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México, tan lejos de Dios y tan cerca de mega elecciones y criminales

Una de las razones del interés global en estos comicios es que México es una de las democracias más populosas

México, tan lejos de Dios y tan cerca de mega elecciones y criminales

El presidente de México, Andres Manuel Lopez Obrador, en una conferencia. | Carlos Santiago, Europa Press

Un país complejo, de altos contrastes, con una rica historia y vibrante actualidad, entra esta semana a la recta final para las mega elecciones este 2 de junio. No solo escogerá presidenta (dos mujeres rivales son las claras favoritas), sino además otros 19.400 cargos, desde senadores hasta concejeros municipales.

Pertenece al Grupo de los 20, el club de economías más desarrolladas y complejas del mundo; pero es el tercer país más violento en el mundo según el índice de la ONG «Armed Conflict Location & Event Data Project» (ACLED) Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados), citado por The Economist en su informe sobre el estrado de la democracia en el mundo. 

«La confianza pública en las instituciones judiciales y ejecutivas de México se está erosionando debido a la corrupción y la participación de las fuerzas del orden en la extorsión, el narcotráfico y los abusos contra los derechos humanos», advierte un informe de la propia ACLED. 

«En consecuencia, muchas comunidades confían en las milicias locales para garantizar su seguridad. La policía comunitaria es un fenómeno reconocido oficialmente en los estados de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y San Luis Potosí, mientras que los «grupos de autodefensa» y las milicias comunitarias se dan a conocer mediante enfrentamientos armados con las fuerzas del orden o participando en actos punitivos contra presuntos delincuentes», agrega el informe.

Hay una enorme lista de razones que explican el interés mundial en estos comicios: México es una de las democracias más populosas del mundo (99 millones de personas están convocadas a votar) y uno de los países con más proyección mundial de la América latina, es primer socio comercial de Estados Unidos e importante cliente de Europa occidental.

Es de hecho uno de los ocho entre los 10 países más populosos del mundo donde habrá algún tipo de elecciones este 2024 (los otros son Bangladesh, Brasil, India, Indonesia, Pakistán, Rusia y Estados Unidos).

Pero además el país atraviesa una larga crisis de violencia criminal asociada al narcotráfico; atentados en cadena contra políticos, activistas por derechos humanos y periodistas; violencia crónica contra la mujer, especialmente en las zonas más pobres; crímenes ambientales y una inveterada corrupción a todos los niveles, según exponen constantes denuncias de ONG, centros académicos, políticos opositores y personas comunes. 

Para el 41% de los mexicanos es la violencia criminal y no la economía el principal problema que debe atacar el próximo gobierno, según un estudio del diario El Financiero.

Un país presidencialista, con período de gobierno de seis años sin reelección, México cierra a medias la era del controversial Andrés Manuel López Obrador (conocido con el acrónimo de AMLO). Pero su «delfina» Claudia Sheinbaum, ex jefa de gobierno de Ciudad de México, es favorita a ganar, según todas las encuestas. 

En la otra esquina de este coliseo está Xóchitl Gálvez, una empresaria de humilde origen indígena que encabeza una alianza opositora, «Frente Amplio por México» donde se agrupan los partidos tradicionales PAN, PRD y PRI.

El peso de México en el comercio en América y en el mundo se ve claramente en sus enormes cifras: 548.000 millones de euros en exportaciones en 2023, el 77% de ellas hacia Estados Unidos, la primera economía mundial (apenas el 1% a España).

México es la economía número 14 del mundo en términos de Producto Interno Bruto (PIB), es el número 10 en exportaciones totales y el 13 en importaciones, de acuerdo a datos recopilados por el Observatorio de Complejidad Económica. En comparación, España es la economía número 15 y la 20 en exportaciones totales.

