El Papa clama «vergüenza» por las fuerzas que provocan guerra y violencia en el Congo
«No se dejen seducir por personas o grupos que incitan a la violencia en su nombre. Dios es Dios de la paz y no de la guerra», exclama
El Papa ha clamado «vergüenza» ante las «fuerzas externas e internas» que provocan guerra y violencia en RD del Congo y ha pedido que toda mujer «sea respetada, protegida y valorada», sobre todo en el este del país africano, donde hay activas más de 100 milicias que combaten entre sí para apropiarse de la explotación de minas de coltán y que ha experimentado en los últimos meses un recrudecimiento de la violencia.
«Causa vergüenza e indigna saber que la inseguridad, la violencia y la guerra que golpean trágicamente a tanta gente, son alimentadas no sólo por fuerzas externas, sino también internas, por intereses y para obtener ventajas», ha asegurado el Pontífice en un encuentro con las víctimas de esta zona del país en la Nunciatura Apostólica.
Durante la cita, han participado varios congoleños que han sufrido violencia a lo largo de su vida. Una de ellas, Bijoux Makumbi Kamala, que ahora tiene 17 años, ha contado al Papa que fue violada en Goma «como un animal» varias veces al día durante 19 meses por la guerrilla.
En su segundo día en el país, Francisco ha condenado la «violencia armada, las masacres, los abusos, la destrucción y la ocupación de las aldeas, el saqueo de campos y ganado, que se siguen perpetrando».
República Democrática del Congo se enfrenta desde hace meses al resurgimiento del grupo armado M23, que ha conquistado amplias franjas del territorio de Kivu del Norte, provincia fronteriza con Ruanda, al que el gobierno de RDC y la ONU acusan de injerencia.
Las relaciones entre RDC y Ruanda han atravesado momentos de crisis desde la llegada masiva al este de RDC de hutus ruandeses acusados de haber masacrado a los tutsis durante el genocidio de Ruanda de 1994. Tras cierta etapa de relajación diplomática, el conflicto volvió a ganar intensidad en mayo, cuando el Gobierno congoleño convocó al embajador ruandés para denunciar el presunto apoyo del país al M23.
«Un futuro nuevo llegará, si el otro, sea tutsi o hutu, ya no es más un adversario o un enemigo, sino un hermano y una hermana en cuyo corazón es necesario creer que existe, aun escondido, el mismo deseo de paz», ha afirmado Francisco.
De este modo, ha dejado claro que «la violencia nunca» es aceptable, ni justificable y menos para los cristianos. En un país donde los católicos son 45 millones de habitantes, el Papa ha señalado que el «odio sólo genera más odio y la violencia, más violencia». «Queridos congoleses, no se dejen seducir por personas o grupos que incitan a la violencia en su nombre. Dios es Dios de la paz y no de la guerra. Predicar el odio es una blasfemia, y el odio siempre corroe el corazón del hombre. El que vive de la violencia, en efecto, nunca vive bien; piensa que salva su vida y, en cambio, es devorado por un torbellino de mal que, llevándolo a combatir a los hermanos y a las hermanas con los que ha crecido y vivido durante años, lo mata por dentro», ha dicho.
Así, también ha recordado al embajador italiano Luca Attanasio, asesinado en 2021 en el Congo en circunstancias todavía no esclarecidas. «Algunos perdieron la vida mientras servían a la paz, como el embajador Luca Attanasio, el guardia Vittorio Iacovacci y el conductor Mustapha Milambo, asesinados hace dos años en el este del país. Eran sembradores de esperanza y su sacrificio no se perderá», ha afirmado el Papa, que por razones de seguridad no ha podido viajar a Goma donde hace dos semanas se perpetró un atentado contra una iglesia evangélica.
«Hijos e hijas de Ituri, de Kivu del Norte y del Sur, estoy con ustedes, los abrazo y los bendigo a todos. Bendigo a cada niño, adulto, anciano, a cada persona herida por la violencia en la República Democrática del Congo, en particular a cada mujer y a cada madre. Y rezo para que la mujer, toda mujer, sea respetada, protegida y valorada. Agredir a una mujer y a una madre es hacérselo a Dios mismo, que tomó de una mujer la condición humana, de una madre», ha concluido.