THE OBJECTIVE
Enfoque global

Los dilemas existenciales de Irán

Los alumnos aventajados le ponen en una situación comprometida y quizás le fuercen a tomar decisiones inesperadas

Los dilemas existenciales de Irán

Ilustración de Alejandra Svriz.

A todas luces y tras casi tres meses de guerra la opinión general consensuada es que la guerra en Gaza ha beneficiado al régimen teocrático iraní. En una región adicta a las conspiraciones, le ha dado el prestigio en la «calle árabe» de ser un aliado efectivo si te quieres enfrentar a Israel y EEUU y ha puesto a las élites y gobiernos de los países árabes en la incómoda posición ante sus pueblos de que sean los persas los paladines de la causa árabe por antonomasia desde 1948. Es decir, la causa palestina. Más aún, en estos últimos meses y con su alianza con la Rusia de Putin reforzada tras su cooperación militar en Ucrania, Irán se ha consolidado como la potencia regional imprescindible para solucionar cualquier contencioso en la región.

Lo más obvio es que su aliado Hamás, con sus ataques terroristas a Israel el 7 de octubre 2023, ha demostrado ser una eficiente máquina de terror que ha desatado la mayor crisis de Oriente Medio en una generación. Además, sus otros aliados del «eje de resistencia» han demostrado el alcance de la influencia de Irán en los potenciales teatros de operaciones si la guerra escalara verticalmente u horizontalmente. 

Verticalmente, su anuncio de que ha logrado purificar 85% de uranio de calidad militar y está a punto de convertirse en una potencia nuclear, nos recuerda incómodamente el fracaso de la «política de apaciguamiento» de los Acuerdos JCPOA de los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas más Alemania sobre contención de la proliferación nuclear en la región, que fracasó tras la retirada de EEUU en 2019 por repetidas violaciones por parte de Teherán.

La sombra o fantasma nuclear siempre planea sobre Oriente Medio. La sabiduría convencional entiende que una vez Irán «cruce el Rubicón» y sea potencia nuclear, Islamabad transferirá la bomba a Riad para iniciar una desatada proliferación regional y se materializará un escenario inaceptable para Egipto y Turquía, entre otros. Lo aún más peligroso es la posición de Israel, que ejerciendo su derecho de defensa preventiva «no permitirá por todos los medios a su alcance que Irán obtenga, despliegue y le amenace con un arma nuclear» y así que si Israel ataca a Irán en una confrontación directa las consecuencias serán imprevisibles en la región y/o a escala global. 

Horizontalmente, el «eje de resistencia» ha sorprendido por la rapidez y efectividad de sus operaciones iniciales, atacando casi simultáneamente objetivos militares de EEUU e Israel en Irak, Siria, Líbano y Yemen y demostrando que están dispuestos a escalar la guerra a toda la región si fuera necesario. Los hutíes del Yemen han ido más lejos, y recordándonos aquella crisis de la guerra de petroleros en el enfrentamiento Iran-Irak de los 80, han atacado petroleros y barcos contenedores en el Mar Rojo, amenazando la estratégica ruta occidental del Canal de Suez, y de facto anunciando que controla a su merced los dos estratégicos estrechos de Bob el-Mandob y Hormuz, claves para la restauración de las redes de producción desde la pandemia y vitales para la recuperación de la economía global. 

Se trata de un claro ejemplo de cómo los alumnos aventajados ponen en una situación comprometida al maestro y quizás forzarlo a tomar decisiones no contempladas hace apenas tres meses. ¿Quién lidera a quién? ¿Quién lleva la iniciativa? ¿Quién domina la narrativa? ¿Irán o sus socios regionales? ¿Con quién se negociará el nuevo orden en Oriente Medio?

Ante el desastre de Afganistán en 2021 y la contención en Ucrania tras la invasión rusa del 24 de febrero 2022, la reacción de Washington ha sido sorprendente por su eficacia y liderazgo. Tras los actos terroristas del 7 de octubre EEUU desplegó dos grupos aeronavales uno al Mediterráneo Oriental y otro al Mar de Arabia. A su vez activaron y reforzaron sus bases en la región y avisaron a posibles actores de las consecuencias de tratar de extender y escalar la guerra. Tras los primeros ataques EEUU y sus aliados respondieron con contundencia y rapidez de facto conteniendo, por ahora, el conflicto al teatro actual de Gaza y entre Hamas y Israel.

Con el claro objetivo de reforzar ese mensaje de disuasión se acudió a la simbología narrativa de impacto en Oriente Medio, es decir, ningún líder o caudillo está a salvo de la venganza. La ejecución del comandante de Quds (Guardia Revolucionaria Iraní) Razi Mousavi el 25 de diciembre 2023 por un supuesto dron israelí en Siria y conjuntamente con la contundente respuesta a las acciones de los aliados hutíes en el Mar Rojo, así como la contención de Hezbolá en el Líbano, son acciones que nos recuerdan una situación similar de contención de la agresividad iraní en las turbulentas navidades de 2019-2020.

Hace cuatro años, cuando un 2 de enero 2020 un dron americano ejecutó a su carismático predecesor al frente de Quds, y posible delfín del líder supremo Ali Khamenei, el General Suleimani y a toda la plana mayor de la milicia sadrista pro-iraní en la infame Route Irish o «Ruta de la muerte» entre el aeropuerto y la «zona verde» de Baghdad, como aviso para no provocar otra guerra civil sectaria en Irak con la excusa de las elecciones legislativas de aquella primavera. 