«La administración de López Obrador ha emprendido cambios estructurales seriamente y nuestra mente está en el papel que México tiene que jugar, en primer lugar por la economía mexicana y por el pueblo de México», resumía en una reciente entrevista el secretario (ministro) de Finanzas Rogelio Ramírez de la O, con Atlantic Council, a propósito de las reuniones de primavera del Banco Mundial y el FMI.

Ese país, ya se sabe, siempre está en el ojo de los multilaterales y de los mercados financieros globales. 

«Nosotros tenemos una economía muy abierta para los capitales y el comercio, una característica que tienen pocas economías en América latina. Exportamos entre 35 y 36 por ciento de nuestro Producto Interno, lo cual solo es comparable con las economías más abiertas de Europa, y eso nos hace extremadamente sensibles a lo que pasa no solamente en la economía mundial, sino además en cómo eso afecta a nuestra gente y en cómo podemos enfrentar los problemas planteados por los temas globales», señalaba el ministro este 15 de abril.

Violencia y zanahorias

Pero el país de lengua hispana más populoso del mundo aparece más en los medios internacionales y redes sociales por su interminable espiral de violencia. Durante el gobierno de López Obrador ha escalado la ola de criminalidad, encabezada por los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, que envían droga principalmente hacia Estados Unidos y Europa.  

La cuestionada política de seguridad de AMLO se apoya en la consiga «Abrazos, no balazos», según la cual prefiere apuntar a las complejas causas sociales de la pobreza y la criminalidad para enfrentar el delito. Sheinbaum promete mantener esa política.

Pero valga recordar que India, uno de los países más desiguales y pobres del mundo, pese a ser una de potencia económica, tiene índices de criminalidad bajos, con tres homicidios intencionales por cada 100.000 habitantes, comparado con 28 en México, 42 en Suráfrica y uno en España, según datos del Banco Mundial. La pobreza entonces no justifica por sí sola la criminalidad en un país.

«La escalada de violencia, que estalló en 2006 con la ofensiva militar antidrogas del presidente conservador Felipe Calderón (2006-2012), deja más de 450.000 asesinatos y unos 100.000 desaparecidos, según cifras oficiales», cita la agencia AFP. Desde octubre pasado 15 aspirantes a cargos regionales asesinados, reconoce el gobierno. Pero son más.

En contrapartida a esta escalada criminal, el estudio regional para 2023 de Latinobarómetro sobre la salud de las instituciones y la democracia en América, revela que el apoyo al autoritarismo crece en México del 22% al 33%, once puntos porcentuales, más que en otros países de la región. «México es otro país que retrocede en los indicadores donde se deteriora su democracia», señala el documento.

«Sufre una pérdida de apoyo a la democracia entre 2020 y 2023 desde el 43% al 35% (ocho puntos porcentuales), y a la vez un aumento de la indiferencia al tipo de régimen, alcanzando un 28%. En otras palabras, algo más de un tercio apoya la democracia (35%), cerca de otro tercio es indiferente por el tipo de régimen (28%) y el otro tercio apoya una opción autoritaria (33%)». 

«La democracia se ha deteriorado mucho desde 2020 en México, según la evolución negativa de estos indicadores. Hay aquí también tierra fértil para autoritarismos y populismos», advierte.

El escritor y veterano periodista cubano Rubén Cortés, con 30 años viviendo en México, donde ha dirigido medios importantes, cree que la semilla ya germinó en esa tierra fértil: «Además de la treintena de asesinatos de candidatos, hay constantes amenazas y ataques», advierte.

«El crimen organizado tiene presencia en todo el país y controla totalmente un tercio del territorio. En cinco años van ya 185 mil homicidios dolosos: 20 mil más que en los seis años del gobierno anterior. Todo eso ocurre bajo el paraguas de la decisión del Estado de «Abrazos y no balazos» al crimen organizado. Por orden del presidente se llegó a liberar al hijo del Chapo Guzmán que era capo del Cártel de Sinaloa», señala Cortés.

No duda en calificar al actual gobierno mexicano como seguidor de un modelo castrochavista ideado por Fidel Castro a finales de los 90 y desarrollado por Hugo Chávez. También cree que la candidata de AMLO consolidará este modelo.

«Funciona así, como sistema, y por eso funciona, porque es un mecanismo, en este caso de poder. Y se basa en instituciones controladas por el poder, con pantomimas electorales y prensa controlada», afirma Cortés.

«Todo eso es fácil hacerlo si el grupo político en el poder está decidido a hacerlo u obtiene los votos necesarios para tener mayoría en el Congreso y el poder presidencial para aplicarlo. Eso, más el dinero necesario en el arranque para comprar los votos y aceitar la maquinaria legislativa y represiva». 

«Este gobierno en México convirtió en cinco años al ejército en la principal empresa del Estado, dueño de las más grandes empresas y con mando en 200 instituciones civiles, desde todos los aeropuertos hasta las aduanas, pasando por centros de salud. Fidel Castro pensó y Chávez lo ejecutó: uno lo proyectó y el otro demostró que puede hacerse», afirma Cortés.

Ya en México las instituciones que sirven en otros países de contrapeso al poder presidencialista solo existente en el papel, señala este analista. Por ejemplo, «el órgano electoral está tomado por el poder, no aplica leyes escritas que existen para que el presidente no haga campaña».

«En realidad todas las leyes de desmantelamiento de la democracia y las instituciones han sido aprobadas por el Congreso, ante la apatía de los ciudadanos y la simple enunciación de los medios», remata.

La democracia se marchita como una flor

Estas elecciones mexicanas son entonces un evento de interés global, si se considera que una de las cinco mayores democracias del mundo va a las urnas el 2 de junio, justo en tiempos en los que la democracia como sistema comúnmente aceptado va en retroceso, acosada por nuevas y viejas formas de autoritarismos. (El índice de Democracia Global, de The Economist, observa que el 39% de la población mundial vive en alguna forma de autoritarismo, y en México hay un régimen híbrido).

Los autores Sebastian Grundberger y Angel Arellano, en el estudio de la Konrad Adenauer «Latinoamérica en Su Laberinto, seis claves del estado de la democracia en la región», concluyen que el relato que se expande es que la democracia, tal como la conocemos, ya no es la panacea. Que son posibles otras formas más eficientes. 

«También a nivel local experiencias como el gobierno de Nayib Bukele en El Salvador con su proceder extrajudicial, el cuestionamiento de las instituciones judiciales y electorales por Jair Bolsonaro en Brasil, coronado por el asalto fallido a las instituciones del Estado que encabezaron sus partidarios el 8 de enero de 2023, y la reforma electoral de López Obrador en México, indican que estas prácticas se han venido normalizando».

En los duros avatares de la historia resuena una frase dudosamente atribuida al presidente Porfirio Díaz: «Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos». 

Paradójicamente, hoy esta cercanía geográfica que llevó a México a perder dos tercios del territorio heredado de España con la independencia, es lo que lo consolida como principal socio comercial de la primera economía mundial. Esta asociación se ha consolidado muy a pesar del discurso izquierdista y nacionalista de López Obrador y de su némesis Sheinbaum.

«México está creciendo más de lo que esperábamos en el pasado. Es una economía que, en cierta medida, se está beneficiando de estar tan cerca de EEUU en esta época de flujos comerciales más turbulentos por consideraciones geopolíticas. Y yo diría que uno de los riesgos es que México no aproveche la oportunidad que tiene», comentaba el 19 de abril Rodrigo Valdés, director del Departamento del Fondo Monetario Internacional para el Hemisferio occidental.

«Pero para consolidar esto al país le queda mucho por hacer», advirtió, «como superar los cuellos de botella que tiene en energía y otras infraestructuras».

Más allá de la economía quedan las dudas de si los mexicanos este 2 de junio también consolidarán un modelo político híbrido donde ciertos fines parecen justificar el autoritarismo y el personalismo presidencial, en nombre de una supuesta justicia social.

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