Hamás e Israel: madera para una nueva primavera árabe
«El enfado social que prendió la Primavera Árabe sigue vivo y es asimilables al que se siente sobre el Estado de Israel»
Existe un fenómeno que se ha radicalizado a raíz del ataque de Hamás en el sur de Israel y la consecuente campaña bélica ordenada desde Tel Aviv: en los países árabes que se han adherido a los acuerdos de Abraham (como Marruecos) o estaban a punto de hacerlo (Arabia Saudita) se ha hecho más grande la brecha entre la población y sus gobernantes, debido a la posición respecto a la causa palestina. Quien minimice la importancia que los cientos de millones de árabes de la calle (no solo musulmanes) le dan a la causa palestina no verá tampoco que la frustración que puede suponer que sus gobernantes reconozcan, comercien e incluso hablen con Israel puede ser un combustible definitivo para un nuevo estallido social en territorios como Turquía, Egipto, Jordania, Marruecos o Sudán.
Por supuesto, la situación interna de estos países, características políticas y sociales y el distinto grado de fortaleza de sus líderes determina el grado de probabilidad de que exploten protestas lo suficientemente fuertes como para derribar gobiernos o incluso regímenes (ahora hablamos, en la otra punta, de Irán). De ahí que ni siquiera mencione a quienes inauguraron esos llamados acuerdos de Abraham bajo la dirección de la Administración Trump: Emiratos Árabes Unidos y Bahréin. Están también en el puto de mira pero la situación social de su población es muy distinta.
Al formar a directivos en comunicación de crisis, solemos ejemplificar con la mal llamada Primavera Árabe. La gota que colmó el vaso del descontento social en Túnez a finales de 2010 fue lo que le ocurrió al joven frutero ambulante Mohamed Bouazizi: humillado por las autoridades y privado injustamente de su modo de vida (su carro y sus productos), se prendió fuego en una céntrica calle de Sidi Bouzid, su villa natal. Las imágenes y mensajes de las muestras públicas de protesta por las calles del país contra el régimen del sátrapa Zine El Abidine Ben Ali corrieron como la pólvora por las redes sociales (crucial). En último término, no sólo acabaron con la dictadura de Ben Ali, también con la vida de Gadafi (Libia), la caída de Hosni Mubarak (Egipto) y Ali Abdullah Saleh (Yemen). Igualmente provocaron revueltas de distinta intensidad en el Líbano, Kuwait, Sudán, Jordania, Irak, Marruecos, Palestina o Baréin y una guerra civil en Siria que aún dura.
Sólo hace falta mirar a los ojos de casi cualquier árabe normal, de la calle, en Europa cuando habla de Palestina para entender que el descontento, la desesperación y el enfado social que prendió la chispa de aquella Primavera Árabe siguen vivos y son asimilables a lo que siente cuando piensa en hechos y datos, territorios y muertes, de 75 años de existencia del Estado de Israel. Si usted no pertenece a ese colectivo, le animo a realizar ese experimento. Pregunte. Y es que, al margen de lo que suceda en los países árabes, el descontento ya está en Europa. En los últimos días hemos visto manifestaciones violentas en las principales capitales (París, Londres, Berlín…). Y Francia, especialmente Francia, lo último que necesita es más enfrentamiento racial, cultural y social. Hay muchos que piensan que la gota que colmó el vaso en el país vecino a ese respecto hace mucho que salió del grifo.
Volviendo a las naciones de la esfera mediterránea de mayoría musulmana, por supuesto no me cabe duda de que la desafección del pueblo con los gobernantes por el tema palestino está en el top 3 de las preocupaciones de los servicios inteligencia y seguridad internos. Los reyes, príncipes herederos, políticos y militares al mando se cuidarán mucho (y más tras la ofensiva de Hamás) de hacer equilibrios para no hacer ver que se han echado en los brazos de los sionistas. En Marruecos, por ejemplo, siendo Rabat un auténtico especialista en buscar polémicas exteriores para apaciguar los problemas internos, no sería raro ver una nueva campaña con ánimo renovado de presión sobre los territorios españoles de Ceuta, Melilla y las Canarias. Eso sin contar que la soberanía marroquí del Sáhara ha sido una pieza fundamental del acercamiento con Israel.
«En Marruecos, siendo Rabat un auténtico especialista en buscar polémicas exteriores para apaciguar los problemas internos, no sería raro ver una nueva campaña de presión sobre Ceuta, Melilla y las Canarias»
Por supuesto hay otros países que podrían estar caminando hacia esa nueva revuelta árabe con un control más férreo de la población (léase ‘represión’). Pero eso, que pareciera un argumento en contra para defender la posibilidad de un estallido, no deja de apuntalar la metáfora de la olla a presión.
Y hablando de represión: Irán. En el país de mayoría chií se da el fenómeno contrario: si la pasada semana se viralizaron unas imágenes del estadio de fútbol del Raja de Casablanca con una marea de banderas y cánticos pro palestinos en el partido contra el Moghreb Tetouan, a la vez pudimos ver cómo el público del Persépolis de Teherán exigía a los partidarios del régimen que «se metieran la bandera palestina por el culo». El régimen de los ayatolahs teme que le hagan ahora lo que ellos hicieron al sha en 1979. Fútbol. Siempre el fútbol (como cata de la base de la sociedad).
Es cierto que ya hubo una Primavera Árabe y que las posibilidades de que se reedite son aún bajas. Además de uno u otro modo, el control sobre su población de los países árabes cercanos a Israel es aún fuerte (por eso se han podido permitir el acercamiento, cuando no directamente la firma o los tratos comerciales abiertos). Es también cierto que aún falta masa crítica de enfado contra los gobiernos propios por su postura amable para con Tel Aviv. Pero el ataque de Hamás y la contraofensiva de Israel sólo han añadido madera a ese fuego. Nadie creía en 2010 que Gadafi pudiera acabar muerto a manos de su pueblo en unas semanas (con ayuda externa, cierto, papel estelar aquí de la Francia de Sarkozy).
La batalla se juega en el dominio cognitivo. Hace unos meses exponía con una conocida porque ya, en 2023, a los palestinos no les conviene la lucha armada, al contrario que, seguramente, en los 80 y 90. Aunque se usen AK47s, granadas y cohetes, la guerra se gana o se pierde en la mente del público. Y lo que viene, será, sin duda, una guerra de narrativas. Batallas de mensajes.
Por tanto, y en resumen, Europa haría bien en tomar conciencia de dos realidades: 1. el enfado profundo, diario e inconsolable de décadas en la toda la población árabe mundial sobre la situación palestina y 2. que es tan cierto que cuando EEUU estornuda el Viejo Continente se resfría como que cuando el mundo árabe tiene diarrea, Europa se mancha.
Francisco J. Girao es director de Defensa, Seguridad y Aeroespacial de Atrevia.