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Tadeu

El trumpismo y el declive del imperio americano

«El hoy candidato Trump se encamina en solitario hacia una victoria frente a Biden, como favorito en todas las casas de apuestas y cancillerías…»

Opinión
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El trumpismo y el declive del imperio americano

Trump y Biden. | TO

Por si hiciera falta añadir que la de Estados Unidos es, desde hace tiempo, un democracia semi fallida, la campaña electoral en curso no hace sino confirmar el diagnóstico: dos ancianos (si bien uno en bastante buena forma, ¡y bien que se lo restriega por la cara al más endeble y cuatro años más viejo!) debatiendo, básicamente, sobre si están en condiciones de ser candidatos. A nadie parece importarle los programas de sus respectivos partidos, reducidos a aparatos de logística de ambos púgiles, y cuyo único interés es atizar el odio a los partidarios del campo opuesto. De América siempre vino lo mejor (con lo peor) para Occidente, pero desde hace unos años sólo llega lo peor: las tribus identitarias, el wokismo rampante, el catastrofismo climático, la polarización de la sociedad en dos campos irreconciliables, todo ya aclimatado en gran parte de los países europeos; y, sobre todo, aquello en lo que los americanos son los mejores: la espectacularización de la política, convertida en una mera rama del entretenimiento, con lo que supone de frivolización pero también de cretinización.

Después de un mandato bastante lamentable, sin duda, aunque debe reconocerse que no cumplió con las profecías más catastrofistas y milenaristas, y cuyo principal hito, eso sí, fue la normalización de las verdades alternativas (en esto Trump es un claro posmoderno), y una derrota (ajustada) y la posterior toma del Capitolio por parte de sus seguidores más irredentos, el hoy candidato Trump se encamina en solitario (no tiene aún vicepresidente en el ticket ni parece necesitarlo) hacia una victoria frente a Biden. Al menos ya es el favorito en todas las casas de apuestas y cancillerías.

Trump ha sido y es el antipolítico: gusta o disgusta porque se comporta como un antisistema, desinhibido, provocador, showman, busca fascinar y divertir, y hace que la política se parezca cada vez se parece más al mundo del showbiz y de las celebrities. Nunca se esperó de una celebrity como él un programa de gobierno, ni siquiera alguna medidas domésticas que pudieren beneficiar a un parte de la población.
Pero es, en el otro lado, el mandato anodino, mediocre, y perfectamente olvidable de Biden es imposible que genere ilusión ninguna o concite alguna esperanza. Los votos a Biden son votos contra Trump y su extravagante prepotencia, mientras que los votos a Trump son votos a favor de Trump y su extravagante prepotencia.
¿Cómo se ha podido llegar a esta situación? ¿Por qué nadie les ha podido disputar la candidatura en las primarias, habiendo tantos gobernadores y alcaldes republicanos o demócratas con credenciales más que suficientes para optar a la Casa Blanca? ¿Por qué Trump se ha enseñoreado de su partido, siendo un hombre tan poco de partido y tan ajeno a los círculos de poder del Partido Republicano? ¿Por qué nadie ha osado, entre sus filas, mirar a la cara a Biden y decirle que se retire porque es obvio que va a perder? ¿Qué fue de Kamala Harris, la esperanza blanca (y que dios me perdone) que todos creyeron delfín y futura primera presidenta del país?
Lo que nos dice este estado de cosas es la decadencia de la todavía primera potencia mundial, por su ejército y su moneda: un país dividido, sin proyecto doméstico, cada vez más aislacionista, incapaz de liderar la resistencia en Ucrania y de pesar con todo su peso para salvaguardar a Israel. Europa debe empezar a emanciparse y armarse hasta los dientes, moral y materialmente.

Coda 1) La amnistía total

Tras semanas de agonía(s), algo desdibujadas por el foco mediático puesto en el caso Koldo y Asociados (un escándalo siempre opaca otro escándalo), se ha consumado en el Congreso la ley de amnistía de amplio espectro, («amnistía integral», la llama Nogueras, como aquellos desnudos provocadores de la Transición cuya carga transgresora hoy nos resulta tan cándida): sólo ha faltado hacer público el anexo con los nombres de los cientos de agraciados. El Excel que ha servido de documento de trabajo, o sea.
Es tan anchuroso el manto del perdón que no sería extraño que los miembros del Govern y los activistas que pasaron una larga temporada entre rejas reclamen pronto unas sustanciales indemnizaciones: no en vano fueron privados de su libertad injustamente, leída la Historia a la luz de esta nueva ley «histórica» (Bolaños dixit, felicitándose grotescamente a sí mismo).

Hay que prepararse para oír discursos (y especialmente el de Puigdemont desde el balcón, porque habrá balcón) sobre el Estado represor e invasor y un régimen del 78 como prolongación apenas aseada del franquismo. Siguiente etapa, el referéndum. «A tanto la pieza», según Turull, que es el neoconvergente más botiguer, y, por tanto, del que más hay que fiarse.

Toda amnistía es una reescritura de la Historia. Y alguna puede ser, parafraseando a Borges, una Historia particular de la infamia.

Coda 2) La cobardía de Occidente

Entrevista televisiva en Cnews a Manuel Valls: aquí en VO, a partir del minuto 1h 29’, cuando toca el tema de Israel:

«Entiendo la estrategia de Netanyahu y de su gabinete de guerra de querer acabar con el aparato militar y terrorista de Hamás, algo que se está llevando a cabo en condiciones extremadamente difíciles desde hace cinco meses. La población palestina es rehén de Hamás y lógicamente sufre en primera línea esta guerra. Considero, con todo, que nuestro interés estratégico ha de ser apoyar a Israel, y no ocultaré que percibo cierta cobardía en las cancillerías occidentales estas últimas semanas, e incluyo aquí a la diplomacia francesa y al ministro de Asuntos Exteriores. Se está instando a Israel, que, no lo olvidemos actúa en legítima defensa, a que no lleve hasta el final sus operaciones ni logre sus objetivos, que son vitales, pues Israel ve amenazada su propia supervivencia como nación. Se le acusa de condenar a la hambruna a la población palestina, de envenenar pozos, de cometer un verdadero genocidio… Incluso en el reciente drama del convoy humanitario (respecto del que Israel está llevando a cabo una investigación), todos, incluido el presidente Macron, que no se privó de lanzar un tuit nocturno al respecto, responsabilizan a Israel de todo lo que ocurre. Esto es perder el sentido de la realidad de las cosas. No oigo a nadie, absolutamente a nadie, decirles a los países que apadrinan a Hamás, que deben instar, ordenar a Hamás que deponga inmediatamente las armas, que libere a los rehenes (cuya suerte desconocemos) y que, de este modo, acabe esta guerra que tanto dolor causa a palestinos e israelíes. No soy insensible a los dramas humanos, pero no soporto la cobardía y el cinismo para con un país amigo que está luchando en condiciones muy complicadas y que ha de arrostrar las críticas unánimes de todo el planeta».

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