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EEUU ya sabe cómo rescatar el dron derribado por Rusia: así ha sacado otros aviones del mar

Lo más delicado es que se trata de un dispositivo con tecnologías que los americanos no desean, por nada del mundo, que caigan en manos de un país hostil

EEUU ya sabe cómo rescatar el dron derribado por Rusia: así ha sacado otros aviones del mar

Vídeo del incidente con el dron de EEUU derribado por Rusia.

El ejército estadounidense tiene una patata caliente encima de la mesa, y no de las de acompañar a la carne. El pasado lunes 13 de marzo cazas militares rusos detectaron la presencia sobre aguas del Mar Negro de un avión no tripulado perteneciente a la flota de las US Air Forces. Los rusos primero descargaron combustible sobre el androide volador, y acabaron derribándolo a golpes contra su hélice; se desconoce el estado el MIG-27 que lo atropelló en pleno vuelo.

Lo peor no es la pérdida de un activo propiedad del Tío Sam. Tampoco los alrededor de 50 millones de dólares que cuesta uno de estos aparatos en su configuración básica. Lo más delicado es que se trata de un dispositivo con tecnologías que los americanos no desean, por nada del mundo, que caigan en manos de un país abiertamente hostil como es Rusia.

Se calcula que el MQ-9, que es como se denomina la aeronave y de la que España posee cuatro unidades, está a unos 1.500 metros bajo el agua. Su rescate es complicado, pero no imposible, y los yankees temen que estando cerca de los dominios de Putin organicen una expedición para quedárselo en propiedad. No sería la primera vez que ocurriera algo así, como cuando los serbios vendieron a los chinos a cambio de sistemas de comunicaciones el único F-117 que se ha derribado en acto de servicio. No es un secreto que desde entonces la industria militar china dio un salto de calidad gigantesco. Es por ello que para el ejército norteamericano resulta prioritario sacarlo de donde está y evitar que caiga en manos indeseadas.

Fuente: @OedoSoldier

Incidentes similares previos

No es novedad: la gravedad funciona en todo el globo terráqueo y todo lo que sube, baja. Cuando una aeronave sobrevuela una gran superficie cubierta por agua, siempre corre el riesgo de caer en ella. Perder aparatos en tiempos de guerra entra dentro de lo asumible, pero es mucho peor que ocurra en periodos de paz y por motivos incidentales. Entonces, y básicamente para proteger secretos militares, se suelen rescatar los valiosos ingenios a cualquier coste.

En fechas recientes, aviadores ingleses y norteamericanos han protagonizado al menos dos incidentes graves, y ambos relacionados con una de las piezas más deseadas por las fuerzas ajenas a la OTAN: el avión furtivo Lockheed Martin F-35, uno de los aviones más avanzados del planeta y en principio no igualado por ningún otro fabricante.

El 17 de noviembre de 2021, el Ministerio de Defensa británico recibió una escueta comunicación procedente de su nave insignia, el portaaviones HMS Queen Elizabeth. El mensaje decía que uno de sus costosísimos y recién estrenados F-35B, la versión de despegue vertical, había caído al mar. Una investigación posterior determinó que el motor había aspirado una de las fundas de protección que se usan cuando los aviones no están volando. En plena operación de despegue, el piloto detectó que el motor no funcionaba como debía, y con la baja velocidad que llevaba no sería capaz de elevarse. Sin la aceleración necesaria, se eyectó a apenas unos palmos del final del aeródromo flotante, no cayó al agua pero si su aparato, que además dañó ligeramente la proa del barco. El F-35B se mantuvo a flote unos minutos, para hundirse sin remedio poco después.

La Royal Navy echó mano de la marina italiana, puesto que el incidente se produjo en el Mediterráneo, cerca de sus costas, y sí que tenían el equipamiento necesario para rescatarlo. El avión furtivo, valorado en más de 120 millones de euros, está cargado de radares, sensores y otras tecnologías de alto secreto, por lo que la recuperación de los restos se tornó en prioritaria no solo para la Royal Air Force, sino también para su fabricante y resto de miembros de la OTAN.

