Top Gun mata a sus pilotos… de cáncer
Un reciente estudio del Pentágono revela a una alarmante incidencia de cánceres en aviadores y los militares relacionados de forma directa con su actividad
Parece una de esas películas en las que una persona sola puede poner en aprietos al gobierno más poderoso del mundo civilizado. La viuda del piloto militar Jim Seaman aún guarda los trajes de vuelo que su esposo usó durante su periodo de servicio. El aviador falleció en 2018 y, sin embargo, cinco años después, su mono aún huele a combustible. Esto es algo que encanta a Betty Seaman, porque la transporta a un tiempo en que fue feliz, pero encierra una triste historia. Es bastante probable que los vapores de ese combustible causasen el cáncer de pulmón que derribó a su marido para siempre.
Esta historia y muchas parecidas llevan coleando unos años, pero ahora parece que el Departamento de Defensa de Estados Unidos se abre a darles la razón a los que reclaman, o al menos, explicaciones. Un reciente estudio del Pentágono revela a una alarmante incidencia de cánceres en aviadores y los militares relacionados de forma directa con su actividad. Familiares y amigos detectaron que esta enfermedad se ensañaba de una manera frecuente con este personal tras largos periodos de servicio. A cambio, el Gobierno fue dando largas al tema mostrando estudios y analíticas que indicaban que todo entraba dentro de unos niveles normales.
Este último informe, desarrollado durante un año, apunta a que de casi 900.000 sujetos estudiados y volaron o trabajaron en el entorno físico de aviones militares entre 1992 y finales de 2017, mostraban tasas anormales de incidencia. El melanoma atacaba a este personal en un 87% más que el resto de la población, el cáncer de tiroides se elevaba en un 37%. Si se realizaba una separación por sexos, los hombres elevaban sus posibilidades de adquirir cáncer de colon en un 16% superior a la media. Las mujeres, por su parte, elevaban su tasa en la misma medida en los casos relacionados con el cáncer de mama. En su conjunto, las tripulaciones aéreas sufrían un incremento general del 24% por encima de las tasas consideradas normales.
El culpable oculto
Aún no existe un culpable claro, aunque de todos es sabido que el entorno militar es especialmente hostil para con el organismo humano. Proyectiles de uranio empobrecido, el propelente de muchos misiles, los gases y vapores de la combustión de gasolinas y querosenos de diverso tipo son fuentes de problemas en este sentido. A finales de enero de 2015 tuvo lugar un terrible accidente en la base militar de Los Llanos, en Albacete, el peor en el seno de la OTAN lejos de un territorio de guerra. Un F-16 de la Fuerza Aérea de Grecia perdió el control durante la operación de despegue durante unos entrenamientos y se estrelló contra otro que estaba rodeado de personal, principalmente francés. Nueve personas perdieron la vida de manera instantánea, más los dos tripulantes helenos. Días más tarde fallecieron cinco más. Pérdidas de vida aparte, uno de los efectos más nocivos del accidente fue la presencia de hidracina, un combustible hipervolátil que se usa en caso de emergencia en el citado aparato. Sus gases son tan tóxicos que los bomberos y asistencias tuvieron que esperar cierto tiempo, para que los vapores se elevasen, y entrar en la zona donde ocurrió el accidente equipados con protecciones especiales. Se sabe, forma previsible, que es un producto cancerígeno que provoca graves quemaduras en piel y vías respiratorias. Cuando se produce un accidente donde está presente esta gasolina, habitual en cohetes y misiles, las autoridades recomiendan dejar pasar días para poder acercarse al lugar de los hechos.
Otro ejemplo es en avión furtivo F-117. Los técnicos que montaban y mantenían la primera aeronave considerada como invisible a los radares hacían un vistoso chiste. Por las mañanas se encontraban murciélagos muertos alrededor de los aparatos dentro de los hangares. Decían ‘que el avión es tan invisible que hasta engaña a los sensores naturales de los murciélagos’. La realidad era más mundana. Los F-117 estaban recubiertos por varias capas de pintura negra mate que contenía diversos componentes cuyos vapores, recién echados sobre la superficie, despedía a su entorno vapores tóxicos que acababan con todo bicho viviente a su alrededor.
Detección temprana
De vuelta al estudio médico, el gobierno de Joe Biden hace especial hincapié en un pequeño detalle: en los que se habían hecho con anterioridad no se tenía en cuenta a todos los estamentos militares, sino solo a las tripulaciones aéreas. Fue el Congreso, en una propuesta de ley para la defensa, la que promovió esta cascada de análisis. Desde entonces, se pusieron en marcha mecanismos de análisis más detallados para un rango más amplio de personal. Preocupa especialmente todo lo relativo al personal que circunda los silos de misiles y material nuclear, y no solo para conocer, sino para prevenir. Una de las claves es la detección temprana. En el momento en que aparecen los primeros síntomas, las opciones de supervivencia se multiplican.
A pesar de todo, es difícil saber de donde provienen los problemas de manera directa, porque hay múltiples causas interrelacionadas. Hay muchos ejemplos, y una muestra es que muchas tripulaciones de barcos se quejan desde hace años que el agua que beben, con frecuencia depurada en los propios navíos, tiene sabor a combustible. También entran en la ecuación los periodos de servicio, los tipos de aparato relacionados, el combustible utilizado, o las zonas geográficas donde ejecutaron sus misiones. La moraleja final es sencilla: la guerra mata, pero a veces a quien no estaba previsto. Betty Seaman sonríe al ver el traje de vuelo de su marido, pero es mejor que se aleje de él.