Los hutíes atacan la superficie del mar Rojo y ahora se han fijado en los cables submarinos
La guerra levantada contra Israel y sus aliados puede dar un paso más y convertirse en un conflicto más complejo
La guerra moderna es una guerra multidimensional que tiene muchas caras. Entre ellas está el conflicto bélico armado, el de la logística que la rodea, o el de la información, y los hutíes pueden afectar a las tres condicionantes en una sola acción. Se cree que en sus planes está cortar los cables submarinos del mar Rojo. Esto puede traer consecuencias a miles de kilómetros de allí.
Desde que los hutíes decidieron atacar a casi todo navío que pasase por delante de las costas de Yemen, han disparado más de un centenar de misiles y drones; incluso se han atrevido a lanzar un asalto aéreo a un barco desde un helicóptero con tropas especiales. Pero esa extraña guerra levantada contra Israel y los intereses occidentales puede dar un paso más, y convertirse en un conflicto aún más complejo.
Espionaje electrónico
El pasado 24 de diciembre fue detectado un preocupante mensaje en un canal de Telegram vinculado a los hutíes. Anexo a diversos textos, había publicado un detallado mapa que mostraba la convergencia de cables de comunicaciones en el mar Rojo, el mar Mediterráneo, el mar Arábigo y el Golfo Pérsico. Al gráfico acompañaban dos palabras, que fueron las que hicieron saltar las alarmas: «ubicación estratégica».
El fondo marino del mar Rojo está regado por un abultado número de cables submarinos internacionales. Alrededor del 17 % del tráfico mundial de Internet se transporta por los conductos de fibra que atraviesan la zona. El lecho marino de sus aguas está trufada de estos cables, en especial en el lado occidental de Yemen, que es donde los hutíes tienen mayor apoyo.
Esto ha disparado la preocupación de las operadoras locales, como la Compañía General de Telecomunicaciones de Yemen, vinculada al gobierno reconocido por la ONU. La entidad ha mostrado su preocupación ante las amenazas al tráfico de Internet y a la transmisión de datos financieros. Las empresas de telecomunicaciones yemeníes han dado la voz de alarma sobre los planes del grupo militante de sabotear los cables submarinos en el mar Rojo, y creen que es solo una cuestión de tiempo que acabe ocurriendo.
El mar Rojo tiene una profundidad media de 490 metros, y algunos cables se encuentran a tan solo 100 de la superficie. De momento, y que se sepa, los hutíes no tienen submarinos. Pero si han sido capaces de acceder a misiles y drones aéreos, bien podrían dirigir cargas de profundidad, explosivos o drones subacuáticos capaces de sabotear los cables. Irán, que les apoya abiertamente, posee esta tecnología y no sería de extrañar que acabase en manos de los yemeníes.
Otro de los escenarios que se temen es el uso de buceadores capaces de bajar a esas profundidades porque esto ya ha ocurrido antes en la región. En 2013, al norte del puerto de Alejandría, tres submarinistas cortaron un cable que proporciona conectividad a Internet entre Egipto y Europa. El sabotaje provocó una caída del tráfico del 60 % y que tardó semanas en ser reparada.
Es poco probable que los submarinistas puedan causar daños masivos en toda la red de cables, pero sus ataques serían casi imposibles de impedir para la fuerza naval internacional.
El impacto del conflicto en las rutas marítimas y el comercio mundial ya ha sido enorme. El número de buques que cruzan el estrecho ha disminuido en un 70%, mientras que Maersk, Hapag-Lloyd y COSCO se encuentran entre las compañías que han suspendido sus rutas por el Mar Rojo. El trayecto alternativo es circundar África, lo que encarece los portes y añade unos diez días extra de navegación a los viajes.
Tráfico sobre el agua y también bajo ella
Si el estrecho de Bab el-Mandeb —el acceso sur al mar Rojo— es un punto de estrangulamiento geográfico del tráfico marítimo mundial por encima de las olas, lo mismo ocurre bajo la superficie. La región es uno de los tres principales puntos de concentración del mundo para los cables de Internet.
Bajo sus aguas discurren dieciséis cables submarinos. Todos ellos atraviesan más de 1.800 kilómetros de aguas en su fondo marino antes de cruzar por tierra a través de Egipto y hasta el mar Mediterráneo. Este manojo de cables conecta Europa con Asia. Cualquier pedido doméstico a Aliexpress, el encargo de una pieza de un Tesla hecho en China, o las órdenes de compra en la Bolsa de Hong Kong pasan por ahí.
Estos cables son relativamente pequeños, no suelen ser más gruesos que una manguera, y pueden dañarse con las anclas de los barcos y corrimientos de tierras subacuáticos. Uno de los más importantes desde el punto de vista estratégico es el AE-1 Asia-África-Europa, de 25.000 km, que viaja desde el sudeste asiático a Europa.
Averías leves, problemas graves
Los daños en los cables son bastante frecuentes, pero rara vez provocan interrupciones significativas. Si los hutíes tuvieran éxito, el tráfico de Internet podría desviarse de manera temporal, con una degradación del servicio, hasta que se pudiera enviar un barco de reparación para arreglar los daños. No sería un descalabro grave, al menos si se rompieran uno o dos; otra cosa sería que atacasen varios.
El problema es otro. Dañar estos cables podría cortar las comunicaciones militares o gubernamentales. Estos cables es el único sistema con suficiente ancho de banda para albergar los millones de datos de los sensores militares que informan de las operaciones en curso. Militares, servicios de seguridad, sensores náuticos o sistemas de orientación y comunicaciones se verían afectados
La atención internacional se centra ahora en si los hutíes intensificarán su actividad militarizada en el mar Rojo hasta llegar al sabotaje tecnológico a gran escala. Se cree que sí, y las fuerzas allí destinadas tendrán que atender esta nueva necesidad.