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Trump tiene un plan: el Proyecto 2025

El candidato republicano piensa que «ganar las elecciones no es suficiente» y prepara una hoja de ruta contra la izquierda

Trump tiene un plan: el Proyecto 2025

Donald Trump escenifica un saludo militar durante su visita al Grand Prix de F1 de Miami. | Jan Kolodziej (Zuma Press)

Con las encuestas señalando un empate técnico entre los candidatos, con una ligera ventaja de 0,6 puntos para Donald Trump, todo parece indicar que Joe Biden lo tendrá muy difícil el próximo noviembre para renovar su mandato, y esto se debe a cuatro razones principales. En primer lugar, porque parece incapaz de explotar la ventaja que supone hacer campaña desde la Casa Blanca, máxime cuando tu rival carece del beneficio de la duda por haber ejercido ya el cargo con anterioridad. Además, las protestas en las universidades por su apoyo al gobierno de Netanyahu, agitadas desde la izquierda liberal, afectan las perspectivas electorales Demócratas.

En segundo lugar, y enlazando con lo anterior, porque desde los cuarteles demócratas son conscientes de que el particular sistema electoral estadounidense concede hoy cierta ventaja al voto conservador, y que por tanto el Partido Demócrata necesita lograr una ventaja holgada en el voto popular si no quiere luego ver burlada su victoria en el Colegio Electoral, como ya le sucedió a Hillary Clinton en 2016.

Tercero, porque a pesar de la miríada de juicios que afectan a Donald Trump, fruto de su azarosa vida sentimental y de su cuestionado papel en el asalto al Capitolio, su imagen no se ha visto resentida, sino reforzada: goza de un control casi absoluto sobre su partido, como las recientes primarias han demostrado.

Y por último, porque incluso personajes tan arrogantes como Donald Trump son capaces de aprender de sus errores, y en la actualidad él y su equipo están llevando a cabo una campaña mucho más profesionalizada y eficaz que la de hace cuatro años, cuando ni él mismo esperaba luchar por la presidencia. Es más, Trump tiene un plan perfectamente trazado para su regreso a la Casa Blanca.

De forma conjunta a su Agenda 47, un paquete de propuestas y medidas a implementar en caso de ser reelegido presidente el próximo noviembre, la plataforma electoral de Donald Trump ha dado a conocer su plan de transición presidencial: el Proyecto 2025. Pues, como se indica en su página web, «ganar las elecciones no es suficiente para los conservadores», eso sólo es un medio para alcanzar el verdadero objetivo, «rescatar al país del yugo de la izquierda radical», y para ello necesitan una agenda de gobierno y a la gente adecuada. Por eso se ha diseñado el Proyecto 2025, basado en un mamotreto de más de 900 páginas titulado Mandate for Leadership: The Conservative Promise y publicado por el centro de estudios y laboratorio de reflexión The Heritage Foundation. Esta organización lleva desde la década de 1980 ejerciendo como guía intelectual para el Partido Republicano, y que ya entonces sentó las bases de la Revolución Reagan. 

En esta ocasión se trata de consolidar la «Revolución Trump», una lucha a muerte contra el Estado profundo que tanto habría hecho por acabar con su carrera política, desde el Departamento de Justicia al de Educación, pasando por el mismo FBI. Una vez se tenga el Estado bajo control, se trata de revitalizar la economía, fortalecer la seguridad nacional y poner freno a la centralización de poder en el Gobierno Federal.

En qué consiste

El Proyecto 2025 sienta las bases de una efectiva Administración conservadora, erigiéndose sobre cuatro pilares: «una agenda de políticas, una Base de Datos de Personal Presidencial, una Academia de Administración Presidencial y un manual de instrucciones para los primeros 180 días de la próxima Administración». Sin duda, en el recuerdo aún pesa la imagen de un primer mandato caótico y poco profesional, repleto de errores y debilidades.