Fueron necesarias dos semanas para dar con él, y una más para la operación de rescate. El Reino Unido adquirió 48 unidades, que a día de hoy deben ser 47 a menos que lo hayan reparado, algo que parece complicado, o hayan comprado uno que le sustituya. El incidente se hizo público a través de las redes sociales, porque un tripulante lo grabó con su teléfono móvil. Si al piloto le echaron una mano para ser rescatado del agua, al marine autor del vídeo también le echaron el guante encima, pero para detenerlo por haber revelado secretos militares

Los americanos también

Más dramático fue el otro caso, más reciente, y protagonizado por un piloto de la US Navy el 24 de enero de 2022. Durante un ensayo de aterrizaje en condiciones especiales, el comandante de un F-35C perdió el control de su aeronave, y cayó con excesiva violencia contra la cubierta del portaaviones Carl Vinson. Como consecuencia, el caza dio varios giros como una peonza, y se despeñó por la izquierda de la nave, babor en la jerga náutica.

Por fortuna, su tripulante también se eyectó a tiempo, y fue recuperado del agua minutos más tarde por un helicóptero de rescate. Tanto él como otros seis tripulantes tuvieron que ser atendidos por heridas de diversa consideración. Tres, incluido el piloto, tuvieron que ser trasladados a un hospital filipino debido a la gravedad de las heridas. El aparato, en su trayectoria, chocó contra un EA-18G Growler de guerra electrónica estacionado en el portaaviones, estropeó la superficie de la cubierta de vuelo, y dañó un vehículo de extinción de incendios.

Se sabe que el coste de los daños en el Carl Vinson ascendieron a 120.000 dólares, pero esto fue una bagatela comparado con los 2,4 millones de dólares que costó reparar el Growler que quedó malparado. El aparato protagonista de la escena tuvo peor suerte y tardó poco en hundirse como una piedra en el mar. Pero no era un mar cualquiera… sino uno muy concreto: el Mar de China. El incidente sucedió a unas 185 millas al oeste de Filipinas y a 350 millas al este de las Paracel, un grupo de islas artificiales en las que Pekín ha construido una base militar. El F-35C fue localizado en el lecho marino por el Departamento Hidrológico y Oceanográfico de la Guardia Costera de Japón, que determinó que se encontraba a unos 3.780 metros de profundidad. Tras dar con él, se desarrolló una operación de izado por la vía de urgencia, ante el temor de que llagasen antes los chinos y se hicieran con la aeronave.

Un equipo de la US Navy Task Force 75 recuperó el avión seis semanas después. El personal de salvamento utilizó un dron submarino para fijar los cabos de izado a la aeronave; a continuación, la grúa del buque N/V Picasso (si, así se llamaba) bajó un gancho hasta el fondo, el dron fijó el aparejo al gancho y el Picasso recogió la captura. De acuerdo con el informe final de treinta y dos páginas emitido por la Marina, la operación de pesca costó exactamente 15.395.938 de dólares, a los que habría que añadir unos 110 millones del aparato. 

Con esta experiencia, lo más probable es que la marina estadounidense envíe, si es que no lo ha hecho ya, un buque de rescate para pescar al dron derribado del fondo marino. Los rusos, por su parte, intentarán hacer lo propio para apoderarse de los secretos militares más deseados. Mientras, el costosísimo avión no tripulado espera que llegue el gancho que lo saque de un medio para el que no se diseñó, y del que con toda seguridad emergerá un buen día, para no volver a volar jamás. Si el agua es un devorador de sistemas electrónicos, el agua salada ya es como echarle ácido, así que lo más probable es que le llegue el retiro. La pregunta ahora mismo es saber si la jubilación le llegará gracias a Rusia o a Estados Unidos, porque los dos bandos desean hacerle llegar su pensión.

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