Ahora como entonces, tras el shock inicial de Teherán, Jerusalén y Washington, se calman los ánimos, se pactan intercambios de amenazas, se simboliza el duelo con actos para ventilar la ira por ambas partes de cara a sus electorados y un sutil retorno a la confrontación de baja intensidad, que es la norma desde el triunfo de la revolución en febrero de 1979. El peligro de que un incidente en cualquiera de los teatros bélicos cause una escalada imprevisible por ahora es contenido por la prudencia de ambas partes de apostar por una estrategia de evitar la confrontación directa. Un potente aviso a navegantes y una apuesta firme por la estrategia de contención de la mayor potencia revisionista regional en Oriente Medio, es decir, Irán.

La contención de las redes clientelares de influencia que Irán ha tejido en Oriente Medio a través de sus alianzas con grupos terroristas como Hamás y Hezbolá y paramilitares en Irak, Siria y Yemen será el reto que definirá la estrategia de seguridad en la región durante los turbulentos 2020. No se puede descartar que ante la debilidad del régimen de los los ayatolás y su necesidad en concentrarse en la estabilidad interior, Teherán entre en negociaciones (ya existen contactos en Qatar y en UAE) para delimitar «esferas de influencia» y sobre todo consolidar sus posiciones preeminentes en Irak, Siria, Líbano y Yemen.

Palestina y sobre todo Hamas podría ser la bargaining chip o moneda de cambio en este trueque. Al fin y al cabo, la formula iraní para solucionar el conflicto palestino no es muy distante de la de Hamás: un referéndum de los habitantes de Palestina (excluyendo a los judíos), que votarían por «borrar a Israel del mapa.   

Hasta la fecha la estrategia dictada por el líder supremo Al Khamenei ha sido reaccionar a los eventos de la región defendiendo a sus aliados y reforzando la narrativa de la resistencia y el victimismo poniendo el foco en la asimetría de la correlación de fuerzas. Desde el 7 de octubre la guerra de Gaza amenaza con trastocar este frágil equilibrio y tentar a Teherán a un giro de 180 grados a su estrategia de confrontación. Ante esta posibilidad la contundente reacción de Washington desplegando dos grupos aeronavales y el rápido apoyo de sus ‘aliados’ Moscú y Beijing, han aconsejado prudencia y contención, pues estaría en juego la supervivencia del régimen teocrático de los Mullahs. Así pues, sin renunciar a sus ideales y objetivos futuros, por ahora, continúan «con las reglas anteriores al 7 de octubre».

Se trata, en definitiva, de evitar a toda costa la confrontación directa con Israel o EEUU. Pero, a la vez, continuar con su proyección de los valores de revolución iraní a través de una confrontación de baja intensidad en toda la región a por sus aliados locales. Ningún líder supremo podría renunciar a esos conceptos definitorios del régimen y asumir esa pérdida de valores e influencia y sobrevivir en la cúpula del poder en Teherán. Renunciar a ello sería no solo renunciar a una pérdida de influencia, si no a una pérdida de identidad. 

El régimen iraní es una teocracia en decadencia con una economía gripada, con índices de descontento entre amplios sectores del país en clara evidencia, sobre todo la pesadilla de una ‘primavera árabe’ persa en 2022 tras el asesinato de una estudiante en otoño de aquel año a manos de la ‘Policía de la moral’ en una comisaría por «no llevar el velo adecuadamente». Los números no mienten, los índices de pobreza se han triplicado desde 2013, la inflación al 40%, la emigración de sus jóvenes es una sangría sin fin y las perspectivas de recuperación (sobre todo ante las fuertes presionas para aumentar las sanciones internacionales) casi inexistentes. Un pequeño respiro con la venta de armas a Rusia tras su invasión de Ucrania en 2022 y el aumento de precio de crudo mantienen un tenso statu quo. Conviene recordar que Irán necesita que el barril de crudo este a 85 dólares para equilibrar su presupuesto y mantener el precario estado clientelar actual. 

A pesar de la ira de la población, el régimen se enfrenta a una oposición interna desorganizada, desmoralizada y bien controlada por los servicios de seguridad que constantemente desbarata acciones o manifestación contra el régimen. La oposición iraní en el exilio sufre igualmente de divisiones y luchas fratricidas a veces fomentadas por agentes de propio régimen iraní. Los que apuestan por un cambio de régimen en Teherán prefieren esperar a las elecciones en EEUU en noviembre y que Donald Trump vuelva a su política de «máxima presión». Ante la necesidad de realizar una transición estable para consolidar el régimen, es muy difícil e improbable contemplar al líder supremo Khamenei iniciar un cambio en este sentido a corto o medio plazo.

Es un dicho popular en la región que «los persas nunca ganan una guerra, pero nunca pierden una negociación». El régimen dictatorial y teocrático de los Ayatollahs cumple 45 años este febrero y su principal objetivo es sobrevivir. En consecuencia, su comportamiento y lecciones aprendidas desde el comienzo de hostilidades el 7 de octubre 2023 en todos los frentes, es que la tiranía teocrática de Tehran quizás no este dispuesto a vivir tan peligrosamente como sus aliados regionales y alumnos aventajados.   

Andrew Smith Serrano es Investigador del Centro de Seguridad Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria.

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