El Mandate for Leadership trata de dar contenido a esos cuatro pilares bajo la evidencia de que ante la ola de radicalización y división que vive el país «el Partido Republicano parece no saber muy bien qué hacer. Lo más alarmante de todo, los propios cimientos morales de nuestra sociedad están en peligro». Para revertir la situación, la organización propone centrarse en cuatro frentes amplios a partir de los cuales desplegar su programa:

  • Restauración de la familia como centro de la vida estadounidense.
  • Desmantelamiento del Estado administrativo y retorno al autogobierno del pueblo estadounidense.
  • Defensa de las fronteras, riqueza y soberanía nacionales frente a amenazas globales.
  • Aseguramiento de las Bendiciones de la Libertad individual.

Para centrarnos en aspectos más concretos, y en lo relativo a las amenazas globales, el Mandate for Leadership huye de intereses especiales y experimentos sociales para centrarse en la defensa de los intereses nacionales. En primer lugar, señala a China como la principal amenaza que se cierne sobre Estados Unidos, ya que evitar su ascenso regional, como antesala de su preeminencia global, debe ser la prioridad principal de la política exterior y de defensa estadounidense. Para lograrlo, «se requiere una defensa de negación: la capacidad de hacer que la subordinación de Taiwán u otros aliados de Estados Unidos en Asia sea prohibitivamente difícil». En todo caso, se reconoce que un Artículo X para China está aún por llegar, haciendo referencia al famoso informe de G. Kennan que dio paso a la estrategia de contención hacia la URSS. Eso sí, también se deja claro que las diferencias provienen del gobierno tiránico del Partido Comunista, no del pueblo chino.

Algo parecido sucede con Irán, cuyas diferencias residen en la naturaleza de su régimen, no en las características de su pueblo. De ahí que el próximo inquilino de la Casa Blanca deba abandonar la ilusión de alcanzar cualquier acuerdo con sus líderes políticos, y en cambio presionar por su democratización.

Para Europa, el foco en el Pacífico requerirá de mayores esfuerzos en su propia defensa para disuadir a Rusia, ya que Estados Unidos basaría principalmente su apoyo en la disuasión nuclear y en sistemas de defensa antimisiles, mientras reduce su postura de fuerza en Europa y readapta su política y arsenal nucleares. 

Sin duda son malas noticias para Europa, como lo es el silencio del documento respecto al curso de acción hacia Ucrania y la invasión rusa. El documento tan sólo se limita a describir las tres posturas conservadoras hacia el conflicto:

  • Apoyo incondicional a Ucrania y los aliados europeos, con la finalidad de volver a la situación anterior a la invasión rusa y provocar el final del régimen de Vladimir Putin.
  • Se trata de un problema europeo, ajeno a la OTAN y a los intereses nacionales estadounidenses, por lo que debe cesar toda ayuda a Ucrania, cuya situación mejoraría buscando un tipo de acuerdo con Moscú.
  • A través de una tercera vía, el apoyo a Ucrania debe tener sentido para Estados Unidos, centrarse exclusivamente en lo militar y evitar poner en peligro las vidas de estadounidenses; mientras se es consciente de que el verdadero peligro lo sigue representando el ascenso chino.

A dicha ambigüedad estratégica respecto a Rusia habría que sumar la negativa a seguir proporcionando un paraguas de seguridad a los países europeos que no estén dispuestos a contribuir apropiadamente a su defensa (ya no sólo se trata de alcanzar el 2% del gasto en defensa, sino de superarlo); mientras se advierte de que el próximo Presidente también estará muy atento a los desarrollos políticos europeos, ya que la salida de Londres le ha dejado sin un aliado clave en la Unión Europea, por lo que buscará nuevos apoyos en Europa central y del este.

Eso sí, con la entrada de Finlandia y Suecia en la OTAN, el documento reconoce que ahora el Ártico debe ser considerado como una zona prioritaria en su rango de acción, protegiendo la libertad de navegación en sus aguas y evitando cualquier intento ruso por apropiarse de las mismas.

Finalmente, sobre las organizaciones internacionales, el Mandate for Leadership aboga por continuar la postura de la primera Administración Trump hacia las mismas, es decir, asumir un enfoque de coste beneficio: apoyarlas cuando son favorables a los intereses estadounidenses y rechazarlas cuando no lo son.

Si ponemos el foco en la seguridad interna, el documento plantea el desmantelamiento del Departamento de Seguridad Nacional –una de las medidas estrella de la Administración Bush tras los ataques del 11-S en 2001–, pues habría caído víctima de la trampa burocrática de Washington, perdiendo de vista su misión inicial. En su lugar, las diferentes agencias que componen el Departamento se fusionarían entre sí y pasarían a depender de otros Departamentos o de la Oficina del Secretario.

Por el contrario, en lo relativo al control de fronteras, se crearía una Agencia de Seguridad Fronteriza e Inmigración para homogeneizar el control aduanero y de fronteras del país, con el consiguiente aumento de presupuesto para hacer frente a tan vasta misión. 

Respecto al segundo y tercer pilares, se trata de proporcionar a una posible segunda Administración Trump del personal adecuado para implementar la agenda antes descrita. En ese sentido, The Heritage Foundation tiene la intención de lograr una base de 20.000 candidatas y candidatos mediante un minucioso proceso de selección, que el New York Times ya ha calificado como el «LinkedIn de la derecha», y un calculado entrenamiento con tutoriales como «Conservative Governance 101». 

Eso sí, pretenden hacerlo sin caer en la trampa de crear una nueva élite administrativa como la que desde la presidencia de Woodrow Wilson y alimentada después por F. D. Roosevelt y L. B. Johnson, ha terminado por convertirse en uno de los motores del Gran Estado con el que pretenden acabar, junto con los vestigios de los RINOs (los Republicanos sólo de nombre), como denomina la derecha alternativa a los conservadores tradicionales. Todo esto no sería más que un reflejo de la desconfianza hacia las élites de cualquier color que caracteriza al movimiento Make America Great Again (MAGA).

El documento destila en todo momento su rechazo a lo que considera una politización estructural hacia posiciones izquierdistas que dificulta la labor de Administraciones Republicanas, desde el Departamento de Defensa al de Estado, pasando por el resto de las agencias. Nadie se libra de la penetración progresista. Lo que pretende The Heritage Foundation, por tanto, es crear un brazo burocrático leal al Presidente.

Quién está detrás

La batuta del proyecto la sostiene The Heritage Foundation, pero hay más de 80 asociaciones que la secundan y han sido más de 400 académicos y expertos quienes han participado en la elaboración del Mandate for Leadership. Entre ellos destacan los siguientes:

Kevin D. Roberts, al frente de The Heritage Foundation desde 2021, y máximo responsable en convertir el movimiento ideológico trumpista, la MAGA, en acción. Negacionista respecto a la victoria electoral de Joe Biden en 2020, tiene como misión institucionalizar el trumpismo en Estados Unidos. En el último Foro de Davos ya advirtió que el próximo Presidente Republicano de Estados Unidos destruiría el dominio de las «élites políticas y tecnócratas» que dominan el mundo en la sombra.

Paul Dans, director del Proyecto de transición presidencial 2025, que antes de entrar en The Heritage Foundation había sido Jefe de Personal en la oficina de Recursos Humanos de la Administración Trump, fue puesto al frente de la Comisión Nacional de Planificación de la Capital en 2021. Su misión será inundar Washington de conservadores.

Steven Groves, editor del Proyecto de transición presidencial 2025, había trabajado en la Administración Trump como Jefe de Personal del equipo de la embajadora ante la ONU Nikki Haley y como Secretario Adjunto de Comunicación de la Casa Blanca, además de representar a ésta en la investigación Mueller.

Spencer Chretien, subdirector del Proyecto 2025 y asistente especial del Presidente Trump, también ejerció de Subdirector de Personal Presidencial en su Administración, y es conocido en Washington por pertenecer a numerosas organizaciones conservadoras como Citizens Against Government Waste.

Troup Hemenway, subdirector del Proyecto 2025, ocupó el mismo puesto que Chretien en la Administración Trump con tan sólo 23 años, y después ha sido asesor para la organización America First Transitition Project. Entre otras misiones, ha sido el encargado de estrechar lazos entre el trumpismo y la Hungría de Orban, el modelo que la MAGA ve como más próximo a su ideario en Europa.

Mark Meadows, antiguo Representante Republicano por Carolina del Norte, donde fue Presidente del trumpista Freedom Caucus y un habitual en los diferentes Comités sobre Asuntos Exteriores, después sirvió como Jefe de Gabinete de la Administración Trump.

Jeffrey Clark, antiguo Fiscal General Adjunto de la División Civil, quien ha sido acusado en el condado de Fulton, Georgia, por sus maniobras para invalidar las elecciones presidenciales de 2020, lo que podría costarle su licencia para ejercer la abogacía. Quizá por eso suene como candidato a Secretario del Departamento de Justicia.

Christopher Miller, ex Boina Verde, ocupó varios cargos en el Departamento de Defensa en la Administración Trump, como Secretario Interino o Director del Centro Nacional Antiterrorista. En Mandate for Leadership, se ha ocupado de diseñar la sección dedicada al Departamento de Defensa.

Kiron K. Skinner, profesor de Relaciones Internacionales, investigador de la Hoover Institution y CEO de la Foundation for America and the World, trabajó para los Departamentos de Estado y de Defensa durante la Administración Trump. Su aportación al Mandate for Leadership ha sido la de diseñar la sección dedicada al Departamento de Estado.

Qué esperar de un segundo mandato

Como vemos, el Proyecto 2025 tiene como objetivo convertir al trumpismo en una agenda de gobierno representativa de la nueva sensibilidad conservadora, superando así el enfoque que desde la década de 1950 había proporcionado la ecléctica mirada de National Review.  Como señala un artículo publicado por The Nation, con el elocuente subtítulo Be scared, be very scared, gracias al Proyecto 2025 «su próxima administración será mucho más organizada, implacable y destructiva que su primer mandato». 

Su intención es despejar Washington de la influencia progresista, pero no sólo se trata de despolitizar su sistema burocrático, sino de alterar por completo los equilibrios de poder en la capital. Los trumpistas quieren acabar con lo que denominan «Congreso imperial» y devolver a la figura del Presidente el poder que antaño sostuvo y que creen está instituido en la Constitución estadounidense. Y aún hay más. Bajo su Proyecto 2025 muchos de los Departamentos y agencias del intrincado sistema estadounidense acabarían bajo un férreo control presidencial.

En el plano externo, más de lo mismo. Bajo un segundo mandato los esfuerzos estadounidenses se concentrarían en contener el ascenso chino, dejando a sus aliados europeos más expuestos al expansionismo ruso. Con una agenda basada en su famoso America First, Trump sería aún más Trump en la escena internacional, es decir, desarrollar la fortaleza nacional, hacer frente a las potencias revisionistas y con el resto de los actores aplicar un enfoque transaccional, con la mirada siempre puesta en la defensa de los intereses nacionales.

Por tanto, nos guste más o menos, compartamos o rechacemos cuanto representa, no podemos negar que Donald Trump tiene un plan que parte de una visión clara del mundo y de un proyecto amplio para su país, que no es poco, si lo comparamos con el populismo simplón de su anterior carrera presidencial. Y más nos vale tomarlo en serio, pues, como finaliza Mandate for Leadership, «nuestra próxima misión sólo está empezando… ¡Adelante!»

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