Ocho meses de cárcel para los activistas que vandalizaron la puerta de Brandeburgo (Berlín)
Los gastos de reparación del prestigioso monumento ascienden a los 110.000 euros
Un tribunal de la capital de Alemania, Berlín, ha condenado a ocho meses de cárcel a los tres activistas ecologistas que rociaron pintura naranja sobre la emblemática Puerta de Brandeburgo a mediados del pasado mes de septiembre, aunque no tendrán que ingresar en prisión.
Los tres acusados, condenados ahora por daños a la propiedad, habían confesado previamente haber arrojado pintura sobre el monumento berlinés y aseguraron que se trataba de una «protesta apropiada y adecuada» en vista de la falta de acción ante la catástrofe climática.
El coste de reparación asciende a los 110.000 euros
El tribunal berlinés, por su parte, ha rechazado estos argumentos y ha aseverado que en ningún caso se trata de una acción «adecuada ni apropiada», pues los activistas priorizaron los efectos de su protesta sobre los daños al monumento, cuya coste de reparación asciende ya a los 110.000 euros.
Tres activistas ecologistas –de 22, 28 y 64 años– del grupo Letze Generation (Última Generación) rociaron pintura de color naranja sobre la Puerta de Brandeburgo a mediados del pasado mes de septiembre. Fueron detenidos por la Policía en el mismo lugar de los hechos.
‘Última Generación’
Última Generación informó en sus redes sociales de que los tres activistas habían utilizado extintores de incendios preparados para rociar pintura. «La protesta deja claro que es hora de un cambio político», recalcaron desde la organización.
Aunque en un principio las autoridades berlinesas estimaron en unos 35.000 euros el coste de restauración de las columnas de la Puerta de Brandeburgo, al poco lo elevaron hasta los 110.000 euros debido a que la pintura había penetrado en la arenisca más profundamente de lo que se había previsto.
Días después de este episodio, y tras enfrentamientos entre berlineses y manifestantes que bloqueaban una carretera, el alcalde de la capital alemana, Kai Wegner, aseveró que la población de la ciudad estaba ya «realmente harta» de los activistas climáticos.