenta de la Comisión Europa ya ha avisado que Italia tendrá que cumplir con los acuerdos europeos si quiere recibir los fondos europeos de recuperación de la covid.

En Berlín y en Bruselas temen, de hecho, que Meloni convierta a Italia en un país aliado de Polonia y Hungría, ambos críticos con los equilibrios de la Comisión de Ursula Von der Leyen. El Gobierno de Pedro Sánchez, por su parte, mira con preocupación el impacto en los mercados de su plausible victoria, tal y como desveló en exclusiva este diario. Y todos los gobiernos europeos atienden el resultado de las urnas de este domingo.

Si Italia gira hacia posiciones euroescépticas pueden saltar por los aires los equilibrios de los últimos años construidos alrededor del pacto entre socialistas y populares. Marine Le Pen ya ha afirmado que «primero será Italia y después Francia». El equilibrio europeo, tal y como lo conocemos ahora, pende de un hilo.

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