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Cables submarinos: la próxima diana en la guerra secreta de Putin

Reino Unido lleva años advirtiendo de la vulnerabilidad de su infraestructura de cables submarinos, y temen al espionaje y el sabotaje extranjeros

Cables submarinos: la próxima diana en la guerra secreta de Putin

Vladimir Putin, presidente de Rusia | Europa Press

En los años 80 del siglo pasado el corte ‘accidental’ en unos cables submarinos hizo emerger un sorprendente hallazgo. El Marinens Ananlysgrupp, la inteligencia naval sueca, llegó a la conclusión —sin decirlo abiertamente— de que habían sido los soviéticos. Lo realmente llamativo del caso no era el quienes, sino el cómo. Cuando los submarinistas militares bajaron a revisar el fondo marino e inspeccionar lo ocurrido, se toparon con lo inesperado: huellas. Pero no huellas como las que podría dejar un barco del que colgase algo, o unos submarinistas, no. Lo que vieron fue surcos dibujados en el lecho arenoso, paralelos y muy bien definidos, como el que podía haber dejado una excavadora.

Fuera lo que fuese lo que pisó allí se sustentaba en las cadenas de una oruga, como las de un bulldozer. Los técnicos determinaron que debía de tratarse de un submarino, más bien pequeño, pero capaz de posarse y rodar por el fondo marino con alguna utilidad desconocida. Hay diversas teorías: ahorrar energía y hacer ‘dormir’ a la nave en largos periodos de misiones, esconderse de sónares haciéndose pasar por un pecio abandonado, conseguir estabilidad para alguna operación relacionada con la tracción o carga… No se sabe, y se dispararon varias hipótesis; sobre sus autores cabían pocas dudas.

Sospechosos habituales

Ilustración de las 'huellas abandonadas' en el lecho arenoso por un pequeño submarino
Ilustración de las ‘huellas abandonadas’ en el lecho arenoso por un pequeño submarino. José M. Zapico

Los ex soviéticos disponían de diversos submarinos diesel-eléctricos que ejercían de naves nodriza de otros ingenios similares más pequeños. El por entonces ejército rojo dispuso de diversos minisubmarinos que bien podrían haber dejado este rastro. Todos ellos destinados a aguas profundas, para operar de forma autónoma o controlados a distancia, e ideados para ejecutar operaciones bajo el agua o transportar buzos de combate. Cada uno tenía características muy especializadas y entre ellos destacan dos. El SKB-170 Seliger era una cápsula de inmersión profunda para tres personas que se transportaba bajo la quilla de un submarino diésel-eléctrico de la clase ZULU.

Se bajaba al fondo marino con un cable de acero y se diseñó para la interceptación de cables de comunicación submarinos. No disponía de propulsión subacuática y bien podría ser uno de los responsables. El otro era el MTK-200, un vehículo teledirigido no tripulado de 1987. Se controlaba desde una embarcación de superficie u otro submarino, y se desplazaba por el fondo marino sobre dos orugas con tres motores eléctricos cada una. Su profundidad operativa era de 500 metros y su peso de al más de tres toneladas. Se sabe que el sistema se utilizó en el Mar Negro y el Pacífico, y se utilizaba para inspeccionar barcos hundidos y levantar objetos de hasta 100 kg.

Nord Stream 2

El pasado 27 de septiembre dos explosiones dañaron gravemente los gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2 cerca de la isla danesa de Bornholm. A día de hoy no se sabe de manera pública acerca de los responsables, y todos acusan a todos. Los americanos a los rusos, los rusos a los ucranianos, los ultranacionalistas ucranianos a los americanos, y es todo un jaleo enorme en el que nadie parece contar todo lo que sabe. Lo que si es conocido es que desde que el hecho tuvo lugar, las exportaciones hacia Europa de gas licuado procedente desde EE. UU. se ha incrementado en gran medida. Por esta razón, entre otras, el periodista Seymour Hersh publicó una controvertida información que apuntaba a una operación mixta entre la CIA y la marina estadounidense como los autores del atentado.

Al premio Pulitzer de 1970 le han llovido chuzos de punta por poner en tela de juicio al gobierno de su país, tras apuntar con el dedo acusador al presidente norteamericano Joe Biden. Hersh presupone que el POTUS dio la orden de volar los gasoductos con unas cargas submarinas de alrededor de 500 kilos de explosivo. Sea quien fuese el causante del desaguisado ha puesto sobre la mesa un problema sensible: lo que ocurre bajo el agua es complicado de controlar, y en el fondo marino reposan decenas de cables de los que depende la economía global. El corte de alguno de ellos, cosa que ocurre con relativa frecuencia, puede conllevar problemas de orden mayor a un planeta cada día más interconectado.

Comunicaciones en peligro

Ilustración sobre un submarino.

Se sabe que los rusos tienen ingenios subacuáticos diseñados de manera específica para manipular cables submarinos, como el Losharik, o de superficie como el Yantar. Los americanos no se quedan atrás, con su mítico USS Parche, retirado del servicio, desplazado por el USS Jimmy Carter. Las funciones de este último son secretas, aunque se sabe que en más de una ocasión ha llegado a puerto ondeando una bandera pirata. Este símbolo naval denota éxito en una misión y han sido varias Jolly Rogers, con calavera y tibias cruzadas, las oteadas en su llegada a casa. Por estas razones, y por las de ser una isla, de los primeros en pulsar el botón rojo de la alarma han sido los británicos.

El Ministerio de Defensa del Reino Unido lleva años advirtiendo de la vulnerabilidad de su infraestructura de cables submarinos, y temen en sobremanera al espionaje y el sabotaje extranjeros. De esto se hizo eco en 2017 durante una intervención parlamentaria un poco conocido diputado llamado Rishi Sunak; hoy es primer ministro. A resultas de todo ello, andan de manera acelerada en la tarea de diseñar un «buque de vigilancia oceánica multifunción» capaz de defender, proteger y vigilar esta sensible infraestructura. Los americanos, por su parte, están en la tarea de duplicar su flota militar en lo tocante a barcos reparadores de cables. De momento disponen de uno, el USS Zeus, pero cuando han liberado los 250 millones de dólares que cuesta uno parecido, es que tienen previsto que va a tener tarea.

Otra de las jugadas occidentales han sido las sanciones impuestas a Rusia en junio de 2018. Alguna de ellas, apuntando con bastante precisión hacia un constructor ruso muy concreto de minisubmarinos, asociado con operaciones de manipulación de cables. El Comando Atlántico conjunto de Estados Unidos y Europa, recientemente formado, también fortalecerá la capacidad de la OTAN para monitorizar estas actividades.

Múltiples informes de inteligencia militar apuntan a que desde 2018 las operaciones de naves rusas en el entorno de cables submarinos se han incrementado en gran medida. Estas infraestructuras son percibidas como una valiosa vía para el ataque asimétrico, la recopilación de inteligencia, y la capacidad de lanzar un ataque selectivo. No sería de extrañar, conociendo un poco los usos y costumbres de Vladímir Putin, que vayan incluso a más.

Se sabe que se excede sobre tierra firme asesinando a oligarcas, enemigos políticos, disidentes, o espías arrepentidos allá donde estén. También en el aire, sobrepasando fronteras y remitiendo sus aeronaves a donde no deberían llegar. Sería lógico que bajo el agua también, donde es más difícil detectarles. La idea última no es otra que la de desequilibrar, mantener entretenido a su entorno, y que pueda hacer y deshacer a su antojo como lo lleva haciendo desde que llegó al poder.